Lecturas para este día: Isaías 25: 6-10. Mateo 15: 29-37.
¨Aquel día se dirá: Aquí esta nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvará; celebramos y gocemos con su salvación¨. Isaías 25: 6.
La primera semana del Adviento nos dice que el Señor Dios prepara para todos los pueblos, en este monte, un festín suculento. Y en el Evangelio se nos narra la multiplicación de los panes. La venida del Señor se compara con la saciedad plena. Y el Adviento es entonces el momento de sentir hambre, de darnos cuenta de la profundidad de nuestros deseos, que solo en Dios pueden ser saciados.
Dante Alighieri era buen conocedor de los deseos del corazón humano. En los tres cantos de su Divina comedia, infierno, purgatorio y paraíso, cuenta el camino del hombre: Desde que vive alejado de Dios por el pecado, hasta llegar otra vez a ver a su Creador. Las tres partes del poema terminan con la misma palabra, ¨estrellas¨. Quería el poeta expresar que mirar las estrellas al cielo es la única forma de encontrar el camino que nos lleva a Dios.
No viene mal, de vez en cuando, sentir tristeza porque no alcanzamos esas estrellas. Aún cuando no nos vayan las cosas bien, nunca hay que dejar de ver al cielo y alentarnos con las estrellas y aprender a buscar la manera para que el Señor llene nuestro corazón. El sabrá satisfacernos y llenar nuestra vida de esperanza. El Evangelio de hoy precisa, que después de saciar el hambre a la multitud, a Jesús le sobraron muchos canastos llenos de pan. Dios siempre se guarda alguna sorpresa en la manga; su grandeza es mayor que nuestra tristeza y su alegría más grande que nuestra nostalgia.
Por eso Adviento quiere decir también estar dispuestos a recibir algo nuevo de Dios.
Del Salmo 22: Habitaré en la casa del Señor toda la vida.