Lecturas para este día: Isaías 35: 1-10. Lucas 5: 17-28.
“Esto dice el Señor: El desierto y el yermo ser regocijarán… se alegrará con gozo y alegría. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: Sed fuertes, no temáis”. Isaías 35: 1-10.
El Adviento nos lleva a la Navidad y abre para nosotros un camino santo, lo dice el Profeta Isaías, que conduce a Belén. En la vida siempre estamos en camino y somos peregrinos. Tal vez soñamos con un camino seguro y ancho que nos conduzca sin peligros. Es un camino nuevo cada día y es propio del hombre que la ruta que sigamos tenga que ser inventada cada jornada. Es un camino que hay que ir abriendo, camino que ¨se hace al andar¨.
Los senderos de nuestra vida necesitamos hacerlos a base de caídas y levantadas. Un buen ejemplo lo encontramos en el Evangelio de hoy. Los amigos de aquel paralítico abrieron un camino nuevo, inventaron la forma de llegar a Jesús. ¿A quién se le hubiera ocurrido entrar por el tejado? Pasa muchas veces que Dios se esconde y quiere que el hombre lo busque. Le hace mucho bien al hombre encontrarlo y debe poner cuanto tenga a la mano para lograrlo. La venida de Jesús nos hace un camino nuevo. No quiere decir que va a remover de golpe los obstáculos, que va a sacarse de la mano una autopista. La selva seguirá siendo selva y habrá que quitar la maleza. Dios quiere que crezcamos en el camino. El Señor nos asegura que al hacer camino no estamos solos y que El nos acompañará, y así ¨los inexpertos no se extraviarán¨(Isaías 35: 8-9). Será El quien nos guie por las sendas por este tiempo litúrgico. Andaremos con seguridad, ya que Jesús es el camino en persona, marcha por delante basta con que no perdamos de vista las huellas que El va dejando y seguirlas.
Del Salmo 84: Nuestro Dios viene a salvarnos.
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