Imagínate a ti mismo en las sandalias de Ana, mientras lees o escuchas la primera lectura de hoy. Peniná es cualquier persona en tu vida que presume de ser cristiana, pero que se comporta de manera pecaminosa contra ti y no tiene remordimientos y no sufre castigo alguno, mes tras mes, año tras año. Mientras tanto, tú has sido un buen y fiel adorador del Señor, pero tus oraciones para que termine esta prueba han sido estériles. Tu Peniná se burla de la pureza de tu fe, te trata arrogantemente como si fueras inferior, y no le importan tus sufrimientos. 
Jesús es tu Elcaná, tu amante esposo. Él te dice, "¿Porque lloras y estás triste? ¿No soy yo todo lo que necesitas?"
Lo es, pero su abrazo amoroso no se puede sentir físicamente, y su comprensión compasiva no pone fin a tu dolor. Las injusticias continúan. Te preguntas por qué Dios no ha intervenido para cumplir su promesa de levantar al humilde y humillar al arrogante. 
En los versículos de mañana, veremos cómo Dios, finalmente, responde las oraciones de Ana, pero hoy Ana no sabe si sus pruebas llegarán a su fin. Después de muchos años de soportar las vejaciones de Peniná y verla recibir grandes bendiciones, a pesar de sus pecados, Ana tiene buenas razones para afligirse. Sus lágrimas, son nuestras lágrimas cuando necesitamos que nuestra vida mejore y no es así.
En tiempos como estos, no tenemos a nadie más que al mismo Señor para darnos consuelo, satisfacción y paz. El alivio no proviene de la respuesta a nuestras oraciones, sino de Quien responde a nuestras oraciones. Por ahora su respuesta puede que únicamente sea, "Aquí estoy, mi amado. No estás solo. Estoy llorando contigo."En esta intimidad está la salvación que estamos esperando. En esta intimidad está la victoria que esperamos, el cumplimiento de las promesas de Dios en quien confiamos. En esta intimidad está la justicia y la liberación que se nos debe. Pero sólo podemos experimentar esta victoria en Él. No es en nuestras pruebas - aún no. Jesús nos pregunta,"¿Acaso no valgo yo para ti más que todo lo demás?" 
La hora más oscura es el momento en que sentimos que ya no podemos más, pero la Luz de Cristo siempre está ahí, esperando a ser redescubierta. Estamos batallando contra los poderes del mal que nos hacen sentir desesperanzados y abatidos. Tenemos que recordar queDios nunca ignora el llanto de su gente. Jesús ya conquistó a la oscuridad. Que nada ni nadie te quite esta verdad. Cada prueba llegará a su fin. Cada injusticia será reivindicada, por tu Amado Señor.
Pero mientras tanto, busca consuelo en Jesús. 
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