(Libro de Samuel 16,1.6-7): Dios habla a Samuel: “Llena tu cuerno con aceite pues te voy a enviar a una familia, la de Jesé en el pueblo de Belén. Vas a consagrar (dedicar) a uno de ellos a mi servicio. Pero ,ojo, no te fíes de las apariencias. Ese error lo cometéis los hombres pero Yo me fijo sobre todo en el corazón de la gente. Ve y ten cuidado”. Ya está en casa de Jesé en Belén y “al ver a Eliab, el mayor de los hijos, enseguida pensó: este es.” No, no es este”. Ante él desfilaron otro siete y ninguno había sido el elegido por Dios, que mira el corazón del ser humano y no las apariencias. “¿No hay alguno más?... (silencio) “Bueno – dice Jesé, el padre – hay otro pero ese es el más pequeño y no vale para otra cosa más que para cuidar el ganado. “Pues lo esperamos antes de comer, replica Samuel.” Cuando llegó el chaval, que según el padre era pequeño y que no sabía nada, ni valía más que para cuidar ovejas, Dios dijo al sacerdote Samuel: “Levántate, úngelo porque ESTE ES el elegido por Dios.”
Queridos amigos, los más graves errores se deben a que miramos la vida superficialmente y ese mismo error cometemos los cristianos al vivir una fe llena de tópicos, hipocresía y flojedad que no convence a nadie y muchas veces no pasa en nuestra vida de ser un buen deseo que nunca llega a un planteamiento serio y activo, mientras que la fe auténtica en Jesucristo nos está exigiendo nitidez y transparencia en nuestra vida de familia y en nuestra vida social. (Efesios,5,8-14) Esta misma exigencia se la plantea San Pablo en su carta a los cristianos de Éfeso: “Hermanos, vuestras malas acciones podrían tener alguna disculpa en vuestra vida anterior, cuando aún no erais cristianos y estabais en tinieblas, pero ahora NO porque habéis dicho sí y os habéis comprometido con Jesucristo, desde vuestro bautismo.