Parte 80
Entonces, Jesús, al resucitar de entre los muertos, surgió victorioso por que hasta a la muerte venció, confirmando de esta manera que él tiene la autoridad para perdonar los pecados del hombre, y pueda éste, ser rescatado de las más espantosas tinieblas y ser llevado a su luz, la luz de Jesús, la luz de la Estrella del Nuevo Amanecer, y que al recibirla seamos cubiertos de la gracia del perdón de Dios que nos liberará de la Ley de Moisés que inevitablemente nos ha conducido a conocer del pecado que condena al no ser capaces, en nuestra condición tradicional, de cumplir con ella; pero ahora comenzamos a vivir bajo la gracia de Dios en Cristo Jesús, ya como sus hijos, y nunca más como esclavos o hijos del Tentador.
Lo anterior nos lo confirma en su palabra cuando nos dice:
"Yo Soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocen a mí, también conocerán al Padre."
Juan. 14: 6,7
Que palabras tan directas, pues nos quieren decir que todos, sin excluir a nadie, deberemos conocer y reconocer a Cristo Jesús como nos lo dicen las Sagradas Escrituras en el Antiguo y Nuevo Testamento para tener el privilegio de conocer verdaderamente al Padre. Y nos lo reafirma cuando nos dice:
"y lo que ustedes pidan en mi Nombre, lo haré yo, para que el Padre sea glorificado en su Hijo. Y también, si me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.".
Juan. 14: 13,14
Aquí nos está recordando que Dios descargó en Jesús la tremenda responsabilidad, y le dio la única autoridad, para rescatarnos de las garras del mal, y que además, Dios hará que solamente a través de Jesús, recibamos todo lo que le pidamos, ya que al creerlo así, estaremos glorificando al Hijo y por lo consiguiente estaremos glorificando al Padre.
Dios le dio a Jesucristo autoridad sobre todas las cosas visibles e invisibles, y por eso mismo nos advierte:
"Quién no está conmigo, está contra mí, y quien no junta conmigo, desparrama."
Lucas. 11: 23,
Es directo, o el hombre guarda y enseña a cumplir fielmente su Palabra como la voluntad de Dios o la ignora, si hace lo primero, estará apropiándose de todas y cada una de las promesas que Dios le hace por medio de Jesús y estará juntándolas como el gran tesoro que son para disfrutar a plenitud de su Reino, aquí mismo, en la tierra, pero si la ignora siguiendo tiempos y tradiciones humanas, estará desaprovechando y despreciando todas las bendiciones a las que tendría derecho si obedeciera el mandato de Jesús.