Cada vez que te sueño, cada vez, toda vez, suprimo la distancia, creándote a mi lado; se me alberga en la mente la íntima insensatez de que nunca has venido, que nunca te he soñado,
porque te he hecho tan mí0 que no has estado aparte, eres casi yo misma, bajo mi piel te agitas; por eso ni te añoro ni tengo que esperarte, tú, mi sueño dorado, que en mis sueños habitas.
Puedo, al mirarte, ver los pensamientos que tú misma aún no sabes que has tenido; en ti he estado en tal modo sumergido que sé desde el tejado a los cimientos.
He visto gozo, sueños, desalientos, y te he visto en el miedo aún no vencido; por mi alborozo tu alegría mido, por mis desolaciones, tus lamentos.
Tu rostro me habla si tus labios callan, y en tu quietud unánimes estallan rojos ocasos, pálidos albores.
¡Qué silencio sensual tan elocuente! Te escucho desde el centro de tu mente y oigo en tu piel redoble de tambores.
Los Angeles, 13 de agosto de 2002
Soneto Nº 664, en la voz de O.S.O. (Huesca, España)