“Saulo de Tarso fue un soldado al servicio de Roma”: Pedro Ángel Palou
He tomado la idea, después de terminar El Impostor, de que esta obra forme parte de una trilogía de inventores del cristianismo: Pablo, Constantino y Lutero.
Puebla • En El Impostor, su nueva novela editada por Planeta, el escritor Pedro Ángel Palou, plantea una versión distinta sobre los orígenes del cristianismo a partir de una aproximación a las intrigas de Saulo de Tarso, hoy conocido como el profeta San Pablo.
Con este libro comienza una trilogía sobre “los tres grandes inventores del cristianismo: Pablo, Constantino y Lutero”.
Saulo de Tarso, afirma en entrevista Pedro Ángel Palou, fue un espía al servicio del imperio romano y contribuyó a enjuiciar y ejecutar públicamente a cientos de nazarenos creyentes en la resurrección.
¿Quién fue Saulo de Tarso?
Fue un judío preparado y formado en la teología farisaica, discípulo de Gamaliel; por otro lado es un griego formado en su juventud en la filosofía griega, un neoplatónico, un gran lector de Perménides; es también un soldado al servicio de Roma, lo mismo al principio de su vida en el sanedrín que a lo largo de toda su trayectoria. Termina siendo uno de los grandes impostores, uno de los grandes espías de la historia.
Hasta el cuarto año de los siete que me tomó la investigación comencé a atar cabos: a Saulo siempre lo salva la autoridad de Roma, particularmente Leonardo de Séneca; él siempre dijo: “soy ciudadano romano”. En un coloquio de teólogos católicos realizado en Tarragona, España, se propuso la teoría de que Pablo no murió decapitado en Roma, sino que falleció tranquilamente en los años setenta de nuestra era, Pablo vivió en Córdova o Tarragona, no en Roma.
El espionaje romano fue muy distinto al contemporáneo: elegía muy bien a sus “topos”, tenían que ser ciudadanos no romanos que cumplieran un perfil, Pablo era griego, un judío helenizado, lo infiltran. Mediante una férrea disciplina logró convencer a los primeros cristianos de su arrepentimiento y de que había adoptado una nueva fe. Saulo vivió tres años en la Ciudad de la Sal, cerca del Mar Muerto, para estudiar con Santiago, el hermano menor de Cristo. Estuvo con los nazareos que son unos radicales y revolucionarios que quieren sacar a Roma de Palestina y al mismo tiempo predican el amor y la pureza absoluta.
¿Cómo llegaste a él?
Después de escribir Zapata, quería alejarme de la historia de mi país. Así que me pregunté ¿qué periodo de la historia de occidente me gustaría contar?, ¿qué época es aquella en la que lo nuevo haya sido verdaderamente novedoso?, porque finalmente estos dos mil años de occidente han sido judeocristianos y era lógico situarme en los primeros 30 años del cristianismo, cuando no se llamaba ni siquiera así, entre la muerte o crucifixión de Cristo y la redacción de los evangelios. De ese periodo la figura central es Saulo de Tarso, un judío converso rico en anécdotas con una vida llena de vicisitudes y enormemente novelable.
Saulo es el primer apóstol que dice ‘Cristo es hijo de Dios’ y se dio cuenta del invento de la divinidad encarnada: Augusto justificó el Imperio de Roma, al divinizar a Julio César, Augusto se convirtió en ‘hijo de Dios’.
Saulo es el inventor del cristianismo…
En la época de Cristo y de Saulo, desde el año 1 hasta el año 70 en Palestina hubo 22 rebeliones contra el yugo romano; once de ellas tuvieron como cabecilla a un mesías, y uno de ellos fue Cristo. No nos acordamos del nombre de los otros 10 porque ni uno tuvo su San Pablo, su inventor.
Mesías, en el mundo de la época, no quería decir hijo de Dios; fue Pablo el que le dio esa interpretación divina; el mismo Cristo nunca se dijo así mismo hijo de Dios y lo hace usando el marketing político romano. Es del mundo romano de donde Pablo toma la idea de que Dios pudiera tener un hijo. Para la teología judía que el Creador encarne un hijo era la más profunda blasfemia desde el punto de vista teológico, por eso sacaban a Pablo de todos los templos.
¿Es un mesías que crea a un mesías llamado Cristo?
Así es y el problema de los mentirosos, como Saulo, es que terminan por creerse sus mentiras. Más si llegan al poder o tienen suficientes seguidores o fieles. Una pregunta que me hice durante la escritura de la novela, es si Pablo se cree su propia mentira. Y sí, termina por creérsela.
Y dos mil años después se le sigue creyendo…
Bueno, es que los seres humanos aparentemente necesitamos estas mentiras para sobrevivir; parece que es una tendencia de lo humano dejarse engañar y ha sido efectivísima en este sentido la religión cristiana. He tomado la idea, después de terminar El Impostor, de que esta obra forme parte de una trilogía de inventores del cristianismo: San Pablo, Constantino y Lutero.
En tu libro Saulo es leal y desleal al mismo tiempo, ¿qué tan importante ha sido la intriga como factor histórico?
El que nos enseñó como escritor a encontrar el papel de la intriga en la historia fue Shakespeare, todas sus obras fueron reveladoras del papel de la intriga como la amalgama que une las pasiones humanas, la más ligada de todas es la ambición de poder.
Ese es el tema central de las obras de Shakespeare incluso aquellas que tratan del amor, porque el amor finalmente no deja de ser poder y posesión. Ligar el concepto de intriga con la emoción de la ambición de poder.
Finalmente en su época san Pablo no pasó de ser un espía y ahora se le ve como uno de los fundadores del cristianismo, ¿qué reflexión te queda sobre la trascendencia o intrascendencia de las acciones humanas?
En realidad él muere sin trascendencia y lo que pasa poco antes de que él muera es la destrucción del segundo templo y más bien de lo que se consideraba en ese momento la verdad, que era el mundo judío; Tito arrasa con Jerusalén, destruyen el templo y los judíos deben salir por segunda ocasión de Judea; empieza la diáspora judía que termina hasta el siglo XIX y no sólo debió sentir un profundo fracaso sino una profunda culpa frente a ese momento de encontrarse con la destrucción en la que él había vivido y el mundo en el que creía.
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