El rumbo de la historia occidental fue modificado por las mentiras, la simulación y las intrigas de Saulo de Tarso, hoy conocido como el profeta san Pablo, un espía al servicio del imperio romano que contribuyó a enjuiciar y ejecutar públicamente a cientos de nazarenos creyentes en la resurrección, como lo relata Pedro Ángel Palou en su libro El impostor.

Tras lapidar a un nazareno cierto día del año 37 d.C., Saulo —ese “grandísimo fingidor”— recibe una nueva encomienda: convertirse en nazareno y fungir como caballo de Troya para delatar a los nazarenos que preparan un golpe político a Roma. Así lo revela Palou en esta novela histórica que le llevó siete años de investigación, que viajan tras los pasos del Saulo y su conversión en el profeta que consolidó el dogma católico.

Recuperar a Saulo era central, explica el autor, porque su trabajo definió lo que sería Occidente. Además de que él fue el primer hombre en manejar el marketing político y tuvo la capacidad de vitaminar los dogmas existentes e inventar el universalismo y la igualdad ante la ley, enfrentando al propio Pedro.

Editado por Planeta Internacional, El impostor es una novela sin errores teológicos que sólo toma una licencia literaria: utiliza a Timoteo para narrar la historia. Con este volumen, dice, se inicia una trilogía de biografías universales, donde también abordará las figuras de Constantino y Martin Lutero. “Este tipo de libros sin querer se vuelven polémicos, así que no pueden tener ninguna falla teológica”, insiste.

MESÍAS. La eficacia de Saulo o San Pablo puede ser vista en retrospectiva histórica, pues entre el nacimiento de Cristo y el año 58 d.C. hubo al menos 22 revueltas en judea Palestina, de las cuales 12 tuvieron mesías. La pregunta es: ¿por qué sólo se conoce el nombre de Cristo y desconocemos los nombre de los demás mesías? Todo fue gracias al trabajo de Saulo, afirma.

¿Por qué este hombre ha permanecido en el olvido?, es una pregunta obligada. La respuesta es simple: la historiografía cristiana-católica necesitaba desde el principio que lo romano saliera de cámara para que los judíos fueran los culpables de la muerte de Cristo.

¿Qué tan importante ha sido la intriga como factor histórico?

Fundamental. La intriga es la amalgama de las pasiones humanas. La historia no la hacen las masas, sino seres humanos concretos con sus propias ideas y pasiones. Sin intriga política no existirían papados, monarquías o imperios. El primero que usó la historia como pretexto para revelarnos las pasiones humanas fue William Shakespeare.

¿Y si Saulo nunca hubiera existido?

No existiría el catolicismo. No existiría Cristo. Y aunque históricamente existió, sólo sería uno de los 12 mesías; y el judaísmo, como iglesia, se habría mantenido sólida. Sin embargo, Pablo no fue solito. Más tarde el emperador Constantino –quien quería ser el nuevo Cristo– convirtió todo un imperio en cristiano.

ERRORES. Derivado de esta investigación, Palou destaca algunos cambios y errores en la traducción de nombres y hechos en el Nuevo Testamento, los cuales comparte.

Judas Iscariote no existió. Su nombre real fue “Judas el sicario”, discípulo de una secta más radical que los esenios porque cortaban el cuello con una daga. Otro error está en el nombre del indultado por Pilatos; no fue Barrabás, sino Bar Abbas.

También ha quedado en el olvido que el apóstol Santiago en realidad fue el hermano menor de Cristo. Y en cuanto a Poncio Pilatos, asegura que no fue ese hombre tranquilo que se lavó las manos, sino el procurador romano más sanguinario de Palestina.

Palou hace una última reflexión. ¿Qué habría sucedido si esa Europa católica bárbara no hubiera existido y los que “conquistaran” América fueran los romanos menos bárbaros? Seguramente México podría seguir siendo purépecha, maya, y no se habría impuesto la religión católica.