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General: FABRICANTES DE PARADOJAS
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De: CARLOSR (Mensaje original) |
Enviado: 24/04/2014 20:20 |
Durante el reinado del emperador romano Marco Aurelio, en el siglo II de nuestra era, vivió en Grecia un magistral timador llamado Alejandro de Abonútico. Elegante, hábil, inteligente y falto por completo de escrúpulos, según palabras de uno de sus contemporáneos, iba de un lado para otro haciendo gala de oscuras pretensiones. Su engaño más célebre consistió en «irrumpir en la plaza del mercado, sin más vestimenta que un taparrabos de lentejuelas de oro y su cimitarra, agitando al viento su larga melena, como lo hacen los fanáticos que recolectan dinero en nombre de Cibeles, se encaramó a un elevado altar y desde allí arengó a la multitud» anunciando el advenimiento de un nuevo dios oracular. Alejandro exhortó a la construcción de un templo en aquel mismo lugar, idea aceptada de inmediato por la multitud que le rodeaba, y descubrió -en ellugar donde lo había previamente enterrado, desde luego- un huevo de oca en cuyo interior había encerrado una cría de serpiente.
Abriendo el huevo, anunció al gentío que el nuevo dios profetizado era precisamente aquella pequeña serpiente. Alejandro se retiró luego a su casa durante unos pocos días, y cuando decidió volver a presentarse ante el pueblo expectante lo hizo con una enorme serpiente enroscada alrededor de su cuerpo; la serpiente habría crecido asombrosamente en el ínterin.
En realidad, la serpiente era de una variedad convenientemente grande y dócil que para tal propósito se había procurado tiempo antes en Macedonia, y además estaba provista de una caperuza de lino de aspecto vagamente humano. El templo estaba apenas iluminado. A causa de la presión ejercida por la multitud expectante, ningún visitante podía permanecer demasiado tiempo en la habitación o examinar la serpiente con detenimiento. En consecuencia, la opinión difundida entre la multitud era que el profeta les entregaba un auténtico dios.
A continuación Alejandro indicó que el dios era capaz de dar respuesta a preguntas planteadas por escrito que se entregaran dentro de sobres sellados. Una vez a solas, doblaba o rasgaba el sello, leía el mensaje, recomponía con todo cuidado el sobre e introducía el texto original al que había añadido una respuesta. Pronto llegaría gente de todo el imperio para atestiguar con sus ojos la existencia de una maravillosa serpiente pitonisa con cabeza humana. En caso de que larespuesta del oráculo se mostrase luego, ya no ambigua, sino claramente errónea, Alejandro tenía una solución muy simple: alterar el contenido de la respuesta escrita previamente.Además, cuando la interrogación de alguna persona adinerada envolvía alguna flaqueza humana o secreto punible, Alejandro no tenía el menor escrúpulo en extorsionar a su cliente.El resultado de todo este fabuloso tinglado produjo unos ingresos equivalentes hoy en día a varios cientos de miles de dólares anuales, además de una fama con la que pocos hombres de la época podían rivalizar.
Quizá sonriamos ante Alejandro, el traficante de profecías. Todos quisiéramos vaticinar el futuro y entrar en contacto con los dioses, pero hoy en día es imposible que nos veamos envueltos en un fraude de estetipo. ¿O acaso no lo es? M. Lámar Keene vivió durante trece años de sus servicios como médium espiritista. Era pastor de la Iglesia Asamblearia de la Nueva Era, en Tampa, uno de los administradores legales de la Asociación Espiritista Universal y, durante muchos años, una de las figuras señeras de la principal corriente del movimiento espiritista americano. Asimismo, fue un timador confeso, convencido, y ello con informaciones de primera mano, de que prácticamente todas las sesiones, conferencias y mensajes procedentes del más allá y obtenidas con la intervención de médiums eran supercherías intencionadas, fraudes destinados a explotar la aflicción y añoranza que todos sentimos por nuestros amigos y parientes muertos. Como Alejandro, Keene podía responder a interrogaciones escritas depositadas en sobres cerrados, pero él no lo hacía en privado sino desde un púlpito. Keene leía las preguntas con la ayuda de una lámpara oculta o de un líquido abrillantador, métodos ambos que proporcionaban transparencia transitoria a los sobres en cuestión. Encontraba objetos perdidos, asombraba a los que presenciaban sus sesiones con asombrosas revelaciones sobre sus vidas privadas «que era imposible que conociese», se comunicaba con los espíritus y conseguía materializar ectoplasmas, claro está, todo ello en reuniones mantenidas en penumbras y gracias a toda una serie de trucos bastante simples, una absoluta confianza en sí mismo y, por encima de todo, la inmensa credulidad, la absoluta falta de escepticismo de que hacían gala sus feligreses y clientes. Keene creía, como lo hiciera Harry Houdini, que no sólo era generalizado el fraude espiritista, sino que sus cultivadores profesionales estaban altamente organizados e intercambiaban entre sí datos o clientela potencial para conseguir que sus revelaciones causaran mayor asombro. Lo mismo que las apariciones de la serpiente de Alejandro, todas las sesiones espiritistas se consuman en habitaciones oscuras, pues la claridad de la luz puede poner al descubierto con demasiada facilidad el engaño. En sus años de encumbramiento, Keene a duras penas logró equiparar sus ingresos, en cuanto a valor adquisitivo, a los de su ilustre antecesor, Alejandro de Abonútico Desde la época de Alejandro hasta nuestros días, incluso parece probable que desde que sobre este planeta existen seres humanos, la gente ha descubierto que podía ganar dinero arrogándose el poder de desentrañar lo misterioso y conocer lo oculto. Puede encontrarse una encantadora e iluminadora exposición de algunos de estos engaños en un notable libro de Charles Mackay, Extraordinary popular delusions and the madness of crowds (Fraudes populares extraordinarios e insensatez de las multitudes), publicado en Londres en 1852. Bernard Baruch afirmaba que la lectura de estelibro le había ahorrado millones de dólares, presumiblemente alertándole de los necios proyectos en que no debía invertir ni un centavo. Mackay trata desde las profecías, las curaciones milagrosas y la alquimia hasta las casas embrujadas, las Cruzadas o la «influencia de la política y la religión en el crecimiento del cabello y la barba». El valor del libro, como muestra la historia relatada del traficante de oráculos Alejandro, reside en la antigüedad de los fraudes y engaños descritos. Muchas de las imposturas reseñadas no tienen un marco actual y estimulan nuestras pasiones sólo muy débilmente; el tema del libro son los fraudes en que cayeron gentes de otros tiempos pasados. No obstante, tras leer muchos de los casos descritos, empezamos a sospechar que existen versiones contemporáneas equivalentes. Los sentimientos impulsivos de la gente siguen siendo tan fuertes como antaño, y probablemente el escepticismo es algo tan raro hoy como pueda haberlo sido en cualquier otraépoca. En consecuencia, cabe esperar que sean muchos los timos difundidos por doquier en la sociedad contemporánea. Y efectivamente es así.
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De: CARLOSR |
Enviado: 24/04/2014 20:28 |
La
sigiente es la que mas me gusta ..... esos relatos los he tomado del
libro EL CEREBRO DE BROCA DE CARL SAGAN.... Lo leí en Semana Santa y me
parecio muy bueno... lo recomiendo
ESPIRITISMO
En
1848 vivían en el estado de Nueva York dos muchachitas, Margarety Kate
Fox, de las que se contaban maravillosas historias. En presencia de las
hermanas Fox podían oírse misteriosos ruidos acompasados que, con más
atención, resultaban ser mensajes codificados procedentes del mundo de
los espíritus; pregúntesele algo al espíritu: un golpe significa no,
tres golpes significa sí. Las hermanas Fox causaron sensación,
emprendieron giras por toda la nación organizadas por su hermana mayor y
se convirtieron en centro de atención de una serie de intelectuales y
literatos europeos, como por ejemplo Elizabeth Barrett Browning. Las
«exhibiciones» de las hermanas Fox constituyen la fuente del espiritismo
moderno, según el cual, gracias a un especial esfuerzo de la voluntad,
unos pocos individuos atesoran el don de comunicarse con los espíritus
de personas ya fallecidas.
Los compinches de Keene tienen una
deuda impagable con las hermanas Fox. Cuarenta años después de las
primeras «exhibiciones», desasosegada consigo misma, Margaret Fox
redactó una confesión firmada. Los golpes se producían, mientras
permanecían de pie sin esfuerzoni movimiento aparentes, chasqueando las
articulaciones de los dedos de los pies o de los tobillos, de modo muy
similar a como se produce un crujido con los nudillos. «Y así fue como
empezamos. Primero, como un simple truco para asustar a nuestra madre,
pero luego, cuandoempezó a visitarnos mucha gente, fuimos nosotras
mismas las atemorizadas, y nos vimos forzadas a continuar con el engaño
para protegernos. Nadie podía pensar en un truco ya que éramos demasiado
niñas para que se nos ocurriese tal cosa. Actuamos como lo hicimos bajo
el estímulo intencionado de nuestra hermana mayor y el inconsciente de
nuestramadre». La hermana mayor, encargada de organizar las giras,
parece haber sido siempre plenamente consciente del fraude. Su
motivación para mantenerlo, el dinero.
El aspecto más instructivo
del caso Fox no esque se consiguiera embaucar a tanta gente, sino que
tras confesar el engaño, después de que Margaret Fox hiciera una
demostración pública en el escenario de un teatro neoyorquino de su
«preternatural dedo gordo del pie», muchos fueron los engañados que se
negaron a admitir la existencia de fraude. Sostenían que Margaret se
había visto forzada a confesar bajo la presión de alguna Inquisición de
sesgo racionalista. La gente raramente agradece que se le demuestre
abiertamente su credulidad.
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