El origen de la ola de calor que azota Rusia estaría en Alaska, en un recinto fuertemente custodiado por la Marina y las Fuerzas Aéreas estadounidenses donde se alinean hileras de antenas.
Como si de un nuevo capítulo de la Guerra Fría se tratara, Rusia no ha tardado en responsabilizar a EE UU de utilizar un arma secreta para manipular el clima y desestabilizar al país.
Ya van 52 muertos por los incendios y según el Departamento de Sanidad de Moscú la mortalidad se ha duplicado por las altas temperaturas que superan los 40 grados y que no se producían desde hace 130 años.
A pesar de las acusaciones, Rusia también cuenta con un programa similar al de EE UU desde 1981.
A las inusitadas temperaturas al alza que superan los 40 grados, los incendios que han arrasado unas 174.000 hectáreas y las 52 víctimas mortales hay que unir ahora el ambiente caldeado por las acusaciones de varios científicos rusos que afirman que este fenómeno podría estar causado por la experimentación de un arma climática creada por Estados Unidos.
Gueorgui Vasíliev, físico de la Universidad Lomonósv de Moscú, iba más allá en sus declaraciones a un diario ruso y achacaba al programa HAA RP del ministerio de Defensa de EE UU la causa de todos los cataclismos que han ocurrido en el mundo desde 1997.
Según las acusaciones, el programa en cuestión lejos de ser un proyecto científico para estudiar el funcionamiento de la atmósfera y los efectos del cambio climático -como lo define el departamento de Defensa de EE UU- sería un potente calentador ionosférico que modificaría la electricidad que flota sobre la atmósfera, causando efectos sobre el clima que podrían dirigirse hacia una parte concreta del mundo.
De esta forma, HAARP sería una potente arma geofísica que, de ser ciertas las acusaciones, habría contribuido a duplicar la mortalidad- como anunciaba ayer el jefe del departamento de Sanidad de Moscú, Andréi Seltsovski-, en los dos meses de altas temperaturas que lleva sufriendo el país.
El oscurantismo siempre ha acompañado al proyecto, custodiado por las Fuerzas Áreas y la Marina de EEUU y oculto a los investigadores científicos, pero la base de antenas del Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia (HAARP), situada en Alaska, no es única.
La propia Rusia también cuenta con una base similar inscrita bajo el nombre de SURA y su origen data de los últimos coletazos de la URSS, creándose en 1981, en plena Guerra Fría, aunque algunos físicos creen que se quedó desfasado tras el desmoronamiento del bloque comunista.
EE UU no pensó lo mismo en 2005, cuando acusó a militares rusos de utilizar la tecnología meteorológica para provocar el huracán Katrina, que arrasó Nueva Orleans.
La capacidad de manipular el clima para provocar desastres naturales, inundaciones o sequías ha preocupado mucho por sus efectos devastadores.
Ya en 1995, la UE advertía de que el HAARP era una amenaza militar emergente para el medio ambiente y pedía un consejo mundial para presionar a Rusia y EE UU para que acabaran con este tipo de armas.
A tenor de los últimos acontecimientos entre las dos potencias, con intercambio de espías incluido y acusaciones de armas secretas, parece que nos encontramos ante una nueva fase de la Guerra Fría en pleno siglo XXI.