Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

FORO LIBREPENSADOR SIN CENSURA
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 GENERAL 
 REGLAS DE ESTE FORO LIBRE 
 Panel de quejas 
 CONCORDANCIAS BIBLICAS 
 PANEL DEL ADMINISTRADOR BARILOCHENSE 6999 
 
 
  Herramientas
 
General: QUE DEBEMOS HACER CON NUESTRAS DUDAS CON RESPECTO CRISTO NUESTRO DIOS
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza  (Mensaje original) Enviado: 18/12/2021 00:41

Qué debe hacerse con la duda con respecto Dios Cristo ?
Muchos, especialmente los que son jóvenes en la vida cristiana, se sienten a veces turbados por las insinuaciones del escepticismo. Hay en la Escritura muchas cosas que no pueden explicar, ni siquiera percibir, y Satanás las emplea para hacer vacilar su fe en las Santas Escrituras como revelación de Dios. Preguntan: “¿Cómo sabré cuál es el buen camino? Si la Biblia es en verdad la Palabra de Dios, ¿cómo puedo librarme de estas dudas y perplejidades?” 

Dios nunca nos exige que creamos sin darnos suficiente evidencia sobre la cual fundar nuestra fe. Su existencia, su carácter, la veracidad de su Palabra, todas estas cosas están establecidas por abundantes testimonios que apelan a nuestra razón. Sin embargo, Dios no ha quitado toda posibilidad de dudar. Nuestra fe debe reposar sobre evidencias, no sobre demostraciones. Los que quieran dudar tendrán oportunidad de hacerlo, al paso que los que realmente deseen conocer la verdad encontrarán abundante evidencia sobre la cual basar su fe. 

Es imposible para el espíritu finito del hombre comprender plenamente el carácter de las obras del Infinito. Para la inteligencia más perspicaz, para el espíritu más ilustrado, aquel santo Ser debe siempre permanecer envuelto en el misterio. “¿Puedes tú descubrir las cosas recónditas de Dios? ¿puedes hasta lo sumo llegar a conocer al Todopoderoso? Ello es alto como el cielo, ¿qué podrás hacer? más hondo es que el infierno, ¿qué podrás saber?” 

El apóstol Pablo exclama: “¡Oh profundidad de las riquezas, así de la sabiduría como de la ciencia de Dios! ¡cuán inescrutables son sus juicios, e ininvestigables sus caminos!” Mas aunque “nubes y tinieblas están al rededor de él; justicia y juicio son el asiento de su trono.” Podemos comprender lo suficiente de su trato con nosotros y los motivos que le impulsan, para discernir en El un amor y misericordia sin límites unidos a un poder infinito. Podemos entender de sus designios cuanto es bueno que sepamos; y más allá de esto debemos seguir confiando en su mano omnipotente y en su corazón lleno de amor. 

La Palabra de Dios, como el carácter de su divino Autor, presenta misterios que nunca podrán ser plenamente comprendidos por seres finitos. La entrada del pecado en el mundo, la encarnación de Cristo, la regeneración, la resurrección y otros muchos asuntos que se presentan en la Sagrada Escritura son misterios demasiado profundos para que la mente humana los explique, o siquiera los entienda plenamente. Pero no tenemos motivo para dudar de la Palabra de Dios porque no podamos comprender los misterios de la providencia de El. En el mundo natural estamos siempre rodeados de misterios que no podemos penetrar. Aun las formas más humildes de vida presentan un problema que el más sabio de los filósofos es incapaz de explicar. Por doquiera se ven maravillas que superan nuestro conocimiento. ¿Debemos sorprendernos de que en el mundo espiritual haya también misterios que no podamos sondear? La dificultad estriba únicamente en la debilidad y estrechez del espíritu humano. Dios nos ha dado en las Santas Escrituras pruebas suficientes de su carácter divino, y no debemos dudar de su Palabra porque no podamos entender los misterios de su providencia. 

El apóstol Pedro dice que hay en las Escrituras “cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inconstantes tuercen, ... para su propia destrucción.” Los incrédulos han presentado las dificultades de las Sagradas Escrituras como argumento contra ellas; pero distan tanto de serlo que constituyen en realidad una poderosa evidencia de su inspiración divina. Si no contuvieran acerca de Dios sino aquello que fácilmente pudiéramos comprender, si su grandeza y majestad pudieran ser abarcadas por inteligencias finitas, entonces la Biblia no llevaría las credenciales inequívocas de la autoridad divina. La misma grandeza y los mismos misterios de los temas presentados deben inspirar fe en ella como Palabra de Dios. 

La Escritura presenta la verdad con tal sencillez y con una adaptación tan perfecta a las necesidades y los anhelos del corazón humano, que ha asombrado y encantado a los espíritus más cultivados, al mismo tiempo que capacita al más humilde e incauto para discernir el camino de la salvación. Sin embargo, estas verdades sencillamente declaradas tratan asuntos tan elevados, de tanta trascendencia, tan infinitamente fuera del alcance de la comprensión humana, que sólo podemos aceptarlas porque Dios nos las ha declarado. Así queda el plan de la redención expuesto delante de nosotros de modo que toda alma pueda ver los pasos que debe dar a fin de arrepentirse para con Dios y tener fe en nuestro Señor Jesucristo y salvarse de la manera señalada por Dios. Sin embargo, bajo estas verdades tan comprensibles existen misterios que son el escondedero de la gloria del Señor, misterios que abruman la mente que los indaga, aunque inspiran fe y reverencia al sincero investigador de la verdad. Cuanto más escudriña éste la Biblia, tanto más se profundiza su convicción de que es la Palabra del Dios vivo, y la razón humana se postra ante la majestad de la revelación divina. 

Reconocer que no podemos entender plenamente las grandes verdades de la Escritura no es sino admitir que la mente finita no basta para abarcar lo infinito; que el hombre, con su limitado conocimiento humano, no puede comprender los designios de la Omnisciencia. 

Por el hecho de que no pueden sondear todos los misterios de la Palabra de Dios, los escépticos y los incrédulos la rechazan; y no todos los que profesan creer en ella están exentos de este peligro. El apóstol dice: “Mirad, pues, hermanos, no sea que acaso haya en alguno de vosotros, un corazón malo de incredulidad, en el apartarse del Dios vivo.” Es bueno estudiar detenidamente las enseñanzas de la Escritura e investigar “las profundidades de Dios” hasta donde se revelan en ella, porque si bien “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios,” “las reveladas nos pertenecen a nosotros.” Pero Satanás obra para pervertir las facultades de investigación del entendimiento. Cierto orgullo se mezcla con la consideración de la verdad bíblica, de modo que cuando los hombres no pueden explicar todas sus partes como quieren se impacientan y se sienten derrotados. Es para ellos demasiado humillante reconocer que no pueden entender las palabras inspiradas. No están dispuestos a esperar pacientemente hasta que Dios juzgue oportuno revelarles la verdad. Creen que su sabiduría humana sin auxilio alguno basta para hacerles entender la Escritura, y cuando no lo logran niegan virtualmente la autoridad de ésta. Es verdad que muchas teorías y doctrinas que se consideran generalmente derivadas de la Biblia no tienen fundamento en lo que ella enseña, y en realidad contrarían todo el tenor de la inspiración. Estas cosas han sido motivo de duda y perplejidad para muchos espíritus. No son, sin embargo, imputables a la Palabra de Dios, sino a la perversión que los hombres han hecho de ella. 

Si fuera posible para los seres terrenales obtener pleno conocimiento de Dios y de sus obras, no habría ya para ellos, después de lograrlo, ni descubrimiento de nuevas verdades, ni crecimiento del saber, ni desarrollo ulterior del espíritu o del corazón. Dios no sería ya supremo; y el hombre, habiendo alcanzado el límite del conocimiento y del progreso, dejaría de adelantar. Demos gracias a Dios de que no es así. Dios es infinito; en El están “todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.” Y por toda la eternidad los hombres podrán estar siempre escudriñando, siempre aprendiendo, sin poder agotar nunca, sin embargo, los tesoros de la sabiduría, la bondad y el poder del Eterno. 

El quiere que aun en esta vida las verdades de su Palabra se vayan revelando de continuo a su pueblo. Y hay solamente un modo por el cual se obtiene este conocimiento. No podemos llegar a entender la Palabra de Dios sino por la iluminación del Espíritu por el cual ella fué dada. “Las cosas de Dios nadie las conoce, sino el Espíritu de Dios,” “porque el Espíritu escudriña todas las cosas, y aun las cosas profundas de Dios.” Y la promesa del Salvador a sus discípulos fué: “Mas cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, él os guiará al conocimiento de toda la verdad; ... porque tomará de lo mío, y os lo anunciará.” 

Dios desea que el hombre haga uso de su facultad de razonar, y el estudio de la Sagrada Escritura fortalece y eleva la mente como ningún otro estudio puede hacerlo. Con todo, debemos cuidarnos de no deificar la razón, que está sujeta a las debilidades y flaquezas de la humanidad. Si no queremos que las Sagradas Escrituras estén veladas para nuestro entendimiento de modo que no podamos comprender ni las verdades más simples, debemos tener la sencillez y la fe de un niño, estar dispuestos a aprender e implorar la ayuda del Espíritu Santo. El conocimiento del poder y la sabiduría de Dios y la conciencia de nuestra incapacidad para comprender su grandeza, deben inspirarnos humildad, y hemos de abrir su Palabra con santo temor, como si compareciéramos ante El. Cuando nos acercamos a la Escritura nuestra razón debe reconocer una autoridad superior a ella misma, y el corazón y la inteligencia deben postrarse ante el gran yo soy. 

Hay muchas cosas aparentemente difíciles u obscuras que Dios hará claras y sencillas para los que con esa humildad procuren entenderlas. Mas sin la dirección del Espíritu Santo estaremos continuamente expuestos a torcer las Sagradas Escrituras o a interpretarlas mal. Muchos leen la Biblia de una manera que no aprovecha, y hasta, en numerosos casos, produce un daño patente. Cuando el Libro de Dios se abre sin oración ni reverencia; cuando los pensamientos y afectos no están fijos en Dios, o no armonizan con su voluntad, el intelecto queda envuelto en dudas, y entonces con el mismo estudio de la Biblia se fortalece el escepticismo. El enemigo se posesiona de los pensamientos, y sugiere interpretaciones incorrectas. Cuando los hombres no procuran estar en armonía con Dios en obras y en palabras, por instruidos que sean están expuestos a errar en su modo de entender las Santas Escrituras, y no es seguro confiar en sus explicaciones. Los que escudriñan las Escrituras para buscar discrepancias, no tienen penetración espiritual. Con vista distorsionada encontrarán muchas razones para dudar y no creer en cosas realmente claras y sencillas. 

Pero, como quiera que se la disfrace, la causa real de la duda y del escepticismo es, en la mayoría de los casos, el amor al pecado. Las enseñanzas y restricciones de la Palabra de Dios no agradan al corazón orgulloso, que arna el pecado; y los que rehusan acatar lo que ella requiere están listos para dudar de su autoridad. Para llegar a la verdad debemos tener un deseo sincero de conocerla, y en el corazón, buena voluntad para obedecerla. Todos los que estudien la Escritura con este espíritu encontrarán abundante evidencia de que es la Palabra de Dios y podrán obtener una comprensión de sus verdades que los hará sabios para salvarse. 

Cristo dijo: “Si alguno quisiere hacer su voluntad, conocerá de mi enseñanza.” En vez de dudar y cavilar tocante a lo que no entendáis, prestad atención a la luz que ya brilla sobre vosotros, y recibiréis mayor luz. Mediante la gracia de Cristo, cumplid todos los deberes que hayáis llegado a entender, y seréis capaces de comprender y cumplir aquellos de los cuales todavía dudáis. 

Hay una prueba que está al alcance de todos, del más educado y del más ignorante: la evidencia de la experiencia. Dios nos invita a probar por nosotros mismos la realidad de su Palabra, la verdad de sus promesas. El nos dice: “Gustad y ved que Jehová es bueno.” En vez de depender de las palabras de otro, tenemos que probar por nosotros mismos. Dice: “Pedid, y recibiréis.” Sus promesas se cumplirán. Nunca han faltado; nunca pueden faltar. Y cuando nos acerquemos al Señor Jesús y nos regocijemos en la plenitud de su amor, nuestras dudas y tinieblas desaparecerán ante la luz de su presencia. 

El apóstol Pablo dice que Dios “nos ha libertado de la potestad de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor.” Y todo aquel que ha pasado de muerte a vida “ha puesto su sello a esto, que Dios es veraz.” Puede testificar: “Necesitaba auxilio y lo he encontrado en el Señor Jesús. Fueron suplidas todas mis necesidades; fué satisfecha el hambre de mi alma; y ahora la Escritura es para mí la revelación de Jesucristo. ¿Me preguntáis por qué creo en El? Porque es para mí un Salvador divino. ¿Por qué creo en la Biblia? Porque he comprobado que es la voz de Dios para mi alma.” Podemos tener en nosotros mismos el testimonio de que la Escritura es verdadera y de que Cristo es el Hijo de Dios. Sabemos que no estamos “siguiendo fábulas por arte compuestas.”




Primer  Anterior  2 a 4 de 4  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 18/12/2021 00:57

El apóstol Pedro exhorta a los hermanos a crecer “en la gracia, y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”17 Cuando los hijos de Dios crezcan en la gracia obtendrán constantemente un conocimiento más claro de su Palabra. Discernirán nueva luz y belleza en sus sagradas verdades. Esto es lo que ha sucedido en la historia de la iglesia en todas las edades, y continuará sucediendo hasta el fin. “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que se va aumentando en resplandor hasta que el día es perfecto.”18 CC 112.3

Por la fe podemos mirar la vida futura y confiar en las promesas de Dios respecto al desarrollo de la inteligencia, a la unión de las facultades humanas con las divinas y a la relación directa de todas las potencias del alma con la Fuente de luz. Podemos regocijarnos de que todas las cosas que nos confundieron en las providencias de Dios serán entonces aclaradas; las cosas difíciles de entender recibirán entonces explicación; y donde nuestro entendimiento finito sólo descubría confusión y designios quebrantados, veremos la más perfecta y hermosa armonía. “Ahora vemos obscuramente, como por medio de un espejo, mas entonces, cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré así como también soy conocido.”



Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 25/12/2021 15:06

El sello de Dios sábado séptimo día Apocalipsis 7:2,3cap 14:7cap 14:12Exodo 20:8,11Exodo 31:12,18  Génesis 2:1,4 Apoc 15:2 y la marca de la bestia Génesis 4:15 Apoc cap 13 CAP 14:8,11cap 16cap 17:8cap 19:20,21 .

Sólo dos clases antes del regreso de Cristo 

Sólo puede haber dos clases. Cada grupo está marcado claramente, ya sea con el sello del Dios viviente o con la marca de la bestia o de su imagen.—

Todo el mundo cristiano estará involucrado en el gran conflicto entre la fe y la incredulidad. Todos tomarán partido. Aparentemente algunos no participarán en el conflicto en ninguno de los dos lados. Parecerá que no toman partido contra la verdad, pero no se adelantarán osadamente por Cristo por temor a perder propiedades o a sufrir reproches. Los tales serán contados con los enemigos de Cristo.—

A medida que nos acerquemos al fin del tiempo, la línea de separación entre los hijos de la luz y los de las tinieblas será más y más definida. Estarán más y más en desacuerdo. Esta diferencia se expresa en las palabras de Cristo, “Nacido de nuevo”: creado de nuevo en Cristo, muerto al mundo y vivo para Dios. Estos son los muros de separación que dividen lo celestial de lo terrenal y que describen la diferencia entre aquellos que pertenecen al mundo y los que son escogidos para salir de él, que son elegidos, preciosos a la vista de Dios.—


SELLO DE DIOS SELLO DE PROPIEDAD A DIOS CRISTO PARA VIDA ETERNA ESCRITO ESTA EN LA SANTA BIBLIA .

. Fundamento de Dios la Santa Biblia y su ley Éxodo 20:1,17Exodo 31:12,18  Escrito con su dedo en piedra Sinaí . Este “fundamento” es la inmutabilidad de la naturaleza y del carácter divino como se revelan en las Escrituras. La iglesia, que es el resultado de la gracia de Dios y el objeto de su máximo cuidado, finalmente triunfará porque Dios no anulará sus promesas ni dejará de guiarla. Ella descansa  sobre un fundamento seguro (c£ Efe 2:19-20; ver com. Mat 16:18). Firme. Gr. stereós, “firme”, “sólido”, “estable”. Sello. Gr. sfragís, “sello” para confirmar, autenticar o certificar. Cf. Eze 9:4; Rom 4:11. Dios ha deseado desde la creación de¡ mundo proporcionar un firme motivo de confianza a los que manifiestan una verdadera lealtad al sendero que él estableció. Ser sellado con la aprobación de Dios es lo máximo que el hombre puede aspirar y alcanzar. A los seres humanos que son “sellados” Dios les ha prometido la protección de legiones de ángeles y el consuelo y el aliento de la presencia divina. Además, los hombres pueden estar seguros ahora de que las normas sobre las cuales Dios basa su aprobación son las mismas que hubo en los tiempos bíblicos (ver com. 2Ti 2:13). La obra del sellamiento continuará mientras los seres humanos tengan la oportunidad de aceptar la salvación. Ver com. Ap 7:1; Ap 7:4. Conoce. Quizá sea una referencia a Num 16:5, LXX. Todos los que lealmente aceptan los principios de¡ gobierno de Dios, pueden estar seguros de la promesa divina de que ni el hombre ni el demonio pueden arrebatarlos de su mano (Jn 10:28). Podemos confiar en Dios; las condiciones que presenta para la vida eterna son inmutables. Por esto nadie tiene nunca motivo para perder su fe en la palabra divina. Los que están dispuestos a testificar fielmente por Dios aquí en la tierra, pueden tener la confianza de que Dios los recordará en el cielo (cf. 2Ti 2:12). Apártese. Gr. afístemi, “estar lejos de”. Cf. Mat 7:23 (ver com. Isa 52:11; 1Co 6:1718; 1Pe 1:15-16). El apóstol destaca la inevitable consecuencia de una plena entrega a la voluntad de Dios. El miembro de iglesia que así procede, aborrecerá el mal como Cristo lo detestó. El sello de Dios nunca puede descansar sobre un ser humano impuro. Dios nunca aprobará nada que no sea una entrega completa a los principios de su gobierno. Los que llevan el sello de la aprobación divina serán para el mundo ejemplos de una forma superior de vida; revelarán un carácter que refleja la integridad moral de Dios. Iniquidad. Gr. adikía, “injusticia”. Todo aquel que invoca. Es decir, los que han elegido ser llamados “cristianos” (ver com. Hch 11:26). En los días de Pablo llevar el “nombre de Cristo” era una abierta invitación a la persecución y la burla (ver com. Hch 15:26). El cristiano deseará expresar su entrega a la forma de vida dispuesta por Cristo, pues estima que la aprobación del cielo está por encima de la de los hombres. ] 

LA MARCA DE LA BESTIA ,MARCA DE PROPIEDAD A SATANAS LOS DEL CATECISMO.LAUDATO SI CAMBIO CLIMATICO COP26


null 13-> Y hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente,

17 y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre.

18 ¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666.

[V.16-> Hacía que a todos. Todos serán afectados por esta legislación mundial por leyes del estado e iglesia unión mundial hijas y madre . Es evidente que sólo el fiel remanente de Cristo  se negará a obedecer Al papado catecismo  (Ap 13:8; cf. Ap 12:17). Una marca. Gr. járagma, “impresión”, “sello”, “marca”. Evidentemente es algún distintivo de lealtad a la bestia papado , algo característico que indica que el que lleva esa marca adora a la primera bestia papado , cuya herida mortal fue curada (Ap 13:8). Los intérpretes adventistas en tienden que esta marca no es un distintivo literal, concreto, sino una señal de homenaje que identifica al portador como leal al poder, representado por la bestia papado . La lucha en ese tiempo tendrá como centro la ley de Dios Éxodo 20:1,17Exodo 31:12,18 , específicamente el cuarto mandamiento Génesis 2:1,4Exodo 20:8,11sabado séptimo día (ver com. Ap 14:12); por lo tanto, la observancia del domingo constituirá una señal de Satanás su marca del papado , pero esto será sólo cuando resurja el poder de la bestia papado  y la observancia del domingo se imponga como una ley civil del estado EEUU todos los países se unirán que debe cumplirse. Los adventistas sostienen que el mensaje del tercer ángel Apoc14:6,13 amonestará simultáneamente contra la recepción de esa marca (Ap 14:9-11). Este mensaje, que llegará a ser un fuerte clamor (Ap 18:1-4), iluminará a los hombres en cuanto a los principios en pugna. Cuando los hombres, a pesar de tener claramente delante de sí las consecuencias implicadas, elijan apoyar la institución de la bestia papado sabiendo que está en directa oposición con el cuarto mandamiento de la ley de Dios Éxodo 20:8,11sabado séptimo día , estarán rindiendo su homenaje al poder de la bestia y entonces recibirán su marca. La mano derecha... la frente. Esta marca en la mano o en la frente indica que están  afectadas las acciones y los pensamientos de quienes reciben la señal. También puede referirse a dos clases de personas: los que se someten a los decretos de la bestia sólo por conveniencia, y los que lo hacen por convicción personal. ] 





Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 05/03/2022 17:40

Arrepentimiento

¿CÓMO SE JUSTIFICARÁ el hombre ante Dios? ¿Cómo se hará justo al pecador? Sólo por medio de Cristo podemos ponemos en armonía con Dios y la santidad; pero, ¿cómo iremos a Cristo? Muchos formulan la misma pregunta que hicieron las multitudes el Día de Pentecostés, cuando, convencidas de su pecado, exclamaron: “¿Qué ha-remos?” La primera palabra de respuesta de Pedro fue: “Arrepentíos”. Poco después, en otra ocasión, dijo: “Arrepentíos y convertios, para que sean bo-rrados vuestros pecados”. 1 CC 21.1

El arrepentimiento incluye tristeza por el pecado y abandono del mismo. No renunciaremos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad; mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá cambio real en la vida. CC 21.2

Hay muchos que no entienden la verdadera natu-raleza del arrepentimiento. Gran número de personas se entristecen por haber pecado e incluso se reforman exteriormente porque temen que su mala vida les acarree sufrimientos. Pero esto no es arrepentimiento en el sentido bíblico. Lamentan el sufrimiento antes que el pecado. Tal fue el dolor de Esaú cuando vio que había perdido su primogenitura para siempre. Balaam, aterrorizado por el ángel que estaba en su camino con la espada desnuda, reconoció su culpa por temor a perder la vida; pero no experimentó un arrepentimiento genuino por el pecado, ni cambio de propósito, ni aborrecimiento del mal. Judas Iscariote, después de traicionar a su Señor, exclamó: “He peca-do entregando sangre inocente”. 2 CC 21.3

Esta confesión fue arrancada a la fuerza de su alma culpable por un tremendo sentido de conde-nación y una pavorosa expectación de juicio. Las consecuencias que le sobrevendrían lo llenaban de terror, pero no experimentó profundo quebranta-miento de corazón, ni dolor en su alma, por haber traicionado al inmaculado Hijo de Dios y negado al Santo de Israel. Cuando Faraón sufría bajo los juicios de Dios, reconocía su pecado para escapar del castigo, pero volvía a desafiar al Cielo tan pronto como cesaban las plagas. Todos éstos lamentaban los resultados del pecado, pero no sentían tristeza por el pecado mismo. CC 22.1

Pero cuando el corazón cede a la influencia del Espíritu de Dios, la conciencia se vivifica y el peca-dor discierne algo de la profundidad y santidad de la sagrada ley de Dios, fundamento de su gobierno en los cielos y en la Tierra. “La luz verdadera que ilumi-na a todo hombre que viene a este mundo” 3 ilumina las cámaras secretas del ser y se manifiestan las ocul-tas cosas de las tinieblas. La convicción se posesiona de la mente y el corazón. Entonces el pecador tiene conciencia de la justicia de Jehová y siente terror de aparecer en su iniquidad e impureza delante del Escudriñador de los corazones. Ve el amor de Dios, la belleza de la santidad y el gozo de la pureza; ansia ser limpiado y restituido a la comunión con el Cielo. CC 22.2

La oración de David después de su caída ilustra la naturaleza del verdadero dolor por el pecado. Su arrepentimiento fue sincero y profundo. No hizo ningún esfuerzo por mitigar su culpabilidad; ningún deseo para escapar del juicio que lo amenazaba inspiró su oración. David vio la enormidad de su transgresión; vio las manchas de su alma; aborreció su pecado. No imploró solamente por perdón, sino también por pureza de corazón. Deseó tener el gozo de la santidad: ser restituido a la armonía y comunión con Dios. Este fue el lenguaje de su alma: CC 23.1

“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño”. 4
“Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones...
Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí...
Purifícame con hisopo y seré limpio, lávame y seré más blanco que la nieve...
¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!
No me eches de delante de ti y quites de mí tu santo Espíritu.
Devuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente...
Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, cantará mi lengua tu justicia”. 5
 CC 23.2

Efectuar un arrepentimiento como éste está más allá del alcance de nuestro propio poder; sólo se lo obtiene de Cristo, quien ascendió a lo alto y ha dado dones a los hombres. CC 23.3

Precisamente éste es un punto en el cual muchos yerran, y por esto dejan de recibir la ayuda que Cristo desea darles. Piensan que no pueden ir a Cristo a menos que primero se arrepientan, y que el arrepentimiento los prepara para el perdón de sus pecados. Es verdad que el arrepentimiento precede al perdón de los pecados, porque solamente el corazón quebrantado y contrito es el que siente la necesidad de un Salvador. Pero ¿debe el pecador esperar hasta haberse arrepentido antes de poder ir a Jesús? ¿Ha de ser el arrepentimiento un obstáculo entre el pecador y el Salvador? CC 24.1

La Biblia no enseña que el pecador deba arrepen-tirse antes de poder aceptar la invitación de Cristo: “¡Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso!” 6 La virtud que sale de Cristo es la que guía a un arrepentimiento genuino. Pedro habla del asunto de una manera muy clara en su exposición a los israelitas cuando dice: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados”. 7 Así como no podemos ser perdonados sin Cristo, tampoco podemos arrepentimos sin el Espíritu de Cristo, que es quien despierta la conciencia. CC 24.2

Cristo es la fuente de todo impulso correcto. Él es el único que puede implantar enemistad contra el pecado en el corazón. Todo deseo por verdad y pureza, toda convicción de nuestra propia pecaminosidad, es una evidencia de que su Espíritu está obrando en nuestro corazón. CC 24.3

Jesús dijo: “Yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. 8 Cristo debe ser revelado al pecador como el Salvador que muere por los pecados del mundo; y cuando contemplemos al Cordero de Dios sobre la cruz del Calvario, el misterio de la redención comenzará a descifrarse en nuestra mente y la bondad de Dios nos guiará al arrepentimiento. Al morir por los pecadores, Cristo manifestó un amor incomprensible; y este amor, a medida que el pecador lo contempla, enternece el corazón, impresiona la mente e inspira contrición en el alma. CC 25.1

Es verdad que algunas veces los hombres se avergüenzan de sus caminos pecaminosos y aban-donan algunos de sus malos hábitos antes de darse cuenta de que son atraídos a Cristo. Pero cuando hacen un esfuerzo por reformarse, nacido de un sincero deseo de hacer lo correcto, es el poder de Cristo el que los está atrayendo. Una influencia de la cual no son conscientes obra sobre el alma, la conciencia se vivifica y la vida externa se enmienda. Y a medida que Cristo los induce a mirar su cruz y contemplar a quien han traspasado sus pecados, el mandamiento halla cabida en la conciencia. Se les revela la maldad de su vida, el pecado profundamente arraigado en su alma. Comienzan a comprender algo de la justicia de Cristo, y exclaman: “¿Qué es el pecado, para que exigiera un sacrificio tal por la redención de su víctima? ¿Fueron necesarios todo este amor, todo este sufrimiento, toda esta humillación, para que no pereciéramos sino que tuviésemos vida eterna?” CC 25.2

El pecador puede resistir este amor, puede rehusar ser atraído a Cristo; pero si no se resiste será atraído a Jesús; un conocimiento del plan de la salvación lo guiará al pie de la cruz arrepentido de sus pecados, los cuales han causado los sufrimientos del amado Hijo de Dios. CC 26.1

La misma mente divina que obra en las cosas de la naturaleza habla al corazón de los hombres y crea un deseo indecible de algo que no tienen. Las cosas del mundo no pueden satisfacer su ansiedad. El Espíritu de Dios está suplicándoles que busquen las cosas que sólo pueden dar paz y descanso: la gracia de Cristo y el gozo de la santidad. Por medio de influencias visibles e invisibles, nuestro Salvador está constan-temente obrando para atraer la mente de los hombres de los vanos placeres del pecado a las bendiciones infinitas que pueden disfrutar en él. A todas estas per-sonas, que están procurando vanamente beber en las cisternas rotas de este mundo, se dirige el mensaje di-vino: “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. 9 CC 26.2

El que en su corazón anhela algo mejor que lo que este mundo puede dar, reconozca este deseo como la voz de Dios que habla a su alma. Pídale que le dé arrepentimiento, que le revele a Cristo en su amor infinito y en su pureza perfecta. En la vida del Salvador quedaron perfectamente ejemplificados los principios de la ley de Dios: amor a Dios y al hombre. La benevolencia y el amor desinteresado fueron la vida de su alma. Mientras lo contemplemos, a medida que nos inunde la luz de nuestro Salvador, será cuando veremos la pecaminosidad de nuestro corazón. CC 26.3

Podemos lisonjeamos, como lo hizo Nicodemo, de que nuestra vida ha sido muy buena, de que nuestro carácter moral es el correcto y pensar que no ne-cesitamos humillar nuestro corazón delante de Dios como el pecador común; pero cuando la luz prove-niente de Cristo resplandezca en nuestro interior, ve-remos cuán impuros somos; discerniremos el egoísmo de nuestros motivos y la enemistad contra Dios, los cuales han manchado todos los actos de nuestra vida. Entonces sabremos que nuestra propia justicia es en verdad como trapos inmundos, y que sólo la sangre de Cristo puede limpiamos de la contaminación del pecado y renovar nuestro corazón a su semejanza. CC 27.1

Un rayo de luz de la gloria de Dios, un destello de la pureza de Cristo que penetre en el alma, hace dolorosamente visible toda mancha de contaminación y descubre la deformidad y los defectos del carácter humano. Hace patente los deseos impuros, la infidelidad del corazón y la impureza de los labios. Los actos de deslealtad del pecador al querer anular la ley de Dios quedan expuestos a su vista, y su espíritu se aflige y se oprime bajo la influencia escudriñadora del Espíritu de Dios. Se aborrece a sí mismo mientras contempla el carácter puro y sin mancha de Cristo. CC 27.2

Cuando el profeta Daniel contempló la gloria que rodeaba al mensajero celestial que le había sido enviado, se sintió abrumado con un sentido de su propia debilidad e imperfección. Al describir el efecto de la maravillosa escena dice: “Estaba sin fuerzas; se demudó mi rostro, desfigurado, y quedé totalmente sin fuerzas”. 10 Cuando la persona se conmueva de esta manera odiará su egoísmo, aborrecerá su narcisismo y buscará, mediante la justicia de Cristo, la pureza de corazón que esté en armonía con la ley de Dios y el carácter de Cristo. CC 27.3

Pablo dice que “en cuanto a la justicia que se basa en la Ley” -es decir, en lo que se refiere a las obras externasera “irreprochable”; 11 pero cuando discernió el carácter espiritual de la ley se vio a sí mismo un pecador. Juzgado por la letra de la ley, así como los hombres la aplican a la vida externa, se había abstenido de pecado; pero cuando miró en las profundidades de sus santos preceptos y se vio como Dios lo veía, se humilló profundamente y confesó su pecado. Dice: “Yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí”. 12 Cuando vio la naturaleza espiritual de la ley, el pecado apareció en su verdadera fealdad y su vanidad se desvaneció. CC 28.1

Dios no considera todos los pecados como de igual magnitud; a su juicio, hay grados de culpabilidad, como los hay a juicio de los hombres; sin embargo, aunque éste o aquel acto malo pueda parecer frívolo a los ojos de los hombres, ningún pecado es pequeño a la vista de Dios. El juicio de los hombres es parcial e imperfecto; pero Dios considera todas las cosas como realmente son. El borracho es detestado y se le dice que su pecado lo excluirá del cielo, mientras que muchísimas veces el orgullo, el egoísmo y la codicia pasan sin condenarse. Pero estos pecados son especialmente ofensivos para Dios; porque son contrarios a la benevolencia de su carácter, a ese amor desinteresado que es la atmósfera misma del universo que no ha caído. El que cae en alguno de los pecados más groseros puede avergonzarse y sentir su pobreza y necesidad de la gracia de Cristo; pero el orgullo no siente ninguna necesidad, y así cierra el corazón contra Cristo y las infinitas bendiciones que él vino a derraMarcos CC 28.2

El pobre publicano que oraba: “¡Dios, ten mise-ricordia de mí, pecador!”, 13 se consideraba un hom-bre muy malvado, y así lo consideraban los demás; pero él sentía su necesidad, y con su carga de pecado y vergüenza vino delante de Dios implorando su misericordia. Su corazón estaba abierto para que el Espíritu de Dios hiciera en él su obra de gracia y lo libertase del poder del pecado. La oración jactanciosa y santurrona del fariseo mostró que su corazón estaba cerrado a la influencia del Espíritu Santo. Por estar lejos de Dios, no tenía idea de su propia corrupción, la que contrastaba con la perfección de la santidad divina. No sentía necesidad alguna, y nada recibió. CC 29.1





Primer  Anterior  2 a 4 de 4  Siguiente   Último  
Tema anterior  Tema siguiente
 
©2025 - Gabitos - Todos los derechos reservados