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General: El poder divino Cristo dice escrito está NO Matarás Éxodo 20:13
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza  (Mensaje original) Enviado: 14/12/2021 19:54

Orígenes de la Inquisición EN EL CATECISMO  MUNDIAL Daniel 7:25.    proferirá palabras contra el Altísimo y pondrá a prueba a los santos del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos y la ley, y los santos serán entregados en sus manos por un tiempo y tiempos y medio tiempo. CAP 13:7.    Se le concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos; se le concedió poderío sobre toda raza, pueblo, lengua y nación.   Apocalipsis (de Juan) 13-> Ver. 7[V.7-> Guerra contra los santos. Este lenguaje es casi idéntico al de Dan 7:21 : “Este mismo cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía”. En cuanto al cumplimiento de esta predicción, ver com. Dan 7:25. Sobre toda tribu. Una referencia a su campo de acción. Se aplica al apogeo del papado, posiblemente durante la Edad Media, cuando ejerció su dominio casi absoluto sobre Europa (ver Nota Adicional de Dan. 7), pero especialmente en el futuro, cuando resurgirá más plenamente el poder del papado (ver com. Ap 13:3; Ap 17:8). ] En el siglo XIII se estableció la más terrible de las maquinaciones del papado: la Inquisición. El príncipe de las tinieblas obró de acuerdo con los jefes de la jerarquía papal. En sus concilios secretos, Satanás y sus ángeles gobernaron los espíritus de los hombres perversos, mientras que invisible acampaba entre ellos un ángel de Dios que llevaba apunte de sus malvados decretos y escribía la historia de hechos por demás horrorosos para ser presentados a la vista de los hombres. “Babilonia la grande” fue “embriagada de la sangre de los santos”. Los cuerpos mutilados de millones de mártires clamaban a Dios venganza contra aquel poder apóstata. Pasados los primeros triunfos de la Reforma, Roma reunió nuevas fuerzas con la esperanza de acabar con ella. Entonces fue cuando nació la orden de los jesuítas, que iba a ser el más cruel, el menos escrupuloso y el más formidable de todos los campeones del papado. Libres de todo lazo terrenal y de todo interés humano, insensibles a la voz del afecto natural, sordos a los argumentos de la razón y a la voz de la conciencia, no reconocían los miembros más ley, ni más sujeción que las de su orden, y no tenían más preocupación que la de extender su poderío. El Evangelio de Cristo había capacitado a sus adherentes para arrostrar los peligros y soportar los padecimientos, sin desmayar por el frío, el hambre, el trabajo o la miseria, y para sostener con denuedo el estandarte de la verdad frente al potro, al calabozo y a la hoguera. Para combatir contra estas fuerzas, el jesuitismo inspiraba a sus adeptos un fanatismo tal, que los habilitaba para soportar peligros similares y oponer al poder de la verdad todas las armas del engaño. Para ellos ningún crimen era demasiado grande, ninguna mentira demasiado vil, ningún disfraz demasiado difícil de llevar. Ligados por votos de pobreza y de humildad perpetuas, estudiaban el arte de adueñarse de la riqueza y del poder para consagrarlos a la destrucción del protestantismo y al restablecimiento de la supremacía papal. Al darse a conocer como miembros de la orden, se presentaban con cierto aire de santidad, visitando las cárceles, atendiendo a los enfermos y a los pobres, haciendo profesión de haber renunciado al mundo, y llevando el sagrado nombre de Jesús, de Aquel que anduvo haciendo bienes. Pero bajo esta fingida mansedumbre, ocultaban a menudo propósitos criminales y mortíferos. Era un principio fundamental de la orden, que el fin justifica los medios. Según dicho principio, la mentira, el robo, el perjurio y el asesinato, no sólo eran perdonables, sino dignos de ser recomendados. siempre que vieran los intereses de la iglesia. Con muy diversos disfraces se introducían los jesuitas en los puestos del estado, elevándose hasta la categoría de consejeros de los reyes, y dirigiendo la política de las naciones. Se hacían criados para convertirse en espías de sus señores. Establecían colegios para los hijos de príncipes y nobles, y escuelas para los del pueblo; y los hijos de padres protestantes eran inducidos a observar los ritos romanistas. Toda la pompa exterior desplegada en el culto de la iglesia de Roma se aplicaba a confundir la mente y ofuscar y embaucar la imaginación, para que los hijos traicionaran aquella libertad por la cual sus padres habían trabajado y derramado su sangre. Los jesuitas se esparcieron rápidamente por toda Europa y doquiera iban lograban reavivar el papismo.

Conflicto Siglos, 249-25 PODER JESUITA SU JURAMENTO MANDA A MATAR A TODO QUIEN NO LE ADORE.



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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 14/12/2021 20:01

Los Jesuitas – 1540

Su Propósito Y Juramento

 

El propósito de la Orden Jesuita, formalmente establecido por el Papa en 1540, es destruir la Reforma Protestante. Ellos lo llaman la Contra-Reforma. Nicolini de Roma escribió:

«Los Jesuitas, por su mismo llamado, por la misma esencia de su institución, están ligados a buscar, por cada medio, recto o malo, la destrucción del Protestantismo. Esta es la condición de su existencia, el deber que ellos deben cumplir, o cesar de ser Jesuitas». [Las Huellas de los Jesuitas, R. W. Thompson, 1894]

 

Extracto del Juramento de los Jesuitas

 «Tú debes servir en el tiempo debido como el instrumento y ejecutor dirigido por tus superiores; porque ninguno puede comandar aquí que no haya consagrado sus labores con la sangre de los herejes; porque ‘sin el derramamiento de sangre ningún hombre puede ser salvado’.

«Yo, _____, ahora, en la presencia del Dios Todopoderoso, la bendita Virgen María, el bendito Miguel Arcángel, el bendito San Juan el Bautista, los Santos Apóstoles, San Pedro y San Pablo y todos los santos y sagradas huestes del cielo… …

«Yo, además de esto, prometo y declaro que, cuando la oportunidad se presente, haré y pelearé una guerra incesante, secreta y abierta, contra todos los herejes, Protestantes y Liberales, como sea dirigido a hacerlo.

«[*Y] que cuando la misma no pueda ser hecha abiertamente, yo usaré secretamente la copa envenenada, la cuerda de estrangulación, el acero del puñal (una daga) o la bala de plomo, sin considerar el honor, rango, dignidad, o autoridad, de la persona o las personas, cualquiera pueda ser su condición en la vida, ya pública o privada, como yo sea en ese tiempo dirigido a hacerlo por algún agente del Papa o superior de la hermandad de la santa fe, de la Sociedad de Jesús». [La Cruz Doble: Alberto, Parte 2, 1981]

 

* * *

 

En adición al Juramento, los Jesuitas tienen una guía titulada Secreta Monita. Para el conocimiento del autor la misma ha sido solamente puesto al descubierto ante el mundo dos veces: una en los años 1600 y otra en los años 1800. A causa de la magnitud de su contenido que se relaciona con nuestro tema, Las Instrucciones Secretas De Los Jesuitas (1857) está reimpreso en su totalidad [en Los Asesinos Del Vaticano].Los Jesuitas son los verdaderos autores del socialismo-comunismo. El sistema económico de la Edad Media fue el feudalismo consistente en unos pocos ricos terratenientes y los muchos pobres campesinos. Era un pecado hacer alguna ganancia para cualquiera que no fueran los señores feudales. Entonces, si el mundo ha de ser retornado a la Edad de las Tinieblas, la clase media Protestante debe ser destruida. El Socialismo-Comunismo cumplimentó esto, habiendo rendido sus amargos frutos tanto en Gran Bretaña como en los Estados Unidos. El gran engaño es que los Judíos son los autores del comunismo. (¿Después de todo, no es el Sionismo comunismo Judío?) Los hechos son que los Jesuitas usaron sus Judíos Masónicos para introducirlo en 1848 y otra vez en 1917 con la Revolución Bolchevique.

Los Jesuitas entonces movieron a su Masón FDR [*Franklin Delano Roosevelt, cuando fue presidente de EEUU] a reconocer el sanguinario gobierno de Rusia en 1933. Los Jesuitas entonces financiaron el comunismo Ruso con sus Caballeros de Malta en Wall Street. Esto habilitó a Joseph Stalin a llevar a cabo las purgas de los años treinta.

Habiendo engañado al mundo en creer que el comunismo era de origen Judío, los Jesuitas entonces utilizaron a Hitler para implementar «la Solución Final a la Cuestión Judía» –en prosecución del maligno Concilio de Trento. El resultado fue el asesinato en masa de las Juderías Europeas y Rusas en las manos de los SS controlados por los Jesuitas.

Al final de la Segunda Guerra de los Treinta Años (1945) los Jesuitas, con su Línea de Fuga del Vaticano, ayudaron a los Nazis sobresalientes a escapar a Sud América. Y ¿dónde en Sud América? A los antiguos dominios donde el comunismo socialista había sido perfeccionado por los padres Jesuitas –en la nación de Paraguay.

Los Jesuitas entraron en Paraguay en los tempranos años 1600, enviados por los reyes de España y Portugal. Ellos establecieron su supremacía sobre los nativos llamados «Indios Guaraníes» y no les permitieron mezclarse con los Españoles o Portugueses. Fue entre este pueblo que los Jesuitas establecieron sus comunas llamadas «reducciones».




Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 14/12/2021 20:35





LA SANTA BIBLIA DICE NO MATARAS EXODO 20:13 .


LA ORGANIZACION MUNDIAL PRESIDENTES REYES PAPADO ONU Organización PARA MATAR .NUEVO ORDEN MUNDIAL . A FAVOR El Movimiento de Integración y Liberación Homosexual LGTB ,El estatus legal de la práctica del aborto varía considerablemente entre países y ha cambiado a lo largo del tiempo. Dichas leyes van desde la libre disponibilidad del aborto a solicitud de la mujer,cambio de sexo ,niños cambio de sexo los padres encarcelados por no aceptar el cambio de sexo de los hijos ,padres encarcelados por leerles la Santa Biblia ,el estado va ser dueño de los hijos van a ser quien decida sobre tus hijos LA ONU SERA DUEÑO DE TUS HIJOS EL PAPADO SERA DUEÑO DE TUS HIJOS CURAS MONJAS .


Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 05/03/2022 17:41

Arrepentimiento

¿CÓMO SE JUSTIFICARÁ el hombre ante Dios? ¿Cómo se hará justo al pecador? Sólo por medio de Cristo podemos ponemos en armonía con Dios y la santidad; pero, ¿cómo iremos a Cristo? Muchos formulan la misma pregunta que hicieron las multitudes el Día de Pentecostés, cuando, convencidas de su pecado, exclamaron: “¿Qué ha-remos?” La primera palabra de respuesta de Pedro fue: “Arrepentíos”. Poco después, en otra ocasión, dijo: “Arrepentíos y convertios, para que sean bo-rrados vuestros pecados”. 1 CC 21.1

El arrepentimiento incluye tristeza por el pecado y abandono del mismo. No renunciaremos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad; mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá cambio real en la vida. CC 21.2

Hay muchos que no entienden la verdadera natu-raleza del arrepentimiento. Gran número de personas se entristecen por haber pecado e incluso se reforman exteriormente porque temen que su mala vida les acarree sufrimientos. Pero esto no es arrepentimiento en el sentido bíblico. Lamentan el sufrimiento antes que el pecado. Tal fue el dolor de Esaú cuando vio que había perdido su primogenitura para siempre. Balaam, aterrorizado por el ángel que estaba en su camino con la espada desnuda, reconoció su culpa por temor a perder la vida; pero no experimentó un arrepentimiento genuino por el pecado, ni cambio de propósito, ni aborrecimiento del mal. Judas Iscariote, después de traicionar a su Señor, exclamó: “He peca-do entregando sangre inocente”. 2 CC 21.3

Esta confesión fue arrancada a la fuerza de su alma culpable por un tremendo sentido de conde-nación y una pavorosa expectación de juicio. Las consecuencias que le sobrevendrían lo llenaban de terror, pero no experimentó profundo quebranta-miento de corazón, ni dolor en su alma, por haber traicionado al inmaculado Hijo de Dios y negado al Santo de Israel. Cuando Faraón sufría bajo los juicios de Dios, reconocía su pecado para escapar del castigo, pero volvía a desafiar al Cielo tan pronto como cesaban las plagas. Todos éstos lamentaban los resultados del pecado, pero no sentían tristeza por el pecado mismo. CC 22.1

Pero cuando el corazón cede a la influencia del Espíritu de Dios, la conciencia se vivifica y el peca-dor discierne algo de la profundidad y santidad de la sagrada ley de Dios, fundamento de su gobierno en los cielos y en la Tierra. “La luz verdadera que ilumi-na a todo hombre que viene a este mundo” 3 ilumina las cámaras secretas del ser y se manifiestan las ocul-tas cosas de las tinieblas. La convicción se posesiona de la mente y el corazón. Entonces el pecador tiene conciencia de la justicia de Jehová y siente terror de aparecer en su iniquidad e impureza delante del Escudriñador de los corazones. Ve el amor de Dios, la belleza de la santidad y el gozo de la pureza; ansia ser limpiado y restituido a la comunión con el Cielo. CC 22.2

La oración de David después de su caída ilustra la naturaleza del verdadero dolor por el pecado. Su arrepentimiento fue sincero y profundo. No hizo ningún esfuerzo por mitigar su culpabilidad; ningún deseo para escapar del juicio que lo amenazaba inspiró su oración. David vio la enormidad de su transgresión; vio las manchas de su alma; aborreció su pecado. No imploró solamente por perdón, sino también por pureza de corazón. Deseó tener el gozo de la santidad: ser restituido a la armonía y comunión con Dios. Este fue el lenguaje de su alma: CC 23.1

“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño”. 4
“Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones...
Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí...
Purifícame con hisopo y seré limpio, lávame y seré más blanco que la nieve...
¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!
No me eches de delante de ti y quites de mí tu santo Espíritu.
Devuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente...
Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, cantará mi lengua tu justicia”. 5
 CC 23.2

Efectuar un arrepentimiento como éste está más allá del alcance de nuestro propio poder; sólo se lo obtiene de Cristo, quien ascendió a lo alto y ha dado dones a los hombres. CC 23.3

Precisamente éste es un punto en el cual muchos yerran, y por esto dejan de recibir la ayuda que Cristo desea darles. Piensan que no pueden ir a Cristo a menos que primero se arrepientan, y que el arrepentimiento los prepara para el perdón de sus pecados. Es verdad que el arrepentimiento precede al perdón de los pecados, porque solamente el corazón quebrantado y contrito es el que siente la necesidad de un Salvador. Pero ¿debe el pecador esperar hasta haberse arrepentido antes de poder ir a Jesús? ¿Ha de ser el arrepentimiento un obstáculo entre el pecador y el Salvador? CC 24.1

La Biblia no enseña que el pecador deba arrepen-tirse antes de poder aceptar la invitación de Cristo: “¡Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso!” 6 La virtud que sale de Cristo es la que guía a un arrepentimiento genuino. Pedro habla del asunto de una manera muy clara en su exposición a los israelitas cuando dice: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados”. 7 Así como no podemos ser perdonados sin Cristo, tampoco podemos arrepentimos sin el Espíritu de Cristo, que es quien despierta la conciencia. CC 24.2

Cristo es la fuente de todo impulso correcto. Él es el único que puede implantar enemistad contra el pecado en el corazón. Todo deseo por verdad y pureza, toda convicción de nuestra propia pecaminosidad, es una evidencia de que su Espíritu está obrando en nuestro corazón. CC 24.3

Jesús dijo: “Yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. 8 Cristo debe ser revelado al pecador como el Salvador que muere por los pecados del mundo; y cuando contemplemos al Cordero de Dios sobre la cruz del Calvario, el misterio de la redención comenzará a descifrarse en nuestra mente y la bondad de Dios nos guiará al arrepentimiento. Al morir por los pecadores, Cristo manifestó un amor incomprensible; y este amor, a medida que el pecador lo contempla, enternece el corazón, impresiona la mente e inspira contrición en el alma. CC 25.1

Es verdad que algunas veces los hombres se avergüenzan de sus caminos pecaminosos y aban-donan algunos de sus malos hábitos antes de darse cuenta de que son atraídos a Cristo. Pero cuando hacen un esfuerzo por reformarse, nacido de un sincero deseo de hacer lo correcto, es el poder de Cristo el que los está atrayendo. Una influencia de la cual no son conscientes obra sobre el alma, la conciencia se vivifica y la vida externa se enmienda. Y a medida que Cristo los induce a mirar su cruz y contemplar a quien han traspasado sus pecados, el mandamiento halla cabida en la conciencia. Se les revela la maldad de su vida, el pecado profundamente arraigado en su alma. Comienzan a comprender algo de la justicia de Cristo, y exclaman: “¿Qué es el pecado, para que exigiera un sacrificio tal por la redención de su víctima? ¿Fueron necesarios todo este amor, todo este sufrimiento, toda esta humillación, para que no pereciéramos sino que tuviésemos vida eterna?” CC 25.2

El pecador puede resistir este amor, puede rehusar ser atraído a Cristo; pero si no se resiste será atraído a Jesús; un conocimiento del plan de la salvación lo guiará al pie de la cruz arrepentido de sus pecados, los cuales han causado los sufrimientos del amado Hijo de Dios. CC 26.1

La misma mente divina que obra en las cosas de la naturaleza habla al corazón de los hombres y crea un deseo indecible de algo que no tienen. Las cosas del mundo no pueden satisfacer su ansiedad. El Espíritu de Dios está suplicándoles que busquen las cosas que sólo pueden dar paz y descanso: la gracia de Cristo y el gozo de la santidad. Por medio de influencias visibles e invisibles, nuestro Salvador está constan-temente obrando para atraer la mente de los hombres de los vanos placeres del pecado a las bendiciones infinitas que pueden disfrutar en él. A todas estas per-sonas, que están procurando vanamente beber en las cisternas rotas de este mundo, se dirige el mensaje di-vino: “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. 9 CC 26.2

El que en su corazón anhela algo mejor que lo que este mundo puede dar, reconozca este deseo como la voz de Dios que habla a su alma. Pídale que le dé arrepentimiento, que le revele a Cristo en su amor infinito y en su pureza perfecta. En la vida del Salvador quedaron perfectamente ejemplificados los principios de la ley de Dios: amor a Dios y al hombre. La benevolencia y el amor desinteresado fueron la vida de su alma. Mientras lo contemplemos, a medida que nos inunde la luz de nuestro Salvador, será cuando veremos la pecaminosidad de nuestro corazón. CC 26.3

Podemos lisonjeamos, como lo hizo Nicodemo, de que nuestra vida ha sido muy buena, de que nuestro carácter moral es el correcto y pensar que no ne-cesitamos humillar nuestro corazón delante de Dios como el pecador común; pero cuando la luz prove-niente de Cristo resplandezca en nuestro interior, ve-remos cuán impuros somos; discerniremos el egoísmo de nuestros motivos y la enemistad contra Dios, los cuales han manchado todos los actos de nuestra vida. Entonces sabremos que nuestra propia justicia es en verdad como trapos inmundos, y que sólo la sangre de Cristo puede limpiamos de la contaminación del pecado y renovar nuestro corazón a su semejanza. CC 27.1

Un rayo de luz de la gloria de Dios, un destello de la pureza de Cristo que penetre en el alma, hace dolorosamente visible toda mancha de contaminación y descubre la deformidad y los defectos del carácter humano. Hace patente los deseos impuros, la infidelidad del corazón y la impureza de los labios. Los actos de deslealtad del pecador al querer anular la ley de Dios quedan expuestos a su vista, y su espíritu se aflige y se oprime bajo la influencia escudriñadora del Espíritu de Dios. Se aborrece a sí mismo mientras contempla el carácter puro y sin mancha de Cristo. CC 27.2

Cuando el profeta Daniel contempló la gloria que rodeaba al mensajero celestial que le había sido enviado, se sintió abrumado con un sentido de su propia debilidad e imperfección. Al describir el efecto de la maravillosa escena dice: “Estaba sin fuerzas; se demudó mi rostro, desfigurado, y quedé totalmente sin fuerzas”. 10 Cuando la persona se conmueva de esta manera odiará su egoísmo, aborrecerá su narcisismo y buscará, mediante la justicia de Cristo, la pureza de corazón que esté en armonía con la ley de Dios y el carácter de Cristo. CC 27.3

Pablo dice que “en cuanto a la justicia que se basa en la Ley” -es decir, en lo que se refiere a las obras externasera “irreprochable”; 11 pero cuando discernió el carácter espiritual de la ley se vio a sí mismo un pecador. Juzgado por la letra de la ley, así como los hombres la aplican a la vida externa, se había abstenido de pecado; pero cuando miró en las profundidades de sus santos preceptos y se vio como Dios lo veía, se humilló profundamente y confesó su pecado. Dice: “Yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí”. 12 Cuando vio la naturaleza espiritual de la ley, el pecado apareció en su verdadera fealdad y su vanidad se desvaneció. CC 28.1

Dios no considera todos los pecados como de igual magnitud; a su juicio, hay grados de culpabilidad, como los hay a juicio de los hombres; sin embargo, aunque éste o aquel acto malo pueda parecer frívolo a los ojos de los hombres, ningún pecado es pequeño a la vista de Dios. El juicio de los hombres es parcial e imperfecto; pero Dios considera todas las cosas como realmente son. El borracho es detestado y se le dice que su pecado lo excluirá del cielo, mientras que muchísimas veces el orgullo, el egoísmo y la codicia pasan sin condenarse. Pero estos pecados son especialmente ofensivos para Dios; porque son contrarios a la benevolencia de su carácter, a ese amor desinteresado que es la atmósfera misma del universo que no ha caído. El que cae en alguno de los pecados más groseros puede avergonzarse y sentir su pobreza y necesidad de la gracia de Cristo; pero el orgullo no siente ninguna necesidad, y así cierra el corazón contra Cristo y las infinitas bendiciones que él vino a derraMarcos CC 28.2

El pobre publicano que oraba: “¡Dios, ten mise-ricordia de mí, pecador!”, 13 se consideraba un hom-bre muy malvado, y así lo consideraban los demás; pero él sentía su necesidad, y con su carga de pecado y vergüenza vino delante de Dios implorando su misericordia. Su corazón estaba abierto para que el Espíritu de Dios hiciera en él su obra de gracia y lo libertase del poder del pecado. La oración jactanciosa y santurrona del fariseo mostró que su corazón estaba cerrado a la influencia del Espíritu Santo. Por estar lejos de Dios, no tenía idea de su propia corrupción, la que contrastaba con la perfección de la santidad divina. No sentía necesidad alguna, y nada recibió. CC 29.1





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