Transitar un duelo es difícil. Y la vida nos propone duelos por demás: una pareja que termina, los hijos que se van, el cuerpo que pierde habilidades, lugares que ya no volveremos a ver, animales queridos, tantas, tantas cosas... Además hay duelos por asuntos invisibles: resignar no sólo lo que ya fue, sino lo que nunca ha sido: anhelos incumplidos, proyectos que no llegaron a realizarse, amores truncos aún antes de empezar...
Es parte vital de la tarea humana atravesar esos dolores, más grandes o más pequeños. Como aquellos que caminan sobre brasas, estamos llamados a cruzar este dolor, aunque queme, para pasar al otro lado. ¿Y qué hay del otro lado? Difícil es concebirlo mientras estamos aún en carne viva. Pero si nos animamos a seguir caminando, del otro lado nos pueden esperar distintas preciosuras: templanza, integridad, comprensión, madurez, apertura, claridad, y... )quién sabe!(, a veces Alegría. Una alegría que no es ortopédica, no es postiza, pues nada externo la provoca. Es legítimamente interna: una rara inflorescencia que se abre paso entre las viejas espinas. Si lo has vivido alguna vez, bien lo sabrás (con sólo rememorar, seguramente hallarás en tu haber esta experiencia... Y hasta es posible que sientas compasión y cariño por ese doliente que has sido...). O bien, si lo que estás viviendo es el dolor, al menos tal vez puedas darle la oportunidad a que algo Nuevo germine del ese amargo terreno. Ojalá que así sea, para cada uno de nosotros.Llegué por el dolor a la alegría.Supe por el dolor que el alma existe.Por el dolor, allá en mi reino triste,un misterioso sol amanecía.Era alegría la mañana fríay el viento loco y cálido que embiste.(Alma que verdes primaveras vistemaravillosamente se rompía.)Así la siento más. Al cielo apuntoy me responde cuando le preguntocon dolor tras dolor para mi herida.Y mientras se ilumina mi cabezaruego por el que he sido en la tristezaa las divinidades de la vida.JOSÉ HIERRO *
|
|
|
|
|
|
|
|