Los médicos estamos acostumbrados a recibir llamadas a cualquier hora.
Una noche, un hombre al que conocía llamó y me despertó.
—Lamento molestarlo a estas horas —dijo—, pero creo que mi esposa tiene apendicitis.
Todavía medio dormido, le recordé que le había extirpado el apéndice inflamado
a su esposa un par de años atrás.
—¿Ha escuchado de alguien que tenga un segundo apéndice? —pregunté.
—Tal vez no haya usted escuchado nunca de un caso de segundo apéndice —respondió—,
pero seguramente si habrá oído hablar de casos de una segunda esposa.
Hace unos días, una clienta llevó a sus dos gatos a la veterinaria de mi esposo para su revisión anual.
Uno era un rollizo y atigrado, mientras que el otro era un largo gato negro de pelo muy brillante.
Ella puso mucha atención cuando coloqué a cada uno de ellos en la balanza.
—Pesan casi lo mismo —le dije.
—¡Eso prueba todo! —exclamó—. El negro te hace lucir más delgado; y las rayas te hacen ver más gordo.
Una mañana, tan pronto como se abrieron las puertas de la joyería donde trabajo, llegó un hombre
corriendo a toda prisa al mostrador de la joyería. Dijo que necesitaba un par de aros de diamantes.
Le mostré diferentes modelos, y él rápidamente eligió un par.
Cuando le pregunté si quería que se los envolviera para regalo, me dijo:
—Estaría muy bien siempre y cuando no tarde; me olvidé de que hoy es mi aniversario y mi esposa
cree que sólo salí a tirar la basura.
Era el primer trabajo de nuestra entusiasta y nueva recepcionista, y esto se notaba en su
forma de vestir: su atuendo atrevido decía a gritos “escuela” más que “oficina”.
De la manera más diplomática que encontró, nuestro jefe la llamó a su oficina, le pidió que se
sentara y le dijo que tendría que vestirse de un modo más apropiado.
—¿Por qué? —preguntó ella—. ¿Me va a invitar a comer?