Los que nos han contado cuentos en nuestra infancia han marcado nuestra forma de sentir y de posicionarnos ante la vida. En la infancia los relatos fantásticos son los grandes aliados del adulto para desarrollar la fantasía en los niños y niñas, son los encargados de crear el puente que facilita el pasar de las leyes físicas finitas y concretas al mundo de la magia del todo es posible, para desde ahí encontrar las soluciones creativas que van mucho más allá de lo puramente real. Son relatos que el niño y la niña entienden. El cuento al mostrar, con un lenguaje simbólico, personajes y situaciones muy definidas, es decir sin contradicciones ni ambivalencias (los buenos son guapos y van vestidos de colores claros, los malos son feos y sus ropajes son de colores oscuros) sintoniza perfectamente con el tipo de elaboración mental que el niño y la niña hace, que es siempre desde parámetros muy concretos en donde ellos son el centro y las cosa tienen vida por sí mismas. Los cuentos, además, nos dan pautas para encontrar la solución mágica, lo inesperado, lo que tiene que ver con la intuición, con los parámetros internos, a los cuales accedemos si nos entregamos, como, “el héroe o heroína” de los relatos, al viaje iniciativo que les lleva a no se sabe dónde para solucionar algo casi imposible. El cuento, desde un lenguaje simbólico, nos habla de nosotros mismos, de nuestros aspectos más profundos, de la necesidad de trasformarnos para llegar a ser sabios. Nos hablan de cómo enfrentarnos a los monstruos, dragones, ogros, brujas…, que no son otra cosa que los personajes internos que nos llenan de miedo inseguridad, contradicciones, rencor, etc. además de mostrar conflictos, intrigas, situaciones inesperadas, procesos de la naturaleza…etc. También hablan de los miedos, inseguridades, recelos, odios…que los pequeños sienten y que les llevan a sentirse culpables y al mismo tiempo, no considerados en su justo valor. El cuento les ayuda a identificarse y proyectarse en esas situaciones y personajes, el final feliz supone una liberación y un descanso interno, además de un posible aprendizaje. Su lenguaje claro y concreto y su simbología profunda y evocadora, hacen que no sea necesario captar completamente el mensaje del contenido del texto, solo tienen que dejarse llevar.
Clarissa Pinkola-Estés
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