El ritual es tan cotidiano que ya lo tenemos naturalizado: terminar de
comer, llevar el plato a la cocina y rasparlo sobre el tacho de basura para
quitarle las sobras. Pero ¿qué hay detrás de ese gesto? ¿Qué implica, para
las personas y para el planeta, desperdiciar alimentos en buen estado?
Cuando éramos chicos, si no dejábamos vacío el plato, nuestras madres nos hacían
escarmentar con la cantidad de chicos que no tenían comida. Y tan equivocadas
no estaban. En un mundo donde una de cada ocho personas sufre hambre crónica, un
tercio de todos los alimentos que se producen termina en la
basura. Recuperar tan solo la mitad de esto que se tira bastaría para alimentar a toda la humanidad.
Pero, además de las consecuencias negativas que tiene si lo pensamos en
términos de la lucha contra el hambre, el desecho de alimentos representa una
gran pérdida en términos de mano de obra, agua, energía,
tierra y otros insumos usados en la producción, además de generar una enorme contaminación ambiental.
Como la mayor parte se desperdicia a nivel del consumidor, es
mucho lo que a nivel individual se puede hacer para
reducir el desperdicio. Te contamos cómo podés evitarlo vos.
¿Qué tirás cuando tirás comida?
Además de poner en jaque la disponibilidad de alimentos para una población mundial
que crece de forma exponencial, la comida en buen estado que termina en la
basura se lleva con ella el agua y la tierra que fueron necesarias para su
producción. Se calcula que la huella hídrica (esto es: la cantidad de agua
potable que fue utilizada para producir esos alimentos que nadie va
a comer) es de aproximadamente 250 kilómetros cúbicos, lo cual equivale al caudal anual del río Volga.
Además, la superficie de tierra utilizada en vano para la
producción de eso que se desperdicia formaría el segundo país más grande del mundo.
Los alimentos no consumidos hacen inútiles casi 1,4 millones
de hectáreas de tierra cultivable, cerca del 30% de la superficie agrícola del mundo.
En cuanto a la contaminación, se calcula que si la pérdida y el desperdicio mundial de
alimentos fuera un país, sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero
y el mayor usuario del agua de riego. En total, por esta causa se emiten en
el mundo unas 3,3 gigatoneladas de dióxido
de carbono, solo superadas por lo que emiten China y Estados Unidos.
En la Argentina, en particular en el Área Metropolitana de Buenos Aires, los
desechos alimenticios son el primer componente en el flujo de residuos
sólidos que se entierran en relleno sanitario, donde, al
no contar con luz y aire, producen metano, un gas de efecto invernadero especialmente perjudicial.
En el desafío de evitar la pérdida y el desperdicio de alimentos, cada segundo
cuenta. Es que cuanto más tarde se pierde un producto alimentario a lo largo
de la cadena, mayores serán las consecuencias ambientales, ya que al coste
inicial de producción hay que sumar los costes ambientales que
se aplicaron durante el procesado, transporte, almacenamiento y la disposición final.
Pero, ¿podemos hacer algo al respecto? Claro que sí, muchísimo. Empezando
por casa. La próxima vez que vayas a tirar a la basura las sobras de una comida,
no lo hagas automáticamente: detenete un minuto a pensar estos datos.
¿Y entonces? Entonces preguntate si realmente se justifica tirar esos alimentos,
pero por sobre todas las cosas preguntate si la próxima
vez podrías evitar que haya un "sobrante" en los platos. Te decimos de qué manera.
¿Cómo evitar tirar comida?
Reducir el desperdicio de alimentos depende en gran medida de que adoptemos
nuevos hábitos. No se trata de hacer grandes cambios sino de
aplicar algunas conductas muy prácticas que, como beneficio extra, te van a hacer ahorrar plata.
Planificá las compras. Cuando vayas a hacer compras, evitá la improvisación. Hacé
una lista a conciencia teniendo en cuenta lo que tenés y lo que
realmente necesitás, sin dejarte cautivar por el marketing y la
publicidad. Comprá lo que vayas a usar en el corto plazo.
Acopiar alimentos sin planificación ensancha el margen de generar desperdicios.
No cocines de más. No hace falta que prepares comida para un batallón. Olvidate
de la frase "más vale que sobre y no que falte". Ni que
sobre ni que falte, calculá a partir de los hábitos alimentarios de tu familia y cociná solo lo necesario.
No exageres. Los alimentos se deterioran siempre, pero eso no significa que los días
posteriores a la fecha de vencimiento sea peligroso
comerlos. La fecha de caducidad de los productos es más
bien una de consumo preferente. Pero si ves que un producto está próximo a
vencer, planificá una receta para utilizarlos. Y recordá poner los productos
recién comprados en la parte de atrás de
la heladera o alacena, así se consumen antes los que llevan ahí mayor tiempo.
Llevate la "doggy bag". Que no te dé vergüenza. Si vas a comer afuera y te sobra
comida, pedile al mozo que te la envuelva
para llevar. Además de evitar que se tire, vas a tener resuelta una comida para otro momento.
Separá los residuos. No solo vas a ayudar a reducir la cantidad de basura
que se genera en tu ciudad. Separando los residuos entre orgánicos
e inorgánicos, vas a poder dimensionar
cuánta comida estás tirando y será más fácil cambiar tu conducta y la de tu familia.
Compostá. Muchas veces, no queda otra que tirar la comida, pero aun en ese
caso podés hacer algo. A nivel individual, el compostaje
doméstico -que sirve luego como abono para la tierra- puede desviar potencialmente
hasta 150 kg de residuos de alimentos por hogar al año.
Bancos de alimentos
Una gran iniciativa a nivel mundial son los bancos alimentarios. Se trata de
entidades cuya función es el recupero de alimentos que por alguna razón salieron
del circuito comercial, pero que son perfectamente aptos para ser consumidos. En
la Argentina existen 17 bancos alimentarios que reciben la donación de alimentos de
empresas, productores agropecuarios y supermercados y los almacenan, clasifican
y distribuyen entre organizaciones comunitarias.
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