¡Ver, o no ver al niño!
Entre sus fieles apóstoles, la Gospa cuenta con médicos y especialistas en todas las ramas de la ciencia médica. Uno de ellos, un cardiólogo muy renombrado, nos contó este episodio poco común…
|
|
Una mujer que estaba en su sexto mes de embarazo fue a consultarlo para que le diera su opinión de especialista sobre una ecografía fetal que hacía suponer que su futuro bebé tendría un problema. Después de examinarla el doctor confirmó la presencia de una malformación cardiaca en el feto. Pero la tranquilizó diciéndole que aquella era operable y con muy buen pronóstico. Sin embargo, ese tipo de malformación cardiaca puede estar asociado al síndrome de Down, en un tercio de los casos. Al enterarse de esto, la pareja aceptó realizar una amniocentesis (extracción del líquido amniótico que rodea al feto) para ver si su hijo tenía trisomía del par 21 y reflexionar luego sobre quedarse con el niño, o no. Conocemos demasiado bien las presiones que la mayoría de los consejeros médicos ejercen sobre los padres, cuando hay un problema de salud en el niño, en vistas a favorecer el aborto. El “veredicto” de la amniocentesis los dejó muy golpeados: el niño tenía el síndrome de Down. La pareja decidió interrumpir el embarazo en el octavo mes. Esto es, en una especie de parto provocado, la vida del niño sería interrumpida por un profesional antes de que saliera del seno materno. Aquí, el vocabulario empleado es significativo ya que no se dice que la vida de un ser humano es condenada a muerte, sino que se habla de un “mal embarazo” y se afirma que la mejor solución para todos es de “detenerlo y reiniciar otro”. Personas allegadas a la pareja comenzaron a orar ardientemente para que este niño, esta criatura de Dios, pudiera ver la luz del día. El día “D” en que esta madre debía dejar que su hijo muriera se acercaba. Nuestros amigos la llamaron la víspera por si había novedades… Nada, la pareja estaba decidida a interrumpir el embarazo y la madre sería admitida en el hospital a las 7 de la mañana del día siguiente. Nuestros amigos redoblaron la oración, quebrados por el dolor ante esta decisión. Pero no oraron en vano ya que, hacia las 3 de la madrugada, la madre comenzó de improviso a tener contracciones muy seguidas y ¡en menos de una hora dio a luz en su casa antes de poder ser transferida al hospital! ¡¡El pequeñito tuvo la buena idea de nacer en forma espontánea algunas horas antes de su ejecución!! Cuando nuestro cardiólogo llegó al hospital, se encontró con unos padres en estado de shock, verdaderamente conmocionados! Tenían ahora a su hijo entre sus brazos y se golpeaban la frente diciendo: “¡Somos unos criminales! Ayer, nosotros mismos firmamos su ejecución… ¡íbamos a matar a esta pequeña criaturita! ¡No somos dignos de ser sus padres! Doctor, por favor, ¡haga todo cuanto sea necesario para que se salve! Y besaban con ternura al pequeñín. ¡Padres! ¿Un hijo no es acaso el mismo en el seno materno que fuera de él? ¿Por qué ese bebé enfermo, cuando permanecía oculto en el seno de su madre, era indeseable y estaba condenado, mientras que cuando se hizo visible, había que intentarlo todo para protegerlo y conservarlo? ¿Debemos acaso esperar poder ver a nuestro hijo con nuestros propios ojos, tocarlo con nuestras propias manos para darnos cuenta de que es un tesoro, una criatura de Dios que merece vivir? Aquel niño, que ha sabido sortear la trampa de los tramposos, ha sido operado y ahora goza de buena salud. Con su síndrome de Down, forma parte de aquellos que, en medio de nuestro mundo agitado y materialista, funcionan como balizas de alerta. ¡No los rechacemos! Nos recuerdan que el corazón humano y su inmensa capacidad de amor son más importantes que todo lo demás, y que en el último día, la inocencia de los niños vencerá a todos los Goliat destructores que conforman nuestra triste cultura de la muerte. ¡La verdadera grandeza está del lado de estos angelitos y del lado de todos cuantos los acogen! ”Quien recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, me recibe a mí”, dice Jesús (Lc 9, 48)
VidaPositiva.com
|
|