y que invita a la enmienda...
Todas las semillas que debo ir sembrando
a mi paso como el Divino Sembrador.
Qué importa, si germinan y dan fruto,
que yo no llegue a saberlo.
Sembrar con desinterés y con amor.
Y quizá también un día tendré una grata sorpresa,
aquella palabra dicha al pasar cayó,
en tierra fértil y en ella arraigó...
y la planta creció y dio luego flores y frutos.
¡Ah, la semilla que dejé caer sin casi darme cuenta,
y que la Mano Divina cultivó en aquella alma,
tierra buena y fecunda!
Fue un buen deseo provocado
por aquella palabra, fue una alegría causada,
fue una vocación confirmada, fue...
la semilla de aquella palabra que brotó y dio su fruto
¡Gracias Señor! Quiero ser sembrador!
siempre y en todas partes.
Sembrador de alegría, de paz, de consuelo,
sembrador de esperanzas, de fe y de amor.
Dejar caer mis semillas con amor
desinteresado y generoso.
Que muchas no germinarán
¡no importa! mi deber es sembrar.
Lo iré cumpliendo sin descanso
y dejaré al Sembrador Divino,
al Único que puede dar a la semilla
el poder de germinar y crecer,
y el poder dar fruto al éxito de mi trabajo.
Seré el sembrador humilde y silencioso
que se contenta con sembrar
y esperar en la paciencia.
¡Un día, quizás no muy lejano,
los frutos de mi siembra alegrarán a Dios!
De la red.