Razón, filosofía y educación
Fernando Savater
1. Razón e información
La
suposición de que lo racional es estar bien informado es uno de los
problemas de nuestra época, en la que se considera que tener acceso a
mucha información va a desarrollar la razón. La información es útil
precisamente para quien tiene una razón desarrollada. No es lo mismo —y
Giovanni Sartori y otros doctores han insistido en ello—, información
que conocimiento. Yo creo que hay una distinción importante entre ambos
conceptos. El conocimiento es reflexión sobre la información, es
capacidad de discernimiento y de discriminación respecto a la
información que se tiene, es capacidad de jerarquizar, de ordenar, de
maximizar, etc., la información que se recibe. Y esa capacidad no se
recibe como información. Es decir, todo es información menos el
conocimiento que nos permite aprovechar la información.
2. Razón y autonomía
Los
que nos dedicamos a la enseñanza, educamos para que las personas a las
que educamos, nuestros alumnos, puedan prescindir de nosotros. El
maestro, o los padres cuando educan a sus hijos, los educan para que se
vayan, los educan para que prescindan de ellos. [Sin embargo,] todos
dependemos de otras razones y eso es lo que nos da a veces la sensación
de estar abrumados, de que todo conocimiento es ínfimo, es
ininteresante, porque hay tanto que saber… Por eso hay que intentar
potenciar la capacidad racional de asumir incluso las limitaciones de
nuestro propio conocimiento. Una de las características de la razón es
asumir los límites del conocimiento y no creer que, por mera
acumulación, se puede extender hasta el infinito.
Ciertamente
la razón tiene unos límites. Evidentemente, la razón no puede dar
cuenta absolutamente de todo, y de hecho ni siquiera, y eso es ya un
tema filosófico del cual podríamos hablar todo lo que ustedes
quisieran, sabemos por qué la razón puede comprender algo. Einstein,
por ejemplo, decía "lo más incomprensible de la naturaleza es que
nosotros podamos, al menos en parte, comprenderla". El hecho de que la
naturaleza sea en parte comprensible forma o tiene una dimensión oscura
para nosotros.
3. La razón y las opiniones
Por
supuesto, la razón tiene que ver con la verdad. Es decir, la razón
busca verdades, opiniones más reales, más próximas a lo real, con más
carga de realidad que otras. No está igualmente próxima a la realidad
cualquier tipo de forma de ver, de entender, de operar. La razón es esa
búsqueda de verdad, esa búsqueda de mayor realidad, con todo lo que el
descubrimiento de la realidad comporta. La razón atiende a una realidad
que no depende de nosotros, que no nos complace, que no espera darnos
gusto. Por tanto, a veces los descubrimientos de la realidad son
bastante más desagradables que las ilusiones que podemos hacernos sobre
ella.
Otra de las obligaciones en el desarrollo de la razón es el enfrentamiento con la idea de la opinión como ultima ratio
de todo lo que hay. Vivimos en una época en que se oye la opinión,
disparatada para mí, de que todas las opiniones son respetables. Todas
las personas son respetables, sean cuales fueren sus opiniones, pero no
todas las opiniones son respetables. Sin embargo, hay una mitificación
de la opinión como esa especie de encastillamiento del que se siente
ofendido cuando contrariado, como si las opiniones se pudieran herir, y
como si cada cual pudiese sentir heridas sus opiniones.
4. Lo racional y lo razonable
La
razón no se nota solamente cuando uno argumenta sino también cuando uno
comprende argumentos. Ser racional es poder ser persuadido por
argumentos, no sólo persuadir con argumentos.
Educar
para que las personas sean vulnerables a los razonamientos también
forma parte de la educación racional, y esto entra en la distinción
fundamental entre lo racional y lo razonable. La razón cubre un campo
que abarca lo meramente racional, en el que nos las entendamos con las
cosas lo mejor posible, y lo razonable, en el que nos las entendemos
con los sujetos. Es razonable incluir la propia razón de otro sujeto en
la mía propia, la posibilidad de aceptar sus fines, de aceptar sus
objetivos, su propia búsqueda de la experiencia como parte de mi propia
razón. El funcionamiento racional y el funcionamiento razonable están
ligados, y hay que educar en ambos. Lo razonable será ese otro uso que
yo consiga dar a los conocimientos racionales que tengo.
Porque
una razón meramente racional pero no razonable es inhumana, está
mutilada de sus características básicas. Y ésta es una tendencia
actual, que puede hacer antipática y odiosa la invocación a la razón
porque sólo se hace desde el nivel racional, no desde el razonable.
Todo funciona como si fuera un juego de objetos, sin reconocer que
también hay sujetos. Muchas veces las convocatorias a la racionalidad
lo son en el fondo a la irracionalidad porque se trata de una razón
mutilada de su dimensión razonable.
5. Filosofía y subjetividad
No
toda la praxis es meramente instrumentalidad. La escuela de Frankfurt y
otros hablaron de la razón instrumental frente a la razón comprensiva
de la subjetividad y no solamente de manera objetiva. Y ahí entra el
papel de la filosofía.
Lo
primero es ver qué se va a dar en filosofía, qué papel puede tener la
filosofía en un mundo donde, cuando queremos saber algo, acudimos a la
ciencia. Una vez respondida científicamente una pregunta, no tenemos
que volver a planteárnosla, queda zanjada con las soluciones, más
completas o incompletas, que da la ciencia. Pero hay preguntas que no
se pueden cancelar, como qué es la libertad, o qué es la belleza o la
muerte, o la verdad. No hay una respuesta definitiva, sino respuestas
que nos permiten convivir con esas preguntas. Son temas que tienen tal
cantidad de registros que atañen al fondo de nuestra condición humana,
que cancelarlas sería cancelarnos, cerrarlas sería cerrar nuestra
humanidad.
La
filosofía no cierra ninguna pregunta, al contrario, la respuesta
filosófica acompaña a la pregunta. La historia de la filosofía es la
historia de las preguntas y de las respuestas que las acompañan y que
pueden continuar, y que pueden ayudarnos a convivir con esas preguntas.
La filosofía no nos hace olvidar las preguntas, sino que nos las
recuerda, mientras que la ciencia pretende ir dejando atrás una serie
de preguntas de modo que podamos ir hacia otras.
Ésa
es su función diferente: la filosofía mantiene abiertas unas preguntas
que es por donde nos entra nuestra propia humanidad; esas preguntas son
como ventanas que dan el oxígeno a nuestra humanidad, y por tanto
mantener abiertas esas preguntas es importante, pero no como en un
pasmo vacío, sino intentando respuestas tentativas, que sabemos que
siempre son circunstanciales, que están limitadas por nuestra
situación, por nuestra condición histórica, por nuestra personalidad,
porque la filosofía trata de hacer extensivo el punto de vista del
individuo y el punto de vista de la objetividad. Lo difícil del juego
filosófico es que intenta alcanzar una objetividad que no pierde de
vista el sentido subjetivo que tiene, mientras que la ciencia busca un
planteamiento meramente objetivo en el cual la subjetividad del
científico no cuenta.
Es
importante señalar esta dimensión y señalar que esta dimensión está en
todos. No es cierto que todo el mundo sea filósofo —aunque los niños
son espontáneamente metafísicos y hacen preguntas metafísicas
espontáneas que tratamos de quitarles de la cabeza regañándoles— ya que
la filosofía tiene una dimensión de estudio. Como disciplina académica
está bien conocer las opiniones, las tradiciones, el mecanismo de
debate, etc. Pero lo que no es cierto es dar la impresión de que la
filosofía es una cuestión a la cual sólo se puede acceder cuando uno ya
conoce un tipo de jerga, cuando tiene ya unas claves íntimas.
6. Filosofía y mundo
Una
persona que se dedique a la filosofía tiene la obligación de poder
discutir inteligentemente un tema filosófico con cualquiera.
Naturalmente, si esa persona quiere profundizar o quiere enterarse,
antes o después ha de leer obras de filósofos, o de grandes pensadores,
o quizás de grandes literatos, que puedan ampliar esa preocupación, ese
intento de mantener abierta la pregunta. Pero no es verdad que un
filósofo no pueda hablar de nada con los demás salvo que los demás
posean la misma jerga y conozcan lo que significa analítica
trascendental... Y no es verdad tampoco lo que los profesores de
filosofía en el bachillerato, con la mejor intención del mundo, te
dicen con entusiasmo: "Yo he logrado que los chicos comprendan el
sistema de Aristóteles, o de Hegel". Es verdad que a veces la
comprensión de las respuestas de los filósofos es importante, pero la
filosofía no consiste en comprender los sistemas de los filósofos, sino
que los sistemas de los filósofos sirven para comprender el mundo. Lo
interesante es utilizar los conocimientos, las ideas, los sistemas de
los filósofos para comprender el mundo, no convertir el conocimiento de
los filósofos en la finalidad de la filosofía.
Me parece que convertir a los filósofos, el lenguaje de los filósofos, en la ultima ratio
de la clase de filosofía es profundamente estéril. Evidentemente, a
pesar de que esto es importante, y es importante que los mecanismos de
esta tradición se conozcan, así como el porqué de determinadas
expresiones, es fundamental que se vea la relación de todo eso con la
vida, con el mundo, y con el mundo y con la vida que vive la persona
que se está dedicando a ello. Si la filosofía es simplemente
arqueología de las cosas que se han dicho, que se han pensado en otras
épocas, yo creo que los jóvenes no se interesarán por ellas y yo,
sinceramente, tampoco me interesaría por ellas si no fuera porque creo
que tienen una relación con cosas más palpitantes.
Las
personas racionales no lo son sólo porque se comportan racionalmente,
sino porque luchan por vivir en una sociedad racional y razonable,
porque luchan por que no predominen los dogmas irracionales, las
supersticiones, los fanatismos, aquello que de alguna forma iría en
contra de la razón. De modo que la razón es una muestra de convivencia,
pero también una fuente de disidencia y de rebelión. Potenciar esto es
el camino de la educación y a ello debería contribuir la propia
asignatura de filosofía en el bachillerato e incluso como práctica
universitaria.