El
forense José Antonio Lorente ha analizado para el Magazine de El Mundo,
a raíz de la polémica desatada por la película de Mel Gibson La Pasión
de Cristo las agresiones recibidas durante las últimas ocho horas de la
vida de Cristo muestra que le causaron un sufrimiento indescriptible y
que tenían un propósito criminal.
Con
el respeto y admiración que siempre me ha causado la figura de Jesús,
especialmente marcada por mi condición de católico creyente, analizo
desde una perspectiva estrictamente profesional y en base a datos
objetivos, cuál podría haber sido, a la luz de los conocimientos de
hoy, el resultado de la autopsia médico-forense de una persona que
hubiese muerto tras sufrir las lesiones infligidas a Jesús. Todos los
datos en los que me baso han sido obtenidos (por José Manuel Vidal,
corresponsal religioso de El Mundo) de las Sagradas Escrituras, por lo
que nada se deja a la improvisación ni a la imaginación de los autores.
La autopsia forense va
encaminada a determinar la causa de la muerte y las circunstancias de
la misma, cuestiones a veces muy complejas de establecer, como veremos
a continuación tras una breve introducción genérica a la autopsia
médico-legal.
La causa de la muerte,
en el contexto médico-legal, es de dos tipos, ambos estrechamente
relacionados entre sí: la causa inmediata y la causa fundamental. La
vida tiene un trípode vital (ya descrito por Bichat) que hace que la
misma exista por el funcionamiento coordinado de las funciones
cardiaca, respiratoria y nerviosa; el motivo por el cual cesa al menos
una de estas tres funciones y acaba la vida es la causa inmediata de la
muerte. Esta causa inmediata está a su vez basada en una serie de
alteraciones generales más graves y genéricas, que es la causa
fundamental. Así, por ejemplo, una persona que fallece por un infarto
de miocardio tiene como causa inmediata la isquemia cardiaca con
necrosis miocárdica, y como causa fundamental, por ejemplo, una grave
ateroesclerosis con reducción drástica de la luz o diámetro de una
serie de arterias coronarias. Estas causas se recogen siempre en los
certificados médicos de defunción y en las declaraciones o informes de
autopsia.
LA PASIÓN DE CRISTO . MEL GIBSON .
Las circunstancias de la muerte
tratan de explicar básicamente si la misma ha sido criminal (homicida),
accidental o suicida, ya que este tipo de conclusiones son básicas para
la investigación judicial. Para ello, el médico forense estudia
minuciosamente el cadáver, primero la parte exterior (examen externo),
y posteriormente las cavidades y órganos internos ubicados en el
cráneo, en el tórax y en el abdomen.
Se
usan cuantas técnicas complementarias o auxiliares sean necesarias
(histopatológicas, toxicológicas, genéticas, etcétera), ya que de estos
datos no sólo se puede deducir si la muerte es homicida o accidental,
sino que a veces se consiguen datos sobre los autores del crimen o de
ciertas lesiones (por ejemplo, recuperando semen del cuerpo de una
víctima que puede servir para identificar al autor) y en otras
ocasiones sirve hasta para identificar a un cadáver previamente no
identificado (por ejemplo, observando cicatrices o tatuajes).
He
aquí, pues, la declaración de autopsia que podemos deducir con rigor de
las descripciones encontradas en las Sagradas Escrituras, con mínimas
licencias formales de estilo, nunca de contenido.
La autopsia.
Sobre la mesa de autopsia se encuentra el cadáver de un varón, de
aproximadamente 30 a 35 años de edad, identificado por un nutrido grupo
de seguidores como Jesús de Nazaret, del que aseguran que tiene 33
años, hijo de José y de María, crucificado tras ser condenado.
En
el examen externo se aprecia un buen estado físico, pese a las lesiones
que ha sufrido. En la cabeza destacan múltiples pequeñas heridas
punzantes (pinchazos), incisas (cortes) e inciso-contusas (cortes
unidos a golpes o cortes producidos por instrumentos no cortantes), de
disposición en forma de coronal o de circunferencia, que abarca la
parte superior de la frente y se continúa hacia atrás por ambos lados
de la cabeza, afectando a los huesos parietales, temporal y al
occipital.
Las
heridas son profundas, afectando a toda la galea capitis (cuero
cabelludo) y llegando hasta la tabla externa de los huesos mencionados.
Los pabellones auriculares se hallan igualmente perforados por la
acción de instrumentos punzantes (pinchos). A consecuencia de las
profusas hemorragias provocadas por las múltiples heridas, es de
mencionar que casi todo el cabello se encuentra, en toda su longitud,
empapado en sangre húmeda o con costras originadas al secarse. Todas
las lesiones sufridas son compatibles con las que produciría una corona
de espinas como la que se describe que llevó el finado.
En
el tronco, tanto en su parte anterior (pecho) como en la posterior
(espalda) se aprecian múltiples lesiones, donde predominan las
contusiones en forma de equimosis, equimomas y hematomas (cardenales),
algunas de ellas de carácter longitudinal en forma figurada que
reproducen los objetos que las produjeron, muy probablemente por una o
varios flagrum (especie de látigo de correas o tiras). Por la violencia
de los golpes y/o por la reiteración de los mismos en ciertas zonas, se
han producido soluciones de continuidad, apareciendo heridas contusas
longitudinales, erosiones (arañazos superficiales) y excoriaciones
(arañazos profundos, donde aparece sangre).
En
algunos puntos del cuerpo las heridas contusas son especialmente
profundas, produciendo un gran desgarramiento muscular y también
hemorragias profusas. Todas estas lesiones predominan sobre todo en la
parte posterior del tronco. Finalmente, en la zona costal derecha,
anterolateralmente, destaca una herida incisa profunda, con evidentes
signos de haber producido una abundante hemorragia.
En
ambas extremidades superiores, casi a la altura de las manos, en la
zona carpiana, se aprecia una herida punzante transfixiante (que
atraviesa), con bordes contusos y signos de desgarramiento por haber
soportado gran peso, probablemente el del cuerpo. En las manos, en la
palma y en la eminencia tenar, se aprecian erosiones y excoriaciones,
compatibles con las producidas al apoyarse en el suelo tras una caída.
En las extremidades inferiores se aprecia, en ambos pies, una herida
punzante transfixiante de bordes contusos. Las rodillas aparecen con
erosiones y excoriaciones, probablemente por haberse caído y golpeado
sobre las mismas.
En
el examen interno (podemos deducir) se apreciarían signos propios de
una hipoxia-anoxia, hemorragia masiva, shock hipovolémico, con palidez
de mucosas y de órganos internos como los pulmones, el hígado y los
riñones. Además se encuentra una cantidad muy limitada de sangre en
cavidades cardiacas y en los grandes vasos arteriovenosos. Existirían
signos de asfixia en cerebro y pulmones, todo ello compatible con una
agonía prolongada.
Es
necesario ahora realizar una serie de razonamientos (llamados
consideraciones médico-legales) antes de concluir con las
circunstancias de la muerte.
Comenzamos
constatando que no se han descrito lesiones mortales, o sea, aquéllas
que por afectar a un órgano o función vital, son causa inmediata y
fundamental de muerte. Todo ello nos lleva a considerar la muerte de
Jesús de Nazaret como el resultado de un largo proceso agónico.
Desde
las nueve de la noche del jueves 12 (al acabar la Última Cena y ser
detenido) hasta las tres de la tarde del viernes 13 en que murió,
transcurren un total de 18 horas. Desde el momento de su detención,
parece que no ingirió ningún tipo de alimento o líquido. Los castigos
(excepto el bastonazo propiciado por un criado de Caifás poco después
de su detención) comenzaron sobre las siete de la mañana del viernes,
por lo que hasta el momento de la muerte transcurren unas ocho horas.
Las otras lesiones proceden de la flagelación, y son múltiples
latigazos en el pecho y la espalda. Estas lesiones provocan hemorragias
que en principio no tienen por qué ser muy profusas al no ser profundas
y por tanto no afectar a grandes arterias y venas.
Sin
embargo, al ser una extensión muy amplia del cuerpo (pecho y espalda)
la pérdida sanguínea se va acumulando y puede ser significativa,
pudiendo producir (a lo largo de las más de ocho horas de castigo) la
pérdida de uno o dos litros de sangre y plasma (sinceramente no creemos
que se pudiese perder más, ya que esas lesiones en vasos de diámetro
pequeño y mediano tienden a cerrarse per se).
Una
hemorragia produce una pérdida del volumen de sangre (que se denomina
volemia), por lo que la pérdida de sangre se llama hipovolemia. Una
gran hipovolemia origina una crisis o shock en el funcionamiento del
organismo, que en este caso se llama shock hipovolémico.
Paralelamente,
habida cuenta la gran cantidad de golpes que impactan en los mismos
lugares, se producen una serie de graves lesiones similares a las de un
aplastamiento o machacamiento, lo que se conoce en medicina como
síndrome de aplastamiento (crush syndrome) y que implica la liberación
de sustancias al interior de la sangre, entre ellas mioglobina
procedente de los músculos, que provoca alteraciones en los procesos
renales de filtración.
Tan
masiva cantidad de golpes en el tórax es también causa de un gran
dolor, enorme e incalificable sufrimiento. Entre los mecanismos de
defensa que de modo automático o inconsciente utiliza el organismo está
el de reducir la movilidad al mínimo (cuando, por ejemplo, una persona
se hace daño en un dedo, lo primero que hace inmediatamente después es
cogerlo con la otra mano y no moverlo); la reducción de la movilidad en
el tórax se traduce en respiraciones superficiales que originan una
hipoxia (falta de oxigenación de la sangre por no respirar
adecuadamente), que se asocia a una hipercapnia (exceso de dióxido de
carbono por el mismo motivo) y a una serie de alteraciones del
equilibrio ácido-base.
A
esto hay que unir que, por la postura existente en la cruz, donde el
cuerpo cuelga literalmente de las extremidades superiores a través de
una tensión que se transmite al tórax y a sus músculos, que ven
dificultada sus funciones, entre ellas la de facilitar los movimientos
respiratorios.
Las
graves lesiones traumáticas en el tórax bien pudieron producir una
irritación de las membranas que rodean los pulmones (pleuras),
ocasionando una pleuritis con una acumulación de líquido llamado
exudado en el espacio interpleural. Esto puede explicar perfectamente
por qué salió "sangre y agua" al pinchar en el lado derecho de su
costado: sangre de las lesiones propias de las arterias y venas de la
zona, y "agua" que sería el exudado acumulado entre las pleuras
(interpleural).
Las
lesiones producidas por los clavos en ambas manos (zona carpiana) y en
los pies no deben estar en principio relacionadas con la causa de la
muerte, ya que no afectan órganos vitales y una posible infección grave
no se desarrolla en tan corto plazo de tiempo. La única posible
influencia –no descrita en las Sagradas Escrituras– es la producción de
una gran hemorragia porque se hubiesen afectado arterias o venas de
gran calibre, lo cual hubiese redundado en el posible shock
hipovolémico mencionado.
Las
lesiones producidas por la corona de espinas en la cabeza no están
probablemente relacionadas con la causa de la muerte (no afectan
órganos vitales al no penetrar en el cerebro ni producen gran
hemorragia).
Una nota
final para destacar que la posición en la cruz (ortostática, de pie)
hace difícil la llegada de oxígeno al cerebro, ya que la sangre tiende
a acumularse en las partes inferiores del organismo (por efecto de la
gravedad), sobre todo cuando el corazón funciona débilmente, por lo que
la oxigenación del órgano que más lo necesita (el cerebro o sistema
nervioso central) es deficiente.
Conociendo
la lenta agonía y el mantenimiento de la conciencia casi hasta el
último instante, en base a todas las consideraciones anteriormente
expuestas, obtenemos las siguientes conclusiones médico-legales como
las más probables:
Causa inmediata de la muerte:
hipoxia-anoxia (hipoxia es disminución de la concentración de oxígeno
en la sangre, y anoxia es la ausencia total de oxígeno en la misma)
cerebral consecuencia de hipovolemia (disminución del volumen de
sangre) post-hemorrágica, de insuficiencia respiratoria mecánica
(incapacidad para respirar adecuadamente por falta de movilidad) por
graves lesiones en músculos intercostales, y de insuficiencia cardiaca.
Causa fundamental de la muerte:
múltiples heridas inciso-contusas, equimosis, erosiones, excoriaciones
y hematomas en la parte anterior y posterior del tronco.
Origen de la muerte: criminal.
LA PASIÓN DE CRISTO . MEL GIBSON .
ARTÍCULO TOMADO DE :
http://www.aciprensa.com/Semanasanta/forense.htm