"El que esté libre de pecado , que tire la primera piedra " Jn. 8,7 JESÚS DE NAZARETH
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Los pecados de la Iglesia Católica.
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El padre y teólogo Carlos Novoa sobre los dolores que ha tenido que afrontar la Iglesia Católica. http://www.eltiempo.com/participacion/blogs/default/un_articulo.php?id_blog=3349595&id_recurso=3420411
"¿Cómo
podemos guardar silencio sobre todas las formas de violencia que han
sido perpetradas en nombre de la fe? ¿Sobre las guerras religiosas, los
tribunales inquisitoriales y otras formas de violar los derechos del
individuo? Es significativo que estos métodos coercitivos, que
violan los derechos humanos, han sido aplicados luego por las
ideologías totalitarias del siglo XX. … La Iglesia también debe
realizar un examen independiente de los lados más oscuros de su
historia" JUAN PABLO II,
Carta a los Cardenales católicos sobre la petición de perdón por su
pecados por parte de la Iglesia Católica, Ciudad del Vaticano, abril,
1994.
S. S. JUAN PABLO II "Otro
capítulo doloroso sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con
ánimo abierto al arrepentimiento está constituido por la aquiescencia
manifestada, especialmente en algunos siglos, con métodos de
intolerancia e incluso de violencia en el servicio de la verdad. (…)
Pero la consideración de las circunstancias atenuantes no dispensa a la
Iglesia del deber de lamentar profundamente las debilidades de tantos
hijos suyos, que han desfigurado su rostro, impidiéndole reflejar
plenamente la imagen de su Señor crucificado, testigo insuperable de
amor paciente y de humilde mansedumbre. …
Un serio examen de conciencia ha sido auspiciado por numerosos Cardenales y Obispos, sobretodo para la Iglesia del presente. A
LAS PUERTAS DEL NUEVO MILENIO LOS CRISTIANOS DEBEN PONERSE HUMILDEMENTE
ANTE EL SEÑOR PARA INTERROGARSE SOBRE LAS RESPONSABILIDADES QUE ELLOS
TIENEN TAMBIÉN CON RELACIÓN A LOS MALES DE NUESTRO TIEMPO. La época actual junto a muchas luces presenta no pocas sombras" JUAN PABLO II,
Carta Apostólica Tertio Millenio Adveniente, sobre el inicio del Tercer
Milenio, noviembre 10, 1994, # 35-36, www.vatican.va enero 31, 2007.
Las mayúsculas en negrilla son mías.
La Iglesia "reconoce con humildad sus errores y pecados que oscurecen el rostro de Dios en sus hijos" Tercera
Conferencia de los Obispos latinoamericanos, Puebla, México, 1979, #
209, www.celam.org enero 31, 2007. En similares términos se expresa el
Concilio Vaticano II en varios de sus documentos, cfr. Decreto sobre el
Ecumenismo # 6-7, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo
Actual, # 19, www.vatican.va enero 31, 2007. Asimismo, el Catecismo de
la Iglesia Católica, 1992, # 827, www.vatican.va enero 31, 2007.
Recordemos que el Concilio Ecuménico Vaticano II fue la reunión de
todos los obispos católicos del mundo de 1962 a 1965 en El Vaticano, en
Roma, con el fin de actualizar la Iglesia a los grandes cambios de la
sociedad actual. Los documentos conclusivos de este concilio señalan el
norte de la marcha de toda la Iglesia contemporánea. En la colina
Vaticana, una de las siete colinas sobre las que fue fundada la
legendaria ciudad de Roma, se halla la sede del gobierno universal de
la catolicidad, llamada por extensión El Vaticano y cuyo nombre oficial
es la Santa Sede Apostólica.
La
comunidad católica, integrada por personas de carne y hueso, ha cedido
a las tentaciones del poder, del dominio y la exclusión. Se trata de
páginas terribles de nuestra historia y que nada tienen que ver con el
evangelio v.gr. las cruzadas, la inquisición, la conquista de América,
la vinculación de la institución eclesiástica con ciertos regímenes
políticos opresores e inhumanos, la represión de la sexualidad y la
corporalidad, entre otros. Al comienzo de este texto he traído
las concretas declaraciones de perdón a toda la humanidad por parte de
la catolicidad por sus graves pecados.
Al lado de estas tremendas inconsecuencias en la historia del catolicismo también
se han escrito páginas llenas de heroísmo y gran fidelidad al camino de
Jesús. No pocos fueron los misioneros y obispos que en América, durante
la conquista española, defendieron hasta derramar su sangre a los
indígenas y negros de los abusos del conquistador. Santo Tomas Moro,
gran católico y canciller del rey ingles Enrique VIII, prefirió ser
decapitado por éste antes de cohonestar sus horrendas arbitrariedades
contra las mayorías empobrecidas y tantos otros despropósitos. Tantas
católicas (os), religiosas (os) y sacerdotes que murieron en los campos
de concentración nazi por denunciar los atropellos del nacional
socialismo.
En las últimas décadas, cuando hemos
tomado una especial conciencia de nuestras graves inconsecuencias
pasadas, los más diversos sectores de la comunidad católica se han
venido empeñando en su lucha contra los desafueros del poder y por la
protección y promoción de la dignidad humana, en especial de los más
pobres y excluidos ¿Que
decir de los miles de laicas y laicos que en el mundo han sido
torturados y asesinados a causa de su compromiso con la justicia
social? Monseñor Romero, arzobispo de San Salvador, fue asesinado por
el mismo motivo en abril de 1980.
Asimismo, sucedió en el mencionado país con unas religiosas
estadounidenses hacia 1977 y con un grupo de sacerdotes jesuitas en
noviembre de 1989. Cuantas
obras de servicio social para los más pobres en los cinco continentes
son financiadas y atendidas por millones de católicos. Como olvidar a
la Madre Teresa de Calcuta y a su ejercito de religiosas y religiosos,
quienes renunciando a los legítimos placeres de la vida que merece
cualquier persona, consagran toda su existencia a trabajar y vivir en
las cloacas más horrendas y pestilentes de este mundo, para rescatar a
tantos miserables de las garras del hambre, la enfermedad y la muerte. Muchas páginas se podrían llenar con hechos de la historia católica lejana y reciente en este sentido.
Hemos
pecado, pero también hemos amado y continuamos haciéndolo. Nuestra
confesión publica no busca otra cosa que asumir nuestras
responsabilidades y empeñarnos cada vez con más tesón en una práctica
llena de evangelio y de cariño por cada persona humana, presencia viva
de Jesús en medio de nosotros. Como bellamente nos recuerda el apóstol Pablo:
"Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia", Romanos 5, 20.
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