El conocimiento y abundante empleo del bronce provocó la
necesidad de disponer del cobre y del estaño requerido para elaborarlo
y, consecuentemente, originó un comercio a larga distancia entre
Cornualles, Bretaña y Galicia, lugares en los que el estaño, el cobre y
el oro abundaban. Ese comercio implicó un gran desarrollo de la
navegación y el establecimiento de unas determinadas rutas comerciales
entre las propias regiones atlánticas. Las gentes que desarrollaron la
Cultura del Bronce Atlántico, en la Península, habitaron tres focos
bien diferenciados y relacionados con zonas atlánticas europeas: el
noroeste, con Galicia, norte de Portugal y noroeste de la provincia de
León, rico en estaño y oro; la Extremadura portuguesa, entre el Duero y
el Tajo, y, por último, Huelva con el Bajo Guadalquivir, rico en la
producción de cobre. La orfebrería de este periodo es de una tecnología
muy avanzada, puesta de manifiesto en el empleo de la técnica de
fundición a la cera perdida y en el uso de herramientas rotativas o
tornos para decorar determinados tipos de joyas. Entre los avances
técnicos destacan también la fundición del bronce con estaño y plomo, y
el empleo de moldes bivalvos para la obtención de instrumentos y armas.
El brazalete de Estremoz es una de las mejores piezas para estudiar la
tecnología punta del momento. Determinadas poblaciones del Bronce Final
utilizaron grandes lajas de piedra decoradas con figuras grabadas,
consideradas hasta ahora como lápidas funerarias. Sin embargo, ninguna
de ellas se ha podido relacionar con enterramientos. Por ello,
recientemente se ha propuesto una nueva teoría, según la cual las
estelas, hincadas en el suelo, habrían servido de hitos demarcadores
del paisaje y de las rutas comerciales. Así mismo, las imágenes
grabadas no representarían ya al difunto con los objetos que
simbolizaban su estatus, sino que se referirían a un importante
personaje de aquella sociedad, capaz de controlar el comercio que
circulaba por sus territorios. La estela de Solana de Cabañas es un
ejemplo de ellas.
Entre los años 1.200 y 750 antes de Cristo, es decir, durante el
final de la Edad del Bronce, se desarrolla en el centro y parte del
suroeste y sureste de Europa la llamada cultura de los Campos de Urnas,
muy característica y bastante uniforme, permitiéndonos hoy
identificarles a través de la organización de sus poblados, la forma de
sus casas, el ajuar doméstico, sus actividades económicas y su ritual
funerario. La llegada al noreste de la península de estos pequeños
grupos de familias campesinas centroeuropeas, de lengua indoeuropea, se
produce de forma lenta, buscando las tierras más aptas para el cultivo
y los mejores pastos para el ganado. En su evolución temporal se han
establecido tres fases: Campos de Urnas antiguos, recientes y de la
Edad del Hierro. El ajuar doméstico de las viviendas del poblado de
Roquizal del Rullo permite deducir que se trataba de una comunidad de
campesinos y ganaderos, que además podían elaborar productos cerámicos,
metálicos y textiles. La cerámica sigue haciéndose a mano pero se
emplean nuevas técnicas y motivos decorativos, consiguiéndose un
tratamiento y una perfección desconocidos hasta el momento. También
característico es su rito funerario, consistente en quemar los
cadáveres y depositar los restos óseos quemados en el interior de
urnas, que eran enterradas en pequeños hoyos excavados en el suelo
acompañadas, en ocasiones, de objetos metálicos. Uno de los cementerios
más importantes de la Península es el de Agullana. ARTEHISTORIA
Entre el 2.000 y el 1.200 antes de Cristo se desarrolla en Europa
y Oriente Próximo el periodo denominado Bronce Medio, que conocerá
diferentes manifestaciones locales. La principal característica de esta
etapa es que se produce un incremento de la jerarquización social, lo
que se traduce en un aumento de la demanda de objetos metálicos,
utilizados como símbolo de prestigio. Armas y adornos metálicos
simbolizan el poder que acumula quien los posee. En consecuencia, los
poblados necesitan materias primas, lo que favorece el establecimiento
de relaciones comerciales entre las élites de lugares muy distantes
entre sí. En España, la cultura de El Argar se ha utilizado como modelo
para el estudio del Bronce medio. Situada en el Sureste peninsular, los
asentamientos se situaban en altozanos y se hallaban fortificados. La
base de la subsistencia era la agricultura de regadío, lo que indica
que debió existir una élite fuerte capaz de movilizar mano de obra y
controlar los recursos. Los jefes o señores principales se hacían
enterrar con su ajuar, principalmente sus armas. Entre las mejores
piezas encontradas es preciso citar la espada de Puertollano y la
diadema de Caravaca. Los enterramientos, como el de la cista de
Herrererías, nos hablan de la creencia en el más allá, pues los cuerpos
se acompañaban de alimentos. Sencillos, dobles o triples, los
enterramientos se producían debajo de las casas, en la creencia de que
así se mantenía el vinculo entre la comunidad de los vivos y la de los
muertos.