Muchos comentan que Albert Eistein en su juventud fue más bien lo que se suele llamar "un ateo". Al parecer, según se dice, no creía en la existencia de un Dios personal. Pocos son, sin embargo, los que conocen su evolución sobre el reconocimiento del Creador. Randall Sullivan en su libro "The Miracle Detective" (New York, 2004, pp.432-433) relata una conversación que tuvo con Benedict Groeschel, un monje neoyorquino experto en teología mística y autor de "Still, small voice" (Ignatius Press, 1993 ). Cuenta Sullivan que Groeschel le comentó que había estado leyendo mucho sobre Einstein y que aunque el gran físico quizá se había opuesto a la idea de un Dios personal cuando era joven, en su madurez se había convertido [en opinión de Groeschel] en una persona bastante religiosa. En concreto dice: "Estaba fascinado por el misterio del Santísimo Sacramento".