Te fuiste con dolor una mañana cuando junio dejaba suave brisa y en mis labios murió toda sonrisa cuando noté tu mano tan liviana. Mirabas, elevándote lejana, sabiendo que ya nunca volverías e intuí que por siempre ya serías ese ángel sentado ante mi esquina. Y me siento del mundo peregrina, pero nunca mis manos van vacías.
Pero nunca mis manos van vacías si te llamo a través de mis sentires y noto que me llegan elixires de tu amor, porque sé que en mí confías. Mi camino es aquel que tú querrías: sencillo, silencioso y trascendente. Soy agua que nació desde tu fuente y fluye como río cristalino, sabiendo que al final de mi camino me estarás aguardando dulcemente.