Peter Paul Rubens reúne en una sola persona singulares dotes artísticas, importantes conocimientos humanísticos, el dominio del latín y varias lenguas modernas y una especial habilidad para la diplomacia, convirtiéndose en ejemplo para un buen puñado de artistas.
La familia de Rubens era originaria de Amberes; los graves acontecimientos políticos y religiosos que viven los Países Bajos en la década de 1560 llevan a la familia al exilio en 1568, trasladándose primero a Colonia y después a Siegen, donde nacería Peter Paul el 28 de junio de 1577.
En 1589 Rubens y su familia regresan a Amberes. El pequeño Peter Paul frecuentó la Escuela Latina de Rombant Verdonck, donde conoció a Balthasar Moretus y se relacionó con los clásicos griegos y latinos. Pero la escasez obligaría a que los jóvenes abandonaran los estudios, entrando Peter Paul como paje al servicio de la condesa Margarita de la Ligne d#Aremberg, viuda de Felipe de Lalaing, en Oudenaarde.
Pronto Rubens inicia su carrera de pintor, siendo su maestro Tobias Veraecht, pintor de paisajes con el que apenas estuvo tiempo. Un año después se trasladó al taller de Adam van Noort, "habilísimo pintor de figuras" pero con el que estuvo muy poco tiempo, acudiendo al taller de Otto van Veen. La pintura de este maestro y los grabados de Holbein y Durero serán las fuentes del estilo juvenil de Rubens. En 1598 cuando ingresará en la Guilda de San Lucas de Amberes, trabajando como pintor independiente.
Italia será su siguiente destino para continuar su aprendizaje, trabajando en la corte del duque de Mantua, con el que permanece durante casi nueve años. En su estancia italiana se interesará por la pintura de Caravaggio, Tintoretto, Veronés, Correggio, Tiziano, Miguel Angel y Rafael. En este tiempo hace su primer viaje a España, iniciando su carrera diplomática. Durante la estancia en Valladolid pinta el magnífico retrato ecuestre del duque de Lerma. En estas fechas también realizará varios viajes a Génova, donde ejecutará un buen número de retratos de la nobleza del lugar, insuflando la frescura y la vitalidad necesarias como para renovar el concepto de retrato aristocrático.
En octubre de 1608 Rubens regresa de manera urgente a Flandes, debido al delicado estado de salud de su madre. Demostrada su maestría, es contratado por los gobernadores de los Países Bajos, permitiéndole instalarse en Amberes y fijando un sueldo anual de 500 ducados. Este momento de gloria es rematado por Rubens con su matrimonio con Isabella Brandt, catorce años menor que él, lo que no fue inconveniente para que establecieran una estrecha relación, naciendo de este matrimonio tres hijos.
Pronto empiezan a llegar los primeros contratos importantes de los clientes más prestigiosos de la ciudad: el Ayuntamiento y la catedral, poniendo de manifiesto en estos trabajos su admiración y dependencia de la escuela italiana.
Las obras pintadas por Rubens en la década de 1610 todavía presentan una significativa dependencia de la tradición flamenca, aunque las novedades aprendidas en Italia empezarán a tomar fuerza con el paso del tiempo, como podemos observar en el ciclo pintado para los Jesuitas de Amberes entre 1617 y 1621. Los encargos aumentaban cada día, por lo que Rubens organiza un fructífero taller, en el que trabajarán artistas de la talla de Van Dyck o Jordaens, sin perder Rubens nunca el control sobre el resultado final del producto, ya que siempre retocaba las obras de los ayudantes antes de darlas por finalizadas.
La fama alcanzada por la pintura de Rubens rebasó las fronteras de los Países Bajos y le llegaron encargos de diferentes lugares de Europa. Estos encargos iban acompañados de distinciones y honores especiales. El primer trabajo importante para una corte extranjera llegará de París, concretamente de la reina madre doña María de Medicis. Se trata de dos ciclos de pinturas destinados a decorar el Palacio del Luxemburgo en París. Otro de los importantes ciclos realizados por Rubens en 1625 es el diseño de los tapices del Triunfo de la Eucaristía, por encargo de la archiduquesa Isabel Clara Eugenia, serie destinada al convento de las Descalzas Reales de Madrid. En 1626 fallece Isabella, dejando al pintor viudo y con dos hijos. La pérdida de la esposa le produjo un gran dolor y, posiblemente para olvidar, no dudó en participar en misiones diplomáticas que le llevarían a España e Inglaterra, con el objetivo de que ambos países alcanzaran la paz. Rubens llega a Madrid en el mes de agosto de 1628. En la capital de España se reencuentra con la pintura de Tiziano, abandonando las formas escultóricas de las obras anteriores para interesarse por un mundo en el que la luz y el color ocupan ahora un papel determinante. Tuvo oportunidad de realizar algunos trabajos, como los retratos ecuestres de Felipe IV y Felipe II o la Inmaculada Concepción para el marqués de Leganés
En abril de 1629 se traslada a Londres, donde permanecerá un periodo de diez meses pero apenas tuvo tiempo para trabajar, ya que fue colmado de todo tipo de honores. El 23 de marzo de 1630 embarcaba en Dover para regresar a su hogar, poniendo fin a su etapa de grandes viajes. A su llegada a Amberes contrae matrimonio con Hélène Fourment, una joven de 17 años. Esta relación supondrá una especie de tónico para el maduro pintor, insuflándole ganas de vivir; del matrimonio nacerán cinco hijos. Hélène se convertirá desde ese momento en la principal modelo para el pintor, tanto para las santas como para las Venus.
Sus últimos trabajos para las monarquías europeas estarán relacionados con la Península Ibérica y las Islas Británicas. Para el rey Carlos I de Inglaterra pintó la decoración del techo de la Banqueting House en el Palacio de Whitehall de Londres. Para Felipe IV de España realiza una de sus decoraciones más importantes: la serie para la Torre de la Parada, pabellón de caza situado en el monte de El Pardo, en las cercanías de Madrid. Los ataques de gota eran cada vez más frecuentes en estos años, por lo que se vería obligado a delegar buena parte del trabajo en el taller. Hastiado del mundo de la corte y deseando llevar una vida tranquila, Rubens compra el castillo de Het Steen, en las cercanías de Amberes, y pasa allí cada vez más tiempo, pintando paisajes para su propio goce y disfrute. Curiosamente, esta última etapa de felicidad y tranquilidad será en la que pinte sus obras religiosas más violentas y crueles. El último trabajo realizado por Rubens sería el lienzo de Andrómeda y Perseo, obra que dejó sin terminar ya que le sorprendió la muerte mientras trabajaba en él. Rubens fallecía en su casa de Amberes el 30 de mayo de 1640, a punto de cumplir los 63 años.
El Barroco había perdido al pintor que mejor interpretaría sus premisas, resultando su influencia avasalladora, tanto por la amplia cantidad de artistas que acudieron a su taller como por los grabados que se realizaron de su obra, llegando a todas las cortes europeas y convirtiéndose en pieza fundamental para el aprendizaje de los jóvenes artistas.