Por Juan Van-Halen . Escritor y político español
Zapatero se cree capaz de bailar un chotis en medio baldosín, sacar un conejo de la chistera sin conejo y sin chistera, hacer un arroz de pollo sin pollo, construir un puzle de piedra utilizando un cortauñas, mentir a sabiendas, confesarlo, y convencerse a sí mismo de que dijo la verdad. Todo eso resulta imposible, pero él se cree con la infalibilidad de un pontífice laico y la fortaleza de un Gulliver en el país de Liliput. Es un político de pega, el peor presidente de la democracia, pero nos lo tenemos merecido. Ya saben: los pueblos tienen los dirigentes que se merecen, por lo menos hasta las elecciones siguientes.
Un domingo por la mañana Zapatero proclama en Ponferrada que sólo cambiará un ministro, el de Trabajo, y que no se recortará ningún Departamento; horas más tarde cambia casi a medio Gobierno y suprime dos Ministerios, luego confiesa en el Comité Federal de su partido que cuando dijo que sólo iba a cambiar a un ministro y que no se suprimirían Ministerios ya sabía que la remodelación iba a ser de rompe y rasga. O sea que mintió por mentir. Podía haberse limitado a no contestar cuando le preguntaron pero tuvo la imperiosa necesidad de convocar a los periodistas para mentir, probablemente porque es su deporte favorito.
La mentira en España sale gratis a los políticos pero en las democracias comúnmente les cuesta empezar de cero o morir políticamente. Las televisiones, las radios, los periódicos nos recuerdan casi cada día las sucesivas mentiras de Zapatero además de lo que prometió y no cumplió. Y no pasa nada. Siempre pasa nada.
Hasta ahora cuando Zapatero cambiaba algún ministro lo hacía en clave económica. Están grabadas, y son comprobables, sus declaraciones tras las dos últimas remodelaciones: era el principio de la recuperación, todo en nuestra economía iba a ir mejor. Esta vez ni siquiera se ha molestado en vestir el muñeco. Nos ha dicho a los españoles que su crisis de Gobierno se encamina a mejorar la comunicación. O sea: a vender el producto aunque se trate de una mercancía averiada y ya ni siquiera quiera mejorarla. No es un Gobierno para salir de la crisis económica sino un Gobierno para tratar de maquillar la crisis política del PSOE. En eso, por lo menos, ha mentido un pelín menos.
¿Y en qué ha consistido la profunda remodelación?
1º.- La supresión de dos Ministerios inútiles. Año y medio después de que se lo pidiese el Partido Popular, y más tarde en el Congreso todos los Grupos Parlamentarios menos el PSOE, Zapatero ha hecho caso y la Vivienda y la Igualdad han sido borradas del mapa ministerial. En su día fueron dos grandes apuestas personales de Zapatero. Pero la supresión tiene trampa. Se han convertido en secretarías de estado, con lo que el ahorro presupuestario que supone se circunscribe a la diferencia de sueldos entre dos ministras y dos secretarias de estado, porque todo lo demás continúa vivo y, desde luego, coleando. Con bastante estómago las dos antiguas ministras han consentido su degradación. Una dependerá de Blanco, con lo que éste adquiere más poder, además de recuperar el mando en plaza de Ferraz, y la otra dependerá de Pajín, la hija de su madre, para mayor gloria del igualitarismo entre los sexos, dentro de lo que cabe.
2º.- La irresistible ascensión de Trinidad Jiménez y de Leire Pajín, la hija de su madre, que acceden respectivamente al Ministerio de Asuntos Exteriores y al Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. El nombramiento de doña Trinidad, Dios me libre llamarla señorita Trini, es una de esas ocurrencias zapateriles: premiar a quienes pierden. Si hubiese ganado las primarias socialistas en Madrid hubiera perdido el Ministerio de Sanidad para dentro de unos meses, además, perder la Comunidad de Madrid a cuya presidencia hubiese sido candidata. Con Zapatero perder trae suerte y ascensos en el escalafón. El nombramiento de Leire Pajín, que no la veo ciertamente una lumbrera, obedece a la necesidad de sacarla de Ferraz porque Blanco y ella andaban a la greña y don José, antes Pepiño, quería recuperar todo el poder en el partido. Que Leire Pajín sea ministra del Gobierno de España es un accidente histórico-político del que sólo el magín de Zapatero es responsable. Él sabrá.
3º.- El nombramiento de Rosa Aguilar para el Ministerio de los tres medios: Ambiente, Rural y Marino, que se supone es un guiño a la izquierda de quien, tras ocupar un lugar dirigente en IU, ya comía en el pesebre socialista como consejera de la Junta de Andalucía. Es un premio al travestismo político, un banderín de enganche para que sepan los de IU que quien se pase al PSOE tendrá su trozo de pan, incluso de ensaimada. Es un camino que ya han recorrido muchos, desde Cristina Almeida a Diego López Garrido, por poner sólo dos ejemplos.
4º.- La llegada al Ministerio de Trabajo de Valeriano Gómez, un ugetista de viejo pedigrí que se manifestó el día de la huelga general contra la reforma laboral que ahora tendrá que pilotar. Se ha entendido como un acercamiento a los Sindicatos, pero en reformar la reforma el tal Gómez tendrá poco margen porque los vigilantes europeos (la Economía española está en libertad vigilada) ya le están diciendo a Zapatero que hay que ir aún más lejos. Me produjeron cierta ternura las declaraciones de Gómez tras su nombramiento queriendo cuadrar el círculo con un “donde dije digo, digo Diego”. Pero una poltrona ministerial es un caramelo al que no se puede resistir ningún sindicalista por radical que sea. Supongo que el mismísimo Méndez no le hubiese hecho ascos al encargo.
5º.- La designación de Ramón Jáuregui como ministro de la Presidencia, un “felipista” con experiencia de gobierno, junto al PNV, en el País Vasco, que estaba condenado a las tinieblas exteriores del Parlamento Europeo. Fue un enemigo íntimo de Patxi López al que probablemente a partir de ahora le vaya a dar más de un disgusto. Su condición de incómodo al socialismo vasco que le llevó a ser destinado a Europa es la que ahora le hace regresar, y esta vez a Moncloa de la mano de Rubalcaba que no da puntada sin hilo. Jáuregui va a estar mirando permanentemente al norte.
Y 6º, y plato fuerte: la coronación como vicepresidente primero y Portavoz del Gobierno, conservando el Ministerio del Interior, de Rubalcaba. Ya saben lo que dijo un día Alfonso Guerra: “Rubalcaba, si te vuelves te la clava”. Pues eso.
La amplia remodelación ministerial se resume en el nombramiento de este pilarista, químico de profesión y madridista de afición. Lo demás en la crisis es acompañamiento. Rubalcaba, si te vuelves te la clava, pasó en el “felipismo” por el Ministerio de Educación y por el Ministerio de la Presidencia; entonces fue también Portavoz del Gobierno. En el Ministerio de Educación fue el padre de las leyes más nefastas que hasta entonces se conocían, y como Portavoz del Gobierno fue quien desde Moncloa negó la existencia del GAL y negó la corrupción. Aquellas negaciones las decía muy serio, como él dice las cosas, y luego pasó lo que pasó. Es previsible que ahora niegue cualquier negociación con ETA o su entorno, aderezando su negativa con detenciones de algunos desgraciados de menor cuantía mientras pone en la calle a primeros espadas, que es lo que a ETA y a sus cercanos les interesa. Se ha estrenado con esa táctica: detenciones de gentes o gentecillas de SEGI y puesta en la calle de “Txelis” ideólogo de doscientos asesinatos, algunos de ellos de su autoría personal.
Rubalcaba, si te vuelves te la clava, fue el encargado de “verificar” la tregua-trampa que declaró ETA en la pasada legislatura y nos contó una y otra vez que los terroristas la cumplían, incluso tras el robo en Francia de trescientas pistolas que el ministro no atribuyó a la banda, y que luego fueron empleadas en atentados. Y poco antes de la voladura de la Terminal IV de Barajas, de la que no se enteró hasta que escuchó la explosión. Estaba tan confiado como aquel Zapatero que unas horas antes aseguraba a los españoles que estábamos a punto de asistir al fin del terrorismo.
Con una crisis institucional profunda y una crisis económica que no sabe como atajar, sin principios que mantener porque ha malbaratado todos, obligado por el mundo mundial a hacer unas políticas en las que no cree porque no son las suyas, a Zapatero sólo le queda presentarse a las elecciones de 2012 con lo que él piensa, y se equivoca, que le haría recuperar la confianza de los votantes: el fin del terrorismo. Pero a los españoles nos han contado ya demasiados cuentos de caminos y una foto de unos tipos comprometiéndose a entregar sus armas no sería suficiente. ¿Serían todos? ¿Sería para siempre? ETA está, según se dice, dividida, y no bastaría un maquillaje para que nos creyésemos la buena nueva. O sea: la milonga.
Rubalcaba, si te vuelves te la clava, tiene demasiados cadáveres en los armarios, tiene demasiada historia a su espalda -“España necesita un Gobierno que no le mienta”, la vulneración de la jornada de reflexión el 13-M, el caso “Faisán”… ¿recuerdan? – como para que las personas decentes se sientan tranquilas. Desde su cargo de Portavoz de la Moncloa ha utilizado, desde el primer día, esa tribuna institucional de la Presidencia del Gobierno de todos para atacar al Partido Popular; ha actuado desde Moncloa como Portavoz del PSOE. Mal principio.
Rubalcaba, si te vuelves te la clava, ha acusado al Partido Popular, desde su puesto en Moncloa, de ser “genéticamente machista” por unas desafortunadas declaraciones -de las que se disculpó- del alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, sobre los morritos de Leire Pajín. Este ministro “killer” ha olvidado perlas como aquel comentario de Felipe González: “Aznar ha cerrado la bodeguilla de Moncloa para que no le metan mano a la botella”, la frase de Alfonso Guerra: “Soledad Becerril es como Carlos II vestido de Mariquita Pérez”, la fina observación del socialista del Grupo Municipal de Barcelona sobre la periodista Mónica Terribas: “Lo que le pasa es que está mal follada”, o la delicada invitación pública de su segundo, el secretario de estado de Seguridad Antonio Camacho, a la diputada del Partido Popular Ana Belén Vázquez: “Si quieres te invito a venir al servicio conmigo”.
Rubalcaba, si te vuelves te la clava, es un maestro del cinismo y en este caso de la amnesia. No se recuerda que en ninguna de las ocasiones referidas sus protagonistas pidiesen perdón, ni se tiene constancia de movimiento alguno de repulsa por parte de las organizaciones feministas ligadas al PSOE. Tampoco pidió perdón ese caballero tan fino, Pedro Castro, por considerar “tontos de los cojones” a los diez millones de votantes del Partido Popular. Pero eso a Rubalcaba, si te vuelves te la clava, le da igual. Él a lo suyo, que no es el interés general de los españoles.
Rubalcaba, si te vuelves te la clava, Blanco y doña Trinidad son los vencedores de este intento de lavado de cara del Gobierno de Zapatero con nombre de crisis. Son los personajes que el nervioso Tomás Gómez (vuelto a Babia de donde salió las dos o tres semanas previas a las primarias socialistas de Madrid) consideró “perdedores” en aquel canibalismo interno. Si Gómez no hubiese pedido primarias o, incluso, las hubiera perdido, acaso ahora sería ministro; qué cosas. Pero quienes “perdieron”, a los que según dijo él ganó (y al trío debe añadirse el propio Zapatero, que tiene fama de vengativo) manejan hoy el partido y desde luego no van a hacerle la vida fácil al ingenuo, presuroso, soberbio, equivocado y prepotente Tomás Gómez.
El todopoderoso Rubalcaba, si te vuelves te la clava, al ser preguntado si iba a ser el sucesor de Zapatero, no lo ha negado; ha dicho sólo que no era el momento de hablar de eso y que ya lo decidiría el Presidente y el partido. Pobre Gómez. Menos mal que Zapatero, Rubalcaba, si te vuelves te la clava, y los demás prebostes de la cima socialista, están convencidos de que las elecciones autonómicas en Madrid las ganará por goleada Esperanza Aguirre. Aún así, que se palpe las vestiduras el bueno de Gómez en la campaña electoral. Lo que menos quieren esos que Gómez, bocazas, consideró “perdedores” es un nuevo barón socialista emergente y, además, no contaminado en los Gobiernos de Zapatero. Había que ver las caras de los diputados autonómicos socialistas en el pasado Pleno de la Asamblea de Madrid. Se distinguía de lejos quienes habían sido “tomistas” y quienes “trinistas”.
Rubalcaba, si te vuelves te la clava, tiene fama de Fouché y provoca miedo, o eso dicen. No he creído nunca que sea tan inteligente como nos ha hecho creer. Tengo para mí que no pasa de ser un tipo listo con poder que, además, sabe manejar. Pero con los poderosos mecanismos que tiene a su alcance es fácil pasar por inteligente. Además en la tierra de los ciegos los tuertos son los reyes y él está en el Gobierno de Zapatero. Pienso que a Rubalcaba, si te vuelves te la clava, le ocurre como al león.
¿Por qué el león es el rey de la selva? No vive en la selva sino en la sabana, no es el animal más veloz, ni el más grande, ni el más bello, ni siquiera el de colmillos más devastadores. El león es el rey de la selva porque todos los demás animales lo han considerado como tal y le temen más de lo que se merece. Pues lo mismo pasa con Rubalcaba, si te vuelves de la clava. Enterró políticamente a Felipe González derrochando sus mismas artes de hoy, y la primera de ellas la manipulación. Y enterrará a José Luis Rodríguez Zapatero con el mismo menú. Y, además, la democracia es más vieja y las gentes no son tontas, aunque ese finústico Pedro Castro crea otra cosa.
Las primeras encuestas tras el cambio de cromos en el Gobierno de Zapatero siguen dando mayoría absoluta al Partido Popular. Mucho tendrá que manipular, intoxicar y agitar el “comando” instalado en Moncloa para desviar el signo de lo inevitable. Mirando hacia atrás, al retrato de Rubalcaba, si te vuelves te la clava, cuando tenía aún barba negra, ante el que recibió el relevo de una compungida y sorprendida Fernández de la Vega, uno entiende que estemos en Halloween.