El mismísimo esqueleto sobre el cual se sustenta el sistema circulatorio y nervioso de Venezuela es el que está mal y se puede resumir en una sola palabra: delincuencia. La corrupción es una de sus formas. Desgraciadamente en Venezuela hay que funcionar bajo la “presunción de culpabilidad” cuando se habla de funcionarios. Culpable hasta que se demuestre lo contrario. Canarias se ha librado en gran medida de esa lacra. Si bien hay delitos de este tipo, no alcanzan con mucho el nivel de epidemia conseguido en Venezuela en las últimas décadas. Desde luego, la riqueza fácil no es pasto propicio para crear líderes. ¿terminará como Libia?

Este tipo de conducta se empleó en posiciones de poder en un momento especialmente sensible para Venezuela, cuando el petróleo - como Libia- pasó a ser una materia prima básica para el crecimiento de las economías desarrolladas. Por cosas de la vida Venezuela resultó tener inmensas reservas de petróleo exportables a cualquier punto del globo y rápidamente pasó a ser el tercer exportador del mundo. Comenzó a ser el principal factor de desarrollo y dinamizador de la economía venezolana. Fue la mano que moldeó la arcilla de la Venezuela que es hoy.

La construcción se activó, la administración pública creció increíblemente (en número de funcionarios, ministerios, etc.), así como los recursos ingentes para el colectivo militar. Se creaba empleo a raudales, el comercio ocupó rápidamente un papel protagónico dominando y sometiendo a sus reglas a toda la industria alimentaria (que carecía de la tradición y flexibilidad suficiente para seguir el ritmo, especialmente después del 74) los otros sectores de servicios comenzaron a dar sus primeros balbuceos de crecimiento. Y en líneas generales, sobraba dinero y había prosperidad gracias al petróleo.

Desafortunadamente como la relación entre países ricos y pobres tiende a ser mutuamente excluyente en la medida en que los países pobres posean una estructura económica como la venezolana -proveedores de materias primas esenciales para el mundo desarrollado- ocurre un fenómeno de suma cero: lo que gana uno lo pierde el otro.

Un alza en los precios del crudo beneficia a los países como Venezuela porque sus ingresos aumentan considerablemente pero perjudica a los países desarrollados ya que este tipo de acciones generan repuntes inflacionarios peligrosos que pueden desembocar en crisis e incluso en recesión económica por debilitamiento del consumo privado y el alza de tipos de interés.

Entre los factores que contribuyeron a crear la situación que terminó marcando definitivamente a Venezuela en las últimas tres décadas hay una acción destacable (llevada a cabo por venezolanos) en el terreno estratégico: crear un mecanismo internacional de unión en las políticas de exportación de crudo de los principales países productores. Que al final, por azares del destino, terminó siendo el actor protagónico en el origen de la denominada crisis energética de los años 73 y 74.

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) tuvo su momento cumbre al conseguir -por otros azares- que los principales productores de petróleo de entonces cerraran filas y actuaran en bloque con la finalidad de restringir su producción y aumentar los precios del crudo. Solo en 1974 esta acción representó según la OCDE una transferencia del equivalente al 2% de toda la riqueza generada en los países consumidores occidentales hacia los países productores como Venezuela. Eso es mucho dinero, parte del cual sentaba las bases para la tierra generosa llena de (demasiadas) oportunidades, cada año hasta finales de los 90.

Pero ocurre que el petróleo no fue un recurso energético capaz de impulsar no solo a los coches e industrias enteras, sino a la corrupción más abyecta. Basta que no exista la inteligencia suficiente o unos sólidos valores éticos para que tal chorro de dinero genere una industria paralela autodestructiva, como es la del enriquecimiento ilícito. En Venezuela tal ha sido la cantidad de dinero que entró gracias al petróleo que aún una corrupción institucionalizada como la que se creó no se dio abasto sino hasta entrado los años 90.

En otras palabras, había tanto dinero que lo que desaparecía no se notaba hasta que disminuyeron los ingresos petroleros. A finales de los 90 la suma cero se invirtió: el crudo llegó a unos precios considerados mínimos históricos, que obviamente estimulan la actividad económica de USA, Europa y Asia a costa de la renta cobrada por los países monoexportadores como Venezuela. Esto agrietó sus cimientos y la sumió en la más profunda crisis económica, militar, política y social, pues no hubo tanto dinero como para alimentar la economía nacional, el statu quo y la industria del enriquecimiento ilícito al mismo tiempo.

Venezuela parece estar por comenzar otra nueva etapa saudí con la actual escalada de precios del petróleo. La principal lección del pasado es que la corrupción puede ayudar enormemente a acabar con un futuro de país si se la deja suelta. Si se institucionaliza, envenena lo que toca, aunque eso le cueste su propia supervivencia.

Es la pólvora sobre la que medio mundo árabe caminaba, a falta de una chispa: allí fue el alza del precio del trigo y otras materias primas.

Chávez está muy silencioso estos días, no vaya a ser que salte un chispa.