OBRA DE JAN VERMEER TITULADA : " Mujer joven con jarra de agua en la ventana "
Un sueldo, un salario o una pensión vinculados a un oficio o a un cargo, como el de pintor de cámara, con frecuencia pueden convertirse en la principal fuente de ingresos para el artista. Para los que están próximos a la Corte se trata de una situación posible.
DIEGO RODRÍGUEZ DE SILVA
Y VELÁZQUEZ
Velázquez (1599-1660), además de disponer de una pensión anual, vivienda, taller en el palacio y otras exenciones de gastos, acumuló cargos oficiales, como el de ayuda de guardarropa, ayuda de cámara y, por fin, aposentador mayor de palacio, por los que percibía el pago que correspondía a tales funciones. Sus ingresos regulares salían de ahí y no de la venta de los cuadros o de la comercialización de estampas.
PEDRO PABLO RUBENS
Rubens (1577-1640) sí que vendía sus pinturas y, además, estipulaba para ellas unos honorarios bastante elevados. Mantenía abierto un taller en Amberes, con ayudantes que trabajaban en los muchos encargos que recibía. Pero, paralelamente, desarrolló una importante carrera diplomática al servicio de la archiduquesa Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos. Entre una actividad y otra, logró convertirse en un hombre muy rico.
Vivir y trabajar al amparo de la Corte no era precisamente lo común en los Países Bajos, donde el mecenazgo cultural recaía en manos de la sociedad burguesa, ni en España, donde sólo Madrid era Corte; pero sí en las muy numerosas pequeñas cortes de Italia y de Europa central. Entre los artistas no vinculados a la corte era habitual el pluriempleo, sobre todo entre los holandeses.
JAN VERMEER
Jan Vermeer (1632-1675) pintó muy poco, apenas dos o tres cuadros al año, que sepamos, y vendía sus obras a unos precios relativamente modestos, ocho o diez veces por debajo de los que alcanzaban las de Gerrit Dou (1613-1675) o las de Frans van Mieris (1635-1681), que eran pintores bien remunerados. No parece posible que Vermeer viviera de su pintura (¡con quince hijos!). De hecho, comerciaba con pinturas, es decir, compraba y vendía cuadros, labor a la que ya se había dedicado su padre.
HARMEMSZOON VAN RIJN REMBRANDT
También Rembrandt (1606-1669), que pintó mucho pero administraba sus ingresos de un modo pésimo, era marchante de arte. Otros pintores, como apuntan Rudolf y Margot Wittkower, desempeñaban trabajos completamente ajenos al arte: Jan van Goyen (1596-1656) comerciaba con tulipanes; Jan Steen (1626-1679), nuero de Van Goyen, llevó una cervecería en Delft llamada La culebra, con la que no le fue muy bien, y más tarde abrió una fonda en Leiden; Aert van der Neer (1603-1677) trabajó un tiempo como mayordomo y se hizo luego tabernero; Jacob van Ruisdael (1628-1682) era barbero; Meindert Hobbema (1638-1709), alumno de Van Ruisdael, logró colocarse como funcionario en la aduana de Amsterdam nada menos que como catador de vinos de importación.
OBRA DE MURILLO .
Fuera de la Corte, la mejor opción para un pintor con talento pasaba por instalarse en una gran capital, poner en marcha un taller por cuenta propia y aceptar tanto trabajo como le fuese posible atender.
BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO
( 1617 - 1682 )
Murillo (1617-1682) tuvo suerte cuando a los veintiséis años recibió en su ciudad, Sevilla, un importante encargo de una serie de doce grandes pinturas, porque para realizarlas tuvo que contratar ayudantes y ponerse al frente de un taller, una experiencia que debió resultar decisiva para el desarrollo de su carrera. El éxito obtenido entonces le proporcionó nuevos encargos y la oportunidad de mantener en funcionamiento un obrador con aprendices. Murillo fue un pintor excepcional, hasta para el elevado nivel de Sevilla en el Siglo de Oro. En sus obras consiguió aunar una maestría extraordinaria en la ejecución con una inspirada precisión para construir imágenes que conectaban certeramente con el público. Esto lo convirtió en un brillante creador de modelos iconográficos, cada uno de los cuales conocía un éxito inmediato, lo que permitía a su vez que el taller iniciase la producción de copias en gran número. De mano del propio Murillo, se conocen hasta treinta versiones de la Inmaculada, otras treinta de la Virgen con el Niño, veinte de la Sagrada Familia,
Cuatro versiones de La Virgen y el Niño de Murillo .
diez de San José... sólo entre las que se conservan en la actualidad; cabe suponer que algunas más se han perdido, dada la gran dispersión que sufrieron sus obras en el siglo XIX. Y son sólo los prototipos. A todo esto habría que añadir las copias salidas de su taller sin la intervención directa del maestro, es decir, las versiones económicas, que repiten fielmente alguno de los modelos fijados por Murillo. Los obradores artísticos solían incorporar usos propios de los talleres artesanos, en los que se fabricaban piezas casi idénticas con el fin de optimizar los procesos de producción en el contexto de una demanda prevista. Sin embargo, los modelos creados por Murillo con las sucesivas versiones del tema pintadas por él mismo difieren lo bastante entre sí como para formar un corpus riquísimo, con el que podría dar satisfacción a cualquier cliente. La suma de la abundancia de variantes de cada tipología y las correspondientes copias de taller que se conocen o se pueden suponer, hace pensar en que por momentos, Murillo casi debió copar el mercado artístico de Sevilla, que era entonces una de las principales ciudades del mundo: controlaba el mercado con un catálogo acertado, amplio y de mucha calidad, y hacía copias con las que podía rentabilizar cada modelo iconográfico.
Es un poco parecida la forma de trabajar de Chardin, por cierto también un brillante creador de novedosos modelos, aunque a escala más modesta. De hecho, él copiaba igualmente sus propias composiciones, aunque casi sin hacer variaciones entre el prototipo y la copia. Pero Chardin era lento en extremo y, según refieren las fuentes y deja ver su obra, le costaba mucho esfuerzo pintar, de modo que, en su caso, las versiones de sus cuadros mediante estampas fueron una excelente elección para ganar algo de dinero en esa profesión que él tenía por tan ardua y difícil, en la que nada más que unos pocos llegaban a conseguir éxito y fortuna.
GIORGIO VESARI ( 1511 - 1574 )
Vasari en el siglo XVI se quejaba amargamente de la desigualdad entre las remuneraciones extraordinarias que recibían por sus obras contados maestros famosos y los apuros económicos que pasaban otros cuyo mérito artístico no era menor (IV, 15). Entre éstos, los que no obtenían alguna pensión o un salario oficial, debían buscarse otro medio de vida al margen de la pintura. Muchos abandonarían los pinceles.
JEAN SIMEON CHARDIN
( 1689 - 1779 )
En el siglo XVIII Chardin tenía un recuerdo para “tantos que han abandonado la carrera” y pedía indulgencia para los que perseveraban en un trabajo tan penoso e ingrato como el de pintor.
MARCEL DUCHAMP ( 1887 - 1968 )
En “El acto creativo”, una conferencia que pronunció en 1957, Marcel Duchamp volvía a referirse a las expectativas que podía tener un artista respecto a su porvenir: “Millones de artistas crean; sólo de algunos miles se habla o son aceptados por el espectador, y son menos todavía los consagrados por la posteridad”.
http://www.panfletocalidoscopio.com/2011/02_Marzo/Miscelanea01.html
PINTR Y GANAR DINERO - Félix Andrada
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