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Juana Enríquez - La MadrastraJUANA ENRÍQUEZ Y FERNÁNDEZ DE CÓRDOBAJUANA ENRÍQUEZ Y FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA ( 1425 - 1468 )
Ambiciosa e intrigante , fue acusada de envenenar al Príncipe Carlos de Viana , huyendo a Barcelona con su hijo Fernando , para defender sus derechos de sucesión .
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Nace en Medina de Rioseco en 1425 . Fue la segunda esposa de Juan II de Aragón , quién casó en segundas nupcias con ella en 1444, después de morir su primera esposa Blanca I de Navarra en 1441.
Era hija de Fadrique Enríquez , Almirante de Castilla y de María Fernández de Córdoba y Ayala ( hay otra Juana Enríquez , tía del personaje que nos ocupa , Marquesa de Villena , que casó con Diego López Pacheco , noble portugués , implicado en el asesinato de Inés de Castro en 1355 , que sería proclamada reina de Portugal a título póstumo ) .
BLANCA I DE NAVARRA . Primera esposa del rey Juan II de Aragón , madre del príncipe Carlos de Viana , heredero de la Corona de Navarra y Aragón .
La muerte en 1458 del rey Alfonso V de Aragón significó la ascensión al trono de Juan II y su mujer Juana ( matrimonio celebrado en 1444 ).
ALVARO DE LUNA
En el momento en que fallece su esposa, Blanca , la guerra civil se hallaba algo apaciguada en Castilla, y Juan había logrado un triunfo momentáneo al hacer salir de la corte al condestable Don Álvaro de Luna. Se había llegado a un acuerdo que equilibraba la influencia de los nobles castellanos, pero el almirante, Fadrique Enríquez, subía paulatinamente en la estima del rey, y esto tenía inquieto a Juan. Su amigo y confidente, el conde de Castro, le aconsejó casarse con Juana Enríquez, la hija del almirante, para así establecer una fuerte alianza con él.
Blanca , antes de morir , rogó a su hijo que para usar el título de rey “tuviese por bien tomar la bendición y consentimiento de su padre”.
Carlos , cumplió esta recomendación de su madre , para evitar conflictos familiares , ya que él como persona ilustrada y de carácter dulce y amable , era enemigo de guerras y disputas . Se había quedado gobernando Navarra, cargo en el que permaneció después con el beneplácito de su padre. Sus despachos de aquel tiempo indican que se había conformado con la voluntad expresada en el testamento de Blanca, puesto que no firmaba como rey, sino como “príncipe de Viana, primogénito, heredero y lugarteniente por su padre”.
Pero , Álvaro de Luna recuperó el poder y los derrotó en la batalla de Olmedo el 19 de mayo de 1445. Juan tuvo que huir de Castilla, perdida para siempre su autoridad allí.
Mientras tanto Carlos seguía ocupándose del gobierno de Navarra. Solo de vez en cuando resultaba el reino salpicado por la violencia del conflicto castellano. En 1451 el rey de Castilla y su hijo entraron con su ejército y sitiaron la ciudad de Estella, pero el príncipe, cuyas tropas no resultaban suficientes para oponer resistencia, optó por presentarse desarmado en sus reales y hablar con ambos. Lo hizo con tal persuasión que los castellanos alzaron el sitio y regresaron a sus tierras.
Juan continuaba actuando como rey de Navarra, y no estaba dispuesto a que Carlos ciñera la corona mientras él viviese. Los navarros no amaban a Juan. Ellos eran los que sostenían la mayor parte de los gastos que originaban las empresas salidas de su genio turbulento, y por tanto ellos eran también quienes sufrían la venganza castellana. Les parecía que nada debían a un rey que sacrificaba su provecho y su paz al interés de lo que él deseaba obtener en Castilla, y lamentaban que no hubiese entregado ya a su hijo el dominio y la autoridad real que eran legítima herencia de su madre. Entendían que le correspondía a Carlos ser el rey de Navarra “por edad, por mérito y por derecho”. Por último, habían tomado muy a mal que Juan se hubiera casado con la hija del almirante sin notificarlo ni a su hijo ni al reino, “y murmuraban que ningún respeto ni contemplaciones debían a un rey extraño, que no tenía por aquel Estado atención ni amor alguno.”
Cuando la Juana llegó a Navarra con título de gobernadora, aquellas “centellas de descontento tomaron la fuerza de un volcán”. Lo interpretaban como un atropello y una afrenta a su hijastro Carlos, que los había gobernado durante años con prudencia y acierto. Y los modales de la reina no la ayudaron a granjearse las simpatías de los navarros: “En vez de ganarse las voluntades con la afabilidad y dulzura propias de su sexo, afectaba una arrogancia y un imperio siempre odioso, pero más a ánimos descontentos”, y, en definitiva, “acabaron de apurar la paciencia y soplaron la llama de la sedición”.
Se llegó finalmente a una ruptura total entre padre e hijo. Las fuerzas no eran iguales, porque aunque la mayor parte de Navarra estaba por el príncipe, casi todas las fortalezas y el propio Estado de Viana se encontraban en poder de Juan, que desde la muerte de su primera esposa había tenido la precaución de entregar los castillos a sus servidores más fieles.
ESTELLA
Carlos empuñó las armas y, ayudado por los castellanos, tomó Olite, Tafalla, Aivar y Pamplona. Después pasó a sitiar Estella, donde se encontraba su madrastra. Juan, con la ayuda de las tropas aragonesas, acudió raudo en auxilio de su esposa, pero como no contaba con fuerzas suficientes para entablar combate, regresó a por refuerzos. Carlos creyó que su padre no tenía intención de regresar tan pronto, y no quiso hacerse odioso a los navarros teniendo por más tiempo en el reino tropas castellanas, de modo que levantó el sitio. JUAN II DE ARAGÓN Juan volvió con un ejército mucho mayor, y estaban a punto de enfrentarse en el campo de batalla cuando los mediadores lograron conciliarlos. El príncipe propuso a su padre una concordia en la que se conformaba con la restitución del principado de Viana y sus fortalezas, y la devolución de lugares y villas tomadas a los señores que le habían apoyado. Además, volvería a gobernar el reino en ausencia de su padre.
Juana , se enfrentó con el príncipe Carlos de Viana , hijo del rey Juan en su anterior matrimonio con Blanca de Navarra , a causa del posible enlace de este con Isabel, hermana de enrique IV y enemigo de su familia. Pretendía el trono de Aragón para su hijo Fernando ( que efectivamente acabaría por reinar como Fernando II el Católico , y al casar con Isabel I de Castilla , conseguiría ser también rey consorte de Castilla . Pero moriría antes de ver cumplido su deseo ) .
Era el 23 de octubre de 1452. Tras muchas negociaciones, y cuando parecía que se había alcanzado la paz, ambos ejércitos chocaron en el campo de batalla. La jornada comenzó presentándose mal para Juan, que seguramente habría sido hecho prisionero de no ser por su hijo natural, Alfonso de Aragón. Alfonso corrió a socorrerle y, acometiendo con treinta lanzas a los beamonteses, que ya se creían vencedores, dio la vuelta al resultado de la contienda. Finalmente fue Carlos de Viana quien hubo de rendirse. No quiso hacerlo si no era ante su hermanastro, al que entregó la espada y una manopla. Alfonso se apeó del caballo para recibirlas y besó al príncipe en la rodilla.
Carlos temía que le dieran veneno con la comida. Ni en el real, ni en el castillo de Tafalla, adonde fue conducido, quiso comer nada si antes no lo probaba su hermano, y con ese asunto los ánimos se enconaban aún más.
Del castillo de Tafalla fue llevado al de Maillén, y de allí al de Monroy. Ningún lugar parecía considerar su padre lo bastante seguro para albergarlo. Las gentes se ofendían y murmuraban al ver a su príncipe conducido de prisión en prisión como un criminal.
Navarros y aragoneses insistían para que el príncipe fuese liberado y se alcanzase la paz. Juan no podía seguir desoyendo los ruegos reunidos de los dos reinos, de modo que sacó a su hijo de la fortaleza de Monroy y lo llevó a Zaragoza el 25 de enero de 1453. Allí se estipuló un plazo de 30 días para alcanzar la concordia, tiempo que fue preciso prorrogar por dos veces. Por último Carlos consiguió la libertad, quedando el condestable de Navarra y sus dos hijos como rehenes, junto con otros caballeros que se ofrecieron a ello por ver libre al príncipe que adoraban. Carlos de Viana tenía dos hermanas. Una de ellas, Blanca, estaba casada con el Príncipe de Asturias, heredero de la corona de Castilla. La otra hermana, Leonor, casó con Gastón, conde de Foix.
El príncipe de Asturias, Enrique, aborrecía a su suegro y lo demostraba enviando fuerzas a los beamonteses. Sucedió que por esa época Enrique hizo a su esposa el agravio de repudiarla y enviarla de vuelta a su padre, pretextando que por algún hechizo oculto era impotente con ella. Blanca vivió por un tiempo en Aragón y luego se trasladó a Pamplona con el príncipe su hermano, al que amaba entrañablemente. Esa inclinación era suficiente para incurrir en el profundo desagrado de su padre.
Fallecía al año siguiente el rey Juan II de Castilla, con lo que el príncipe de Asturias alcanzaba el trono y comenzaba su reinado como Enrique IV. El rey de Aragón, Alfonso el Magnánimo, descontento por el modo en que su hermano Juan estaba llevando aquel asunto, quiso arbitrar personalmente la querella.
Carlos acudió personalmente al encuentro de su tío, que se hallaba en Nápoles. Dejó a Juan de Beamonte el gobierno de la parte de Navarra que le era leal y tomó el camino de Italia a través de Francia. Era su intención, si su tío no le favorecía, pasar su vida en el destierro y terminar así con la guerra civil. El príncipe de Viana visitó durante su viaje la corte de París, donde fue recibido por Carlos VII con todos los honores. Después continuó camino hacia Italia y a su paso por Roma fue agasajado por Calixto III. Desde allí tomó la vía Apia hacia Nápoles, la que pasaba por ser la Corte más culta de Europa. Por fin se firma en 1457 en Zaragoza un tratado reconciliándose padre e hijo . Pero Las esperanzas que el príncipe de Viana había concebido con ese tratado se desvanecieron todas con la muerte de su tío en junio de 1458. Trágicamente para Carlos, la muerte de Alfonso sin descendencia legítima convertía en rey de Aragón a su padre.
El rey, ya anciano y dominado por su mujer Juana , ambiciosa y arrogante, temía el interés y la cálida acogida que el príncipe recibía por todas partes. Se ofendió porque en Barcelona lo trataron con la solemnidad de primogénito, y ordenó que hasta que él no lo declarase por tal, no se le diesen más honores que a cualquier infante hijo suyo.
Los reyes de Aragón acudieron a entrevistarse con Carlos en Barcelona. El príncipe salió a recibirlos hasta Igualada, se postró a los pies de su padre y, tras besarle la mano, le pidió perdón por todo lo pasado y solicitó su bendición. Con el mismo respeto hizo reverencia a la reina, y juntos entraron los tres en buena armonía en Barcelona, donde hubo muchos festejos públicos.
Pero el rey ya no amaba a su hijo, y en cambio veía por los ojos de su mujer, que aborrecía a Carlos. Juana Enríquez tenía un hijo del rey: Fernando, un niño de ocho años para el que ambicionaba toda la gloria. Para ella el Príncipe de Viana era un estorbo que hacía sombra a su pequeño, un problema que había que eliminar. Juan quería que Carlos tomara por esposa a Catalina, hermana del rey de Portugal. Él accedió, a pesar de que era más de su gusto Isabel, la hermana del rey de Castilla. Pero los reyes de Aragón querían a Isabel para su hijo Fernando. Enfrascados en ese proyecto, Juan descuidaba el casamiento de Carlos como cosa de poca importancia, y seguía sin declararlo su sucesor.
Resultó entonces que los grandes de Castilla, descontentos del gobierno de Enrique IV, conspiraron contra él y atrajeron al rey de Aragón a su causa. Para equilibrar la balanza, el rey de Castilla quiso estrechar lazos con el príncipe de Viana y le ofreció a él la mano de Isabel. Carlos cometió la imprudencia de escuchar con agrado al emisario.
El almirante de Castilla, padre de Juana Enríquez, averiguó el trato secreto que había entre su rey y el Príncipe de Viana, y puso sobre aviso a su yerno. Dicen que Juan al principio no quiso dar crédito a la noticia, y que “fue menester para que la creyese que la reina se la confirmase, llorando y maldiciendo su fortuna”. Viéndose engañado, decidió arrestar a su hijo.
Cuando lo mandó llamar, muchos de sus amigos y consejeros previnieron a Carlos. Unos opinaban que debía escaparse a Sicilia y otros a Castilla, pero todos le pedían que no fuera a ponerse en manos de sus más encarnizados enemigos. Su médico le decía:
—"Señor, si sois preso, de cierto sois muerto, porque vuestro padre no os prenderá sino para haceros matar; y aunque os hagan la salva, os darán un bocado con que os enviarán vuestro camino ".
Al final el príncipe decidió obedecer a su padre y presentarse en Lérida, donde se celebraban Cortes. El rey le dio la mano y le besó, según era costumbre, y un instante después daba la orden de apresarlo.
Al escuchar las terribles palabras, Carlos se echó a sus pies y exclamó:
—"¿Dónde está, oh, padre, la fe que me disteis para que viniese a vos desde Mallorca? ¿Adónde la salvaguardia real que por derecho público gozan todos los que vienen a las Cortes? ¿Dónde la clemencia? ¿Qué significa ser admitido al beso de su padre y después ser hecho prisionero? Dios es testigo de que no emprendí ni imaginé cosa alguna contra vuestra persona. ¡Ah, señor!, no queráis tomar venganza contra vuestra carne ni mancharos las manos con mi sangre ".
El rey lo escuchó sin conmoverse y luego lo entregó para su custodia.
El príncipe, fue llevado a diversas fortalezas hasta que finalmente se le creyó seguro en Morella. A las peticiones de clemencia contestaba el rey que él haría lo que la justicia y la obligación le mandaran, y concluía con una amenaza:
—"Acordaos que la ira del rey es mensajera de muerte ". Ante la presión del pueblo y de los partidarios de Carlos , el rey tuvo que claudicar y conceder la libertad al príncipe, dándosela como si fuera a ruegos de la reina , su madrastra. Ella misma se hizo este honor en la carta que escribió a los diputados de Cataluña, avisándoles que ya había conseguido del rey la libertad de su hijo y que iría a buscarlo personalmente a Morella para llevarlo a Barcelona.
Juana Enríquez acudió a Aragón a consultar con su esposo, el rey Juan II, las propuestas que le habían presentado, y luego regresó a Barcelona a dar contestación. Por segunda vez sufrió el desaire de no ser admitida dentro de la ciudad, pidiéndosele que declarase cuál era la voluntad de su esposo a los embajadores enviados a su encuentro por el príncipe. La reina pasó entonces a Terrassa con ánimo de detenerse allí a comer, pero los del lugar le cerraron las puertas y tocaron las campanas a rebato, “como si sobre ellos viniese una banda de malhechores o forajidos”.
La reina les dijo que sus poderes para ampliar la concordia eran amplios, y que si la dejaban entrar en Barcelona, se compondrían las cosas en el término de tres días. Pero en la ciudad corría el rumor de que había dentro gente en inteligencia con la reina, y fue tal el tumulto que se organizó que Juana hubo de regresar a Martorell y de allí pasar a Villafranca, donde por fin se firmó el convenio. En él Carlos era nombrado lugarteniente general irrevocable del rey en Cataluña, y se estipulaba su padre se abstendría de entrar en ella.
BLANCA DE TRASTÁMARA . Hermana de Carlos de Viana
Las preocupaciones y dificultades diplomáticas en las negociaciones de su pretendido enlace con Isabel de Castilla y posteriormente con Luís XI de Francia buscando apoyo militar para el trono de Navarra , mediante matrimonio con una de sus hermanas hizo que la salud de Carlos, que se resentía desde que había abandonado la prisión de Morella, acabó de arruinarse con estas preocupaciones, y fallecía en septiembre de 1461. Dejando a su hermana Blanca como heredera . “Los médicos diagnosticaron que la muerte fue ocasionada por una pleuresía. Se ha hablado y se habló en su tiempo de que pudo morir envenenado con Arsénico, pero en el estudio de los restos que hemos practicado minuciosamente, hemos podido comprobar que el cadáver presentaba aún huellas de haber sufrido una pleuresía de origen tuberculoso. Aún se han podido teñir los Bacilos de Koch con una reacción específica. El estudio con microscopía electrónica de un centenar de muestras no presenta rastros de Arsénico como se decía. Lo que queda de tejido pulmonar se puede observar que estuvo adherido a la pared torácica… A mi entender el diagnóstico realizado por los médicos que le atendieron fue correcto.” PROF. JOSÉ MANUEL REVERTE COMA - ANTROPÓLOGO FORENSE .
A la muerte del príncipe Carlos en 1461, JUANA ENRÍQUEZ se trasladó a Barcelona en calidad de regente con su hijo Fernando, que andaba próximo a los once años y podía, eventualmente, ser rey heredero de Aragón , y quizá también rey titular de Navarra, lo que consiguió manu militari en julio de 1512, cuando don Fernando ya viudo de Isabel de Castilla desde 1504 y vuelto a casar en 1505 con una sobrina de su antiguo enemigo Luís XII de Francia , Germana de Foix .
La gestión de Juana Enríquez secundando a su marido Juan II de Aragón llevó al enfrentamiento entre los sectores populares de la Busca , en los que Juana buscaba apoyo, y la Biga , representante de los intereses de la oligarquía catalana que controlaba la Generalidad de Catañuña . Esto, y el conflicto entre payeses de remensa y señores, llevó al estallido de la guerra civil. Acusada de haber ordenado el envenenamiento de Carlos de Viana, ( hecho que nunca ha podido demostrarse ) , Juana huyó con su hijo a Gerona en busca de la protección de los remensas y del obispo, y tuvo que soportar el asedio de las tropas de la diputación.
JUANA ENRÍQUEZ
Uno de los más grandes deseos de Juana Enríquez, hacia el que tendió hábilmente su política, fue el matrimonio (en octubre de 1469) de su hijo Fernando, de dieciséis años, con Isabel de Castilla, de unos diecisiete. No pudo verlo realizado pues murió a los 43 años , el 13 de febrero de 1468 en Tarragona por complicaciones de un cáncer de mama.
El Príncipe de Viana .
Un recorrido por el Tablero de la Historia
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