Obligado a pedir refugio durante años en un monasterio benedictino próximo a Mesina y encarcelado con posterioridad por orden de su padre en una fortaleza cercana a Lérida (2 de diciembre de 1460), falleció en el Palacio Real de Barcelona en septiembre de 1461, envenenado a manos de su madrastra según un rumor popular. Su vida desafortunada fue llevada al teatro por Gertrudis Gómez de Avellaneda en un drama en tres actos, representado por primera vez en Madrid a finales de 1844. Se abre el segundo con la presencia solitaria de Don Carlos en el interior de la estancia en la que está preso en el castillo de Aitona. Allí se lamenta en solitario:
¡Con qué velocidad vuelan las horas
De escasa dicha que nos da el destino,
Y cuál se arrastran perezosas, lentas,
Las que insomne el dolor sigue en su giro!
Aún no despunta el alba en el oriente,
Y me parece que he velado un siglo,
Desde que el manto desplegó la noche,
Aumentando el horror de este recinto.
Al horizonte por la angosta reja
—Como mi suerte— lúgubre diviso,
Pues ni una estrella solitaria asoma
Para halagar al mísero cautivo.
¡Cómo la saludára, viendo en ella
Quizás mi mente un fausto vaticinio…
Un rayo de esperanza, que envïaba
—Piadoso á mi anhelar— ángel propicio!
OBRA TEATRAL " EL PRÍNCIPE DE VIANA " - GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA
1844
El abatimiento que reflejan sus palabras es también el sentimiento general que se desprende del lienzo que le dedicó Moreno Carbonero y con el que se presentó a concurso en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1881, obteniendo una primera medalla.
JOSÉ MORENO CARBONERO ( 1860 - 1942 ) . Pintor español. Especializado en retratos y temas históricos, se encuadra dentro de la escuela malagueña de pintura. Desde muy joven destacó en el dibujo.
11:35 ARTISTA MALAGUEÑO JOSE MORENO CARBONERO (NEW AGE MUSIC)
Vestido con un grueso manto ribeteado en piel, el príncipe aparece recostado en un sitial gótico de madera tallada colocado en el centro de una estancia rodeada de libros y documentos, espacio que reproduce la biblioteca del monasterio napolitano que lo acogió. Con unos folios aún en las manos y un volumen abierto sobre el atril colocado ante sí, tiene la mirada perdida, la cabeza inclinada sobre el pecho y la espalda corva, en actitud ausente, melancólica.
De esta desazón generalizada que transmite el protagonista no escapa ni el fiel can que, lejos de tratar de animarlo, dormita indolente a sus pies. Incluso la escenografía participa de la sensación de abandono: códices y legajos, rotos algunos, aparecen desordenados, las estanterías y demás objetos del mobiliario sucios, llenos de polvo… Hasta la paleta cromática se ha vuelto austera, con predominio de los colores fríos, apagados, sobrios en su mayoría, contrastados únicamente por el carmín aterciopelado del cojín en el que apoya los pies y del que asoma tras su espalda.
Aunque lo principal es mostrar al personaje y su estado de ánimo, no por ello se descuida la ambientación de la escena. Al contrario, entre lo mejor de la obra debe señalarse la atención al detalle evidenciada en la recreación de cada uno de los tomos de la biblioteca, así como la veracidad en la transmisión de las calidades matéricas de los distintos tejidos y objetos; todo ello resuelto a partir de un dibujo preciso, correcto, y de una pincelada rápida y fluida.