La reforma constitucional en México y el Estado laico: la reforma del miedo
Por Jorge E. Traslosheros 1
La cámara de diputados aprobó recientemente la adición de la palabra “laica” al artículo 40 de la Constitución, para que diga que somos una república representativa, democrática, laica y federal. Se trata de un auténtico parto de los montes, pues es una acción legislativa del todo innecesaria porque la Carta Magna ya lo define sin lugar a dudas y porque no existe algún actor social que pretenda un estado confesional. Las Iglesias son las más interesadas en profundizar la laicidad del Estado, pues es garantía de no intromisión en sus asuntos internos y de libertad de acción. No obstante, el asunto tiene una explicación sencilla: los promotores, que obedecen a la llamada “izquierda liberal”, autodenominada “progresista” y que habitan en distintos partidos, preferentemente en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), tienen miedo, están en verdad asustados y por eso reaccionan conforme a su propio instinto: de manera autoritaria.
En la exposición de motivos de la reforma –que contenía feos errores de análisis histórico– se aduce que ella se realiza para que ninguna religión pretenda dominar la vida civil o política, en ataque explícito a la Iglesia católica, si bien arremete también contra las demás. Se trata de una exposición de motivos con fuerte sabor sacrofóbico. ¿Por qué tienen tanto miedo a las religiones? La explicación se encuentra en los debates que están en curso en México, como en muchos lugares del planeta, en torno al aborto, la eutanasia, el matrimonio entre homosexuales, etc. Tiene que ver con la batalla entre quienes pretenden una forma de vida democrática, incluyente y altamente participativa, sustentada en una ciudadanía independiente y centrada en la dignidad humana, y quienes buscan sacar a toda costa la agenda de un liberalismo radical, individualista, de racionalidad utilitaria y nada democrático. Un programa que Juan Manuel de Prada ha llamado, con enorme tino, el proyecto de la “Matrix Proge” y que ve en las religiones, sobre todo en la católica, su principal enemigo. Se revisten, pues, con el largo traje de la sacrofobia.
Sucede que los activistas de la “Matrix Progre” han hecho de la ciudad de México su campo de experimentación. Hace poco más de dos años legislaron para liberalizar el aborto en la Ciudad de México. Se sintieron fuertes porque contaban –y continúan contando– con el apoyo de buena parte de la “opinocracia” con pretensiones nacionales, y negándose a escuchar razones, poniéndose en contra de la opinión pública e incluso rechazando una consulta ciudadana, lo impusieron por la fuerza.