Fideos finos
Voy a contarles lo que había entonces en Ramos Mejía.
Había olor a tía, veredas de ladrillo con pastito y, tras la celosía, un viejo organillero con monito.
Y había por los caminos muchísimos fideos finos.
Había un cielo entero por donde navegaban las hamacas y leche que el lechero traía, no en botella sino en vaca.
Había lluvia en tinas y patios con ranitas adivinas, y una gallina clueca mirándonos con ojos de muñeca.
Había a cada rato un gato navegando en un zapato, y había en la cocina una mamá jugando con harina.
María Elena Walsh
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