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De: 2158Fenice  (Mensaje original) Enviado: 18/01/2010 14:48

Entrevista a un touareg


 



 

TU TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO

entrevista realizada por VÍCTOR-M. AMELA a: MOUSSA AG ASSARID.

No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...

Nací en un campamento nómada touareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali.

He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre.

Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg.

Soy musulmán, sin fanatismo

- ¡Qué turbante tan hermoso...!

- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena,

y a la vez seguir viendo y respirando através de ella.

- Es de un azul bellísimo...

- A los touareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo

y nuestra piel toma tintes azulados...

- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?

- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales.

El azul, para los touareg, es el color del mundo.

- ¿Por qué?

- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.

- ¿Quiénes son los touareg?

- Touareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto,

solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber),

y nuestro alfabeto, el tifinagh.

- ¿Cuántos son?

- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece...

"¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio:

yo lucho por preservar este pueblo.

- ¿A qué se dedican?

- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...

- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?

- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón.

No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.

- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?

- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne,

nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre....

Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

- ¿Sí? No parece muy estimulante. ..

- Mucho.. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes:

a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas...

Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

- Saber eso es valioso, sin duda...

- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡Y cada una tiene enorme valor!

- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿No?

- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso.

¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos!

Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡Porque cada uno ya es!

- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena!

Me asusté, claro... - Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...

- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿Por qué esa falta de respeto hacia la mujer?,

me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida:

vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.

- Qué abundancia, qué derroche, ¿No?

- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno

aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...

- ¿Tanto como eso?

- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos...

Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí!

Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.

- ¿Qué pasó con su familia?

- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros.

Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar frente a su casa...

Entendí: mi madre estaba ayudándome...

- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?

- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar,

y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di.

Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito...

Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...

- Y lo logró.

- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.

- ¡Un tuareg en la universidad. ..!

- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña.

Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche,

y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miran la tele.

- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?

- Tienen de todo, pero no les basta. Se quejan. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! 

Se encadenan de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa...

En el desierto no hay atascos, ¿Y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!

- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.

- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado,

y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan

en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

- Fascinante, desde luego...

- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té.

Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos:

los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...

- Qué paz...

- Aquí tienen reloj, allí tenemos tiempo.



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