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Ronda de mates entre amigos: Mateando con Banderas
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De: 2158Fenice  (Mensaje original) Enviado: 10/01/2010 07:58

Banderas a los 50

Amor, salud, familia y proyectos. Las ideas de un sex symbol sobre cómo disfrutar de la segunda mitad de la vida

Banderas a los 50
 

Es mediados de diciembre y Antonio Banderas acaba de regresar a Nueva York, después de filmar en Washington.

En diálogo con LN R , dice que allá es un día frío, demasiado frío para lo que está habituado. Es que el cuartel general de la familia está en Los Angeles, cerquita de Hollywood.

Por razones de trabajo, explica, pero también porque su hija estudia allí. Stella del Carmen, la hija que Antonio Banderas tuvo con Melanie Griffith, tiene ya 13 años.

Y no hace falta hablar más de un minuto con el actor para advertir el espacio que esta hija ocupa en su vida.

Stella ya no es una niña...

-Por cierto que no... El tiempo pasa a muchísima velocidad, antes de que nos demos cuenta ya ha pasado.

-¿Le has enseñado a hablar en español?

-Sí, habla en español y en inglés.

-¿Y cómo vive esta condición de tener un papá español y una mamá estadounidense?

-Con absoluta normalidad. Quizá para los otros dos hijos míos, hijastro Alexander (24) e hijastra Dakota (20), era diferente porque los padres de ambos

(Steven Bauer, de Alexander, y Don Johnson, de Dakota) son norteamericanos, y después yo llegué a casa.

Pero Stella nació en este hogar, por lo tanto es su vida algo natural.

-Componen una familia ensamblada, con hijos de matrimonios anteriores de tu mujer. ¿Se llevan bien?

-Sí, todas las familias tenemos nuestros problemas: no somos la familia ideal y tampoco pretendemos serlo. Pero en líneas generales somos una familia feliz.

En realidad, en estos tiempos, felicidad es una palabra demasiado gorda, que solamente debería quedar para el uso de los estúpidos, porque cuando uno ve un telediario

simplemente ya no se puede ser feliz. Pero la palabra alegría sí me gusta, creo que somos una familia alegre.

-¿Y con qué valores has procurado educar a tu hija Stella?

-Básicamente, con valores de libertad e independencia. Sobre todo tratándose de una mujer, pongo el acento en la palabra independencia, en poder ser autónoma,

no tener que depender de un mundo de hombres. Es complicado, porque a pesar de que se ha avanzado en derechos hay mucho todavía que arreglar.

Y procuro que mi hija lo entienda.

-¿Y a qué le gustaría que se dedicara cuando sea más grande?

-No sé, no quiero meter en su cabeza una idea preconcebida. No quisiera que se desarrollara a través de mí, debe encontrar ella su propio camino que, a mí me parece,

va para el lado de la literatura.

-¿Escribe?

-Sí. Empieza a hacer pequeñas cositas. Le gusta mucho contar historias, y esto es lo que le da independencia al escritor.

Eso no me sucede a mí, que cada vez que quiero contar una historia dependo de otra persona. Los escritores y los pintores son los artistas más independientes.

Y pienso que Stella tiene ese don, pero es todavía muy pequeña.

-¿Y en qué idioma escribe?

-En inglés, porque a pesar de que habla en español, le resulta mucho más fácil expresarse en la lengua en la que estudia.

Un hombre espiritual

-¿Eres una persona de fe?

-Soy, como decimos en mi tierra, Andalucía, un católico cultural. Significa que me crié en un hogar católico que está muy apegado a otros conceptos,

como es la tradición, la identidad, el arte popular y, en ese sentido, no me considero sólo católico cultural, sino practicante.

Pero no es tanto una cuestión religiosa como espiritual.

-¿Fuera de lo religioso se considera espiritual?

-Sí. Lo soy.

-¿En qué cosas cree, por ejemplo?

-He logrado vivir confortablemente en el misterio, en este misterio de no saber, pero de intuir que hay algo más.

Probablemente sea algo que, como seres humanos, no tenemos la capacidad de conocer, pero a lo que quizá la muerte nos abra una puerta...

Por ahora, vivo confortablemente en este misterio; no me obsesiona; lo veo como algo excitante:

la posibilidad de trascendencia después de la muerte, algo que tiene que ver con el universo, que tampoco comprendemos que se vincula

con el mundo de lo muy infinitamente pequeño o de lo muy infinitamente grande.

-¿Y este sentimiento se reforzó luego de la muerte de su padre, en febrero de 2008?

-La muerte de mi padre me produjo más que nada unas ganas tremendas de vivir. Lo que aprendí a través de su partida es el valor intrínseco de la vida.

Es la posibilidad de vivirla plenamente. Cuando se observa la muerte de un ser querido, tomamos conciencia de lo único verdaderamente certero:

en nuestra vida, lo único certero es la muerte. Todo lo otro es relativo, claro, excepto los impuestos.

-¿No has ganado un Oscar todavía?

-No; tuve nominaciones a todo: a los Emmy, a los Tony, a los Golden Globe, pero no me quita el sueño, en absoluto.

Los premios son algo paralelo y bastante lejano del camino por el que yo ando, que es contar historias, lo que he querido siempre,

desde que me marché de casa, con 18 años, y lo que afortunadamente sigo haciendo ahora que voy rumbo a los 50.

-¿Volvería hoy a filmar una película como La balada del pistolero (1995), remake de El mariachi , dirigida por Robert Rodríguez?

-Si la filmé fue porque me gustó en aquel momento y provocó que luego hiciéramos con Robert Rodríguez seis películas juntos.

Es un director de personalidad definida, algo que me gusta mucho en los realizadores. Y la volvería a hacer.

Fue interesante porque me permitió fundar prácticamente todo el personaje en un mundo coreográfico, basado en el movimiento.

Así construimos el personaje, era como reírnos de la violencia...

-¿Y qué puede decir de Pedro Almodóvar?

-Es alguien que ha roto estructuras, primero en el cine español y luego en el nivel mundial. Y cuando se rompen estructuras, hay que pagar un precio.

Yo estuve en los inicios de aquella ruptura y no todo el mundo comulgaba con ella, hasta que la gente codificó el lenguaje de Pedro Almodóvar

y empezó a comprender su cine. Para mí, ha sido muy importante haber hecho cinco películas con él. No sé si alguna vez volveremos a trabajar juntos;

él es el director, de él dependerá, pero creo que es una figura muy importante para la cinematografía española y la cinematografía del mundo. Creó un lenguaje.

-¿Cuántos años hace que está casado con Melanie?

-Casado, creo que son 14... Pero cuento desde el momento en que nos enamoramos: 15 años van a ser en febrero.

-¿Cómo se hace para sostener una relación con otra persona durante tantos años y seguir queriéndose?

-No creer solamente en aquello que se produce al principio de una relación. Creer que hay más cosas. Y, efectivamente, las hay.

Se trata de saber que después de que ese amor apasionado, rosa, del comienzo desaparece, llegan otros estados, que a veces son mucho mejores.

Lo que pasa es que vivimos un mundo donde se es muy impaciente y se busca continuamente esa relación orgásmica del principio.

Entonces, cuando la gente ya no la tiene, busca otra... Necesita de ese licor fuerte del principio.

Pero hay otras cosas que se ganan con el tiempo y esa gente no las tiene, a no ser que se viva 15 años con una persona, en los que se aprende muchísimo de uno mismo.

Es una cuestión de confianza y de fe.

De vinos, perfumes y política

-¿Alguna vez se hizo o se haría una cirugía estética?

-No: ni me la hice ni me la haré. Me encanta el paso del tiempo, las canas que me están saliendo en el pelo.

Estoy loco por tener un poquito más de arrugas. Me gusta, pasa como con el buen vino.

-Hablando de vino, ¿qué hay de su bodega?

-Son 250 hectáreas; compré el 50 por ciento de una compañía. Estamos haciendo un vino muy bueno. No es una empresa que por el momento dé muchas ganancias,

porque buscamos calidad, pero quizás en tres o cuatro años podamos tener en las manos algo de cierto valor.

Es al sur de Burgos, al norte de Madrid, en Ribera del Duero, una zona famosa para el cultivo de la uva. La mayoría es una uva española, tempranillo,

pero también tenemos un poquito de cabernet y otro poquito de merlot. Con eso hacemos las mezclas de los distintos caldos.

-¿Extraña vivir en España?

-Sí, mucho. Se extraña la familia, los amigos, la comida, la forma de vida española, la forma de entender el mundo.

Se echa de menos, pero al mismo tiempo reconozco que los Estados Unidos tienen una serie de ventajas. Es un país hasta cierto punto muy interesante.

Es como una especie de gran proyecto, de experimento.

-Pero los experimentos son siempre de resultado incierto...

-Naturalmente: acá viven 300 millones de seres humanos, pero es un experimento interesante con muchas etnias, culturas, religiones.

Todos los países tienen miserias y grandezas. Estados Unidos no es la excepción.

-¿Y qué le parece la gestión del presidente Obama?

-Muy difícil, pero bien encaminada. Se está encontrando con muchos problemas y, a pesar de lo que digan los republicanos son problemas heredados.

-¿Se siente más cerca de la postura demócrata?

-No tenga la menor duda. He apoyado a Obama en forma pública.

-El problema de la minoría hispana en los Estados Unidos parece complicado...

-Sí, pero lo fue más en el pasado. Los hispanos hemos ido ganando terreno. Cuando yo llegué aquí, hace 20 años, era mucho más problemático.

Ahora se avanza poco a poco; se van consiguiendo muchas cosas. Hollywood puede ser, de alguna forma, un ejemplo o un espejo de lo que ha ido ocurriendo durante estos años.

Muchos trabajadores, no solamente en el terreno artístico, sino también detrás de las cámaras, son hispanos. Y son muy respetados.

-Y para hispanos está Antonio Banderas...

-Yo pongo mi granito de arena…

-También tiene una línea de perfumes... ¿Mete ahí su nariz?

-De lo único que hablo con quienes los elaboran es de conceptos. Trato de adaptarlos a lo que en realidad soy: que tanto el perfume como el vino sean un reflejo

no solamente de mi personalidad, sino de en qué momento estoy de la vida. Ahora estoy madurando, creciendo; soy un hombre mayor [se ríe],

y quiero que los perfumes vayan avanzando en ese terreno. Hay una serie de perfumistas profesionales que intentan traducir esos conceptos en una fragancia.

-¿Usa sus propios perfumes?

-Claro... Los he usado durante estos 14 años. Es más: no he usado otro que no fuera el de mi marca.

-Parte de lo que gana con esos perfumes lo dona, por ejemplo, al Hospital Nacional de Pediatría Juan P. Garrahan, en nuestro país. ¿Por qué desea compartir esas ganancias?

-A pesar de que tengo una tendencia socialista demócrata, no creo demasiado en los paternalismos estatales.

Pienso que la iniciativa privada debe implicarse con las sociedades en las que vive, con las sociedades a las que está requiriendo también

que compre su producto, cada uno aportando en la medida en que pueda. Por lo tanto, en el contrato que establecí con la firma que produce

los perfumes está estipulado que debíamos trabajar en asuntos sociales y culturales, en la Argentina y en otros países.

-El 10 de agosto de este año cumplirá 50 años... ¿Cómo se prepara?

-Corriendo por el parque como un loco [risas] y haciendo yoga. Me gusta el deporte.

-¿Se cuida con la comida?

-No he tenido necesidad. Tengo un metabolismo que hace que raramente engorde. Dios me ha dado un cuerpo bastante amable.

Como lo que quiero, me encanta comer, pero no engordo.

-Realmente, eso es una bendición...

-Puede ser, sí.

-¿Se considera buen mozo?

-Cuando uno se levanta por las mañanas, se mira al espejo durante 49 años y ve siempre la misma boca, los mismos ojos y la misma nariz...

No sabe bien adónde está. La verdad: he perdido la objetividad.

Por Gabriela Navarra

Perfil / Un español de Hollywood

Antonio Banderas nació en Málaga, el 10 de agosto de 1960.

Desde hace 15 años, está casado con la actriz Melanie Griffith, con quien tuvo a su hija Stella del Carmen.

De Atame a La balada del pistolero , pasando por La casa de los espíritus , La máscara del zorro y la más reciente The Code , actuó en decenas de películas de Hollywood.

Le puso la voz al Gato con Botas en la saga animada Shrek , cuya cuarta entrega se verá en mayo. Además, otras tres películas en postproducción lo cuentan entre sus protagonistas.

¿Y ahora qué?

Por Lic. Hugo Hirsch

El tiempo o los tiempos han cambiado. Hoy, la gente de 30 o 35 años se ve y es vista como "chicos". El corrimiento se da también hacia arriba:

quizá la de 50 se perciba hoy como hace 100 años describía Carl Jung a quienes habían cumplido cuarenta.

Según Jung, en su época, a los 40 muchos hombres sentían haber alcanzado las metas que hasta ese momento suponían vitales: matrimonio, hijos, carrera, posición.

Naturalmente, Jung hablaba de cierto tipo de hombre, el hombre de éxito en un mundo burgués. No la mujer ni el hombre de otros grupos.

De todos modos, ese hombre de 40 llegaba a su cumpleaños con un éxito que le generaba un vacío. ¿Y ahora qué? Si hasta allí había alcanzado sus metas externas,

objetivas, materiales, en un sentido, si éstas ya estaban cumplidas, ¿a qué dedicar el resto de la existencia? En Jung, la respuesta estaba en conquistar un espacio más interior,

el de la conexión consigo mismo, con lo no racional y misterioso de nuestra propia existencia y su conexión a la vez, con el sentido y el misterio por los que todos los seres

humanos en todas las civilizaciones siempre hemos sentido una atracción: el inconsciente colectivo y su relación con lo místico, que puede o no ser religioso.

En definitiva, se experimenta la necesidad de algo nuevo, que suele estar más adentro que afuera.

Aquella edad de los 40 puede ser hoy, para muchos, la de los 50. El alargamiento de la vida corre las etapas, pero no las cambia.

Esta, de los 50, en una plenitud que prenuncia cierta declinación física, puede llevar al individuo a revisarse a sí mismo.

Debe encontrar los espacios interiores en los que desarrollar su curiosidad y sus conquistas. Repetirse es ridículo y detener la curiosidad es morir.

La curiosidad, el ejercicio de riesgo que implica meterse con las posibilidades de acción y conocimiento que no tocamos hasta los 50, facilita que nos encaminemos

a encontrar nuevos momentos de bienestar y satisfacción con nosotros mismos. Lo que hice, lo que me falta y deseo hacer, lo que quiero aprender,

están motorizados por mis posibilidades, como diría Irvin Yalom, de mirar el sol, la finitud de la vida que le da fuerza al intento de aprovechar cada minuto.

El autor es director del Centro Privado de Psicoterapias   



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