PERUGIA. (Centro Italia,Región Umbria)
"Il cuore é una ricchezza che non si vende, non si compra, ma si regala";
"The heart cannot be bought or sold but only given";
"El corazón es una riqueza que no se vende, no se compra, pero se regala."
Este refrán de amor, anónimo, se lee -también en portugués y francés-, en un pedacito de papel que envuelve a uno de los chocolatines más famosos del mundo: el mítico Bacio Perugina. Con su crocante avellana en la cima y su insuperable mezcla de gianduia y chocolate fundido, este bombón, nacido en 1922, se ha convertido en uno de los íconos de la historia de la repostería hecha en Italia.
Nada mejor que San Valentín, la fiesta de los enamorados, para descubrir todos los secretos del Bacio, símbolo indiscutido de esta celebración. A pocos kilómetros de Perugia se levanta la única fábrica de Baci que hay en el mundo. No por nada todo el mundo asocia Perugia -ciudad en la que Pietro di Cristoforo Vannucci (1450-1523), llamado "el Perugino", dejó frescos maravillosos-, con el famoso Bacio.
Fue en el centro histórico de esta bellísima ciudad, capital de la región de Umbria, donde en 1907 nació la casa de dulces y chocolates Perugina, una empresa familiar fundada en un laboratorio artesanal para la producción de confites. El Bacio llegaría unos años más tarde, en 1922, cuando Luisa Spagnoli, una de las socias fundadoras (creadora de la industria textil homónima), quiso recuperar las preciosísimas migas de avellanas que sobraban de la fabricación de otros productos. Nació así un cilindro de chocolate gianduia, coronado por una avellana entera, recubierto por chocolate fundido. Como la forma del chocolatín era parecida a la de un puño, el Bacio al principio fue bautizado "cazzotto" (puñetazo). Pero Giovanni Buitoni, otro socio clave (el mismo de la famosa fábrica de pastas secas) enseguida intuyó que semejante nombre, demasiado violento, no pegaba con la idea de afecto que iba aparejada con los chocolatines, típico producto para regalar. Era maliciosamente más simpático que el eventual consumidor pidiera un beso, antes que un puñetazo. Así, revirtiendo totalmente el nombre, nació el Bacio.
Aunque el secreto del éxito del bombón, más allá de su exquisito sabor, tuvo que ver con su "look". Gracias al director de arte, Federico Seneca, desde sus albores el Bacio fue envuelto por el famoso "cartiglio", ese pequeño pedacito de papel con frases, refranes o pensamientos de amor, algunos anónimos, otros salidas de la pluma de artistas, filósofos y escritores ilustres como Voltaire o Shakespeare. Frases de amor que comenzaron a ser traducidas en 1939, cuando se abrió la primera tienda Perugina en Fifth Avenue y la exportación de Baci comenzó a ser importante. Claro, había que agregarle al placer del chocolate, el placer de un mensaje que transmitiera afecto, calor, simpatía. "En definitiva, todas las caras del amor", dicen ahora en Perugina, empresa que en 1988 pasó a ser parte de Nestlé. Y había que agregarle también una referencia a otro beso, la pintura de Francesco Hayez (artista veneciano, máximo exponente del romanticismo histórico, autor en 1859 de Il bacio) que retrata a dos enamorados besándose: su silueta, debajo de una lluvia de estrellas, salta a la vista en las tradicionales cajas de los Baci, azules y plateadas.
"El Bacio es el producto líder de Perugina. Se trata de algo prodigioso para un chocolatín nacido en 1922: normalmente, el ciclo de un producto es más corto", explica a la nacion Cristina Mantovani, manager de la empresa. "Todos los días se producen aquí 1 millón y medio de Baci, empaquetados con el clásico envoltorio de papel de alumino plateado con estrellitas azules. Hoy el chocolate pasa por un muy buen momento, porque se sabe que no hace mal, sino todo lo contrario. Por eso pudimos resistir a la crisis económica", agrega.
Los números hablan a las claras del éxito: en Italia uno de cada tres chocolatines vendidos en Navidad, en San Valentín o en el Día de la Madre, es un Bacio Perugina. Son 300 los millones de Baci que se venden todos los años; puestos en fila, según calculan aquí, formarían 7000 kilómetros. Desde 1922, año de su nacimiento, los Baci habrían dado cinco vueltas a la Tierra...
Concientes del mito que se ha creado, desde 2007, año del centenario de Perugina, no sólo cualquier turista puede visitar la fábrica, y oler y ver con sus propios ojos cómo se fabrican los Baci. Sino que, además, puede visitar el Museo Histórico Perugina y hasta hacer un curso en su Escuela del Chocolate, la única en el mundo donde, luego de tres divertídisimas horas con las manos en la masa (de chocolate, valga la redundancia), bajo la batuta de un "maestro cioccolatiere", uno logra crear bombones personalizados, o los mismos Baci Perugina.
Se trata de una experiencia inolvidable, como una recorrida por el Museo Perugina. Allí, puede palparse la historia de la planta del cacao, visto por primera vez por Cristobal Colón en la corte de Moctezuma, el emperador azteco que solía tomarse 20 tazas de la denominada "bebida de los dioses", por sus cualidades afrodisíacas, y bucear en su proceso de transformación al chocolate. Y a través de fotos, filmaciones y documentos varios, revivir la historia de la empresa familiar, que por supuesto se entremezcla con la de Italia.
Por Elisabetta Pique