Poema sombrío
Nada nos pertenece, todo gira indefinidamente en el vacío, se desgasta, se evade...
Ni la tierra, ni el cuerpo, ni los rostros que llegamos a amar nos pertenecen.
Sólo la imagen, sólo la memoria, la forma inmaterial de las conquistas y acaso sentimientos, soledades que van creciendo dentro de nosotros y nos tornan más leves, más ajenos cada vez al combate en que vivimos.
Sin embargo libramos nuestra lucha con tenacidad de un don sagrado.
Ocupamos lugares en la tierra; ámbitos donde el alma se difunde para vencer la soledad.
Buscamos corazones adictos, cierto espacio donde sentir que crecen las raíces de la palabra siempre.
Hasta que alguna vez nos detenemos para mirar en torno y advertimos los lugares vacíos y el derrumbe de aquello que construimos.
Sólo entonces se desprenden durísimas verdades; ya no palabras sino ideas claras, como revelaciones dolorosas que nos gastan el alma.
En el silencio de las voces calladas,
en el bosque de figuras derruidas,
se levanta una sola deidad.
Y comenzamos a descifrar su imagen en penumbra.
Horacio Núñez West
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