|
Ronda de mates entre amigos: Bicentenario de América Latina
Elegir otro panel de mensajes |
|
De: 2158Fenice (Mensaje original) |
Enviado: 28/02/2010 07:41 |
200 años / El escritor colombiano está al frente de los festejos en Bogotá.
"El factor de unión en América latina siempre ha sido la cultura".
El escritor colombiano William Ospina habla sobre las deudas del Bicentenario.
Por : Susana Reinoso
LA NACION
"Sin América latina no se entiende el mundo moderno desde hace cinco siglos. A pesar de lo que piensan los organismos internacionales y de la teoría del subdesarrollo impuesta por la Conquista, los latinoamericanos estamos a la vanguardia de algunas cosas. Los mayores esfuerzos por ser universales se han hecho desde América latina. Nosotros sabemos que las naciones son ficciones históricas y que nuestra sustancia es el mundo".
Esta reflexión, honda como su obra, la formula el escritor colombiano Willliam Ospina, autor de novelas históricas extraordinarias, una calurosa mañana de enero en Barranquilla, Colombia, la ciudad que vive el Carnaval de las Artes como anticipo de su fiesta más señera, que es obra maestra del patrimonio cultural mundial por la Unesco.
Ospina es, sobre todo, un autor muy culto, dueño de una narrativa bella en hechura y reflexiones.
En el derrotero de algunos de sus mejores ensayos, como América mestiza. El país del futuro, Ospina a quien Gabriel García Márquez ha ungido como uno de sus herederos literarios junto con su compatriota Jorge Franco acaba de terminar un trabajo sobre Simón Bolívar y recorre los tramos finales de la escritura de La serpiente sin ojos, que cierra su trilogía histórica con El país de la canela (Premio Rómulo Gallegos) y Ursúa. Escritor premiado, poeta valorado en América latina y Europa, la alcaldía de Bogotá lo ha puesto al frente de la programación del Bicentenario en Colombia.
Fervoroso admirador de la obra de Jorge Luis Borges, Ospina dice a La Nacion sobre el autor de El Aleph: "Es un escritor al que amo y uno de los grandes exponentes de nuestra época, desde esa vocación de universalidad de América latina. Nadie como Borges logró con tanta nitidez sentirse cómodo en todas las tradiciones. A Borges tanto lo embelesaba la Biblia, como los upanishads o Las mil y una noches. Y eso no lo hacia menos deseoso de entender el mundo azteca o de sentirse profundamente argentino cuando leía el Martín Fierro. Eso es un camino trazado de lo que puede ser América latina. Nuestras identidades múltiples son una promesa de convivencia para la humanidad".
¿Desde qué lugar habría que plantear los debates del Bicentenario?
En Bogotá propuse ver el Bicentenario como punta de lanza de lo que han sido nuestras realizaciones sociales en los últimos dos siglos, para saber qué tanto hemos avanzado en el camino de construir una sociedad moderna. El Bicentenario tiene que servir para enfrentar los desafios del presente. Las generaciones que hicieron las independencias enfrentaron los problemas de su época: la libertad, la economía, la construcción de naciones, de instituciones, la creación de conciencia ciudadana.
¿La cultura es territorio más propicio que la política para promover estos debates?
La política por su propio impulso tiende a separar, así como la cultura por su propio impulso tiende a unir. Si los latinoamericanos pusieramos el énfasis en las tareas culturales, que son prioritarias porque en la base de la politica tiene que haber procesos culturales que nos ayuden a entendernos como ciudadanos, eso nos ayudaría con lo diverso. En América latina el factor de unión siempre ha sido la cultura. Cada vez que se presentaron grandes fenómenos culturales, éstos fueron simultáneos en todos los países. La generación ilustrada que precedió a la Independencia surgió espontáneamente en cada uno de nuestros paises. Lo propio ocurrió con la generación que hizo la Independencia, sin un acuerdo previo. Cuando Bolívar llegó al Perú ya estaba San Martín que venía de liberar Argentina y Chile. Después. llegó la generación admirable que hizo la independencia intelectual del continente. José Martí en Cuba, Manuel Gutiérrez Nájera en México, José Asunción Silva en Colombia, Juan Antonio Pérez Bonalde en Venezuela, José María Eguren en Perú, Leopoldo Lugones en la Argentina... por todas partes iba floreciendo gente con los mismos sueños, el mismo propósito de modernizar la lengua, de volvernos contemporáneos del mundo. Hasta llegar a la gran síntesis que fue el nicaragüense Rubén Darío, cónsul de Colombia en Buenos Aires. Una vez más, a mediados del siglo XX, ocurrió algo similar con el boom de la literatura latinoamericana. En todos los países surgió la misma voluntad de experimentación, la misma capacidad creadora. El fermento cultural está allí y los gobiernos lúcidos deberían darse cuenta que tiene una fuerza transformadora que cohesiona a los pueblos y los ayuda a dialogar, y a tener originalidad frente al mundo.
¿La historia oficial ha tergiversado una parte de la verdad que la ficción nos ha revelado?
En el discurso sólo se dan, por decirlo así, guerras entre ficciones. A la hora de organizar ficciones vuelve a estar en conflicto la política y el arte. Las ficicones de la politíca suelen ser manipuladoras. Todo poder manipula los símbolos para su propio beneficio. Lo único que le podemos oponer a las ficciones del poder son las ficciones del arte, que son más desinteresadas y liberadoras.
En América mestiza dice usted que no hay hechos malvados que no corran el riesgo de producir efectos benéficos, pero nos está vedado justificar la atrocidad por esos beneficios.
La historia de América latina es aleccionadora en muchos sentidos. La humanidad tiene que aprender de la experiencia latinoamericana para refrenar sus instintos destructores. Así como la Conquista de América fue atroz y criminal, un fenómeno de inhumanidad y de rapiña escandalosa, esa misma fuerza de estremecimiento también produjo unas consecuencias benéficas a largo plazo. No sólo el derecho humanitario surgió de la Conquista misma. De las reflexiones del Padre Victoria que, al conocer que Pizarro había masacrado la Corte de Atahualpa en Cajamarca, escribió: "Se me hiela la sangre en las venas"?se desprende que en la España de aquel tiempo ya había una capacidad de estremecerse frente a esos hechos. Cuando hoy nos critican por hablar de la Conquista en términos severos y nos dicen que es la sensibilidad moderna la que se alarma con estos hechos, hay que responder que los Diez Mandamientos existen hace cinco mil años y no fueron un invento de la modernidad.
¿No hemos sido marcados por un destino trágico?
De muchas maneras distintas la reflexión de lo que ocurrió en América influyó en Europa. La utopia de Tomás Moro tiene ya que ver con una reflexión sobre la Conquista de América. Los ensayos de Montaigne expresamente condenan la Conquista de América. Y son contemporáneos de ella. El escribió: "La más hermosa parte del mundo ha sido trastornada por el tráfico de perlas y pimienta". Eso fue produciendo cambios en Europa. América cambió la forma de alimentarse de los europeos y también la sensibilidad de aquel mundo. El surgimiento de las criticas crecientes que se hicieron a la sociedad europea y a la idea sacralizada de la desigualdad en el siglo XVIII son fruto de una reflexión sobre lo que habia pasado en América. Por eso no es de extrañar que las ideas de la Ilustración y de la revolución en la Europa del siglo XVIII hayan tenido algunos de sus ecos más importantes en América. Sus efectos más glamoros se dieron aquí. Primero en los Estados Unidos y luego, en Haití. De modo que tenemos el deber de reflexionar sobre esos hechos y la forma en que hemos estamos profundamente conectados con el mundo, a pesar de que se nos vendió una idea completamente colonial del subdesarrollo.
¿Dónde quedó el sueño de Bolívar y San Martín?
Aquel sueño fue muy visionario. Y posiblemente muy irreal para su época. Es lo que advierto de los textos de Bolívar. Cuando escribió la Carta de Jamaica en 1815, la preocupación más grande de Bolívar era que el continente estaba fraccionado en reinos antes de la Conquista. El imperio azteca y maya eran mundos cerrados en sí mismos. Sólo el de los incas era el más extendido. A esa división originaria se sumó la de la Conquista que no propició la integración de naciones, para evitar el fortalecimiento de las fuerzas rebeldes. Las guerras de la independencia tuvieron que fortalecer primero las identidades de naciones. Mientras existió el enemigo el discurso continental tuvo validez. Pero el proyecto de Bolívar y San Martín fracasó muy pronto. Una vez que se fueron los españoles ya nadie entendió el discurso de la unión, porque cada uno quería dedicarse rápidamente a construir su pequeña republica.
¿San Martín y Bolívar entendieron la globalización antes de que el capitalismo la alentara?
Hoy muchos reconocen en Bolívar a uno de los pocos hombres que en su tiempo tuvo un pensamiento continental, en una época en que se imponía pensar en naciones. También Europa pensaba en naciones. Y tal vez lo que ha llevado a Europa a unirse, más que la razón y la filosofía, ha sido la experiencia traumática de la primera guerra mundial que la puso al borde de la extinción. Como América latina no ha sufrido nunca un desgarramiento semejante, no ha sabido entender la importancia de su integración. Pero ella está como el único camino para que nuestros países puedan superar su fragilidad a la hora de dialogar con el mundo.
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 3 de 3
Siguiente
Último
|
|
A propósito del Bicentenario
Una antología reúne 200 años de poesía
No son los únicos nombres posibles. Pero son 200 excelentes poetas argentinos que conformarán una antología inédita, que abarcará desde los nacidos en el siglo XVIII hasta los que lo hicieron a mediados del siglo XX. 200 años de poesía argentina es el título del volumen que contará con el prólogo y la selección de Jorge Monteleone. Entre los elegidos para el libro, que será presentado por editorial Alfaguara en mayo, con motivo del Bicentenario, hay muchos nombres reconocidos, por su mayor producción poética o porque han sido críticos literarios. Otros, en cambio, son de menor repercusión. El volumen comenzará con lo que el antólogo consideró el primer poema patrio: el Himno Nacional, de Vicente López y Planes, en versión completa. Vicente López y Planes, Olegario Víctor Andrade, Jorge Luis Borges, Enrique Banchs, Cátulo Castillo, Arnaldo Calveyra, Jaime Dávalos, Atahualpa Yupanqui, Esteban Echeverría, Estanislao del Campo, Baldomero Fernández Moreno, Celedonio Flores, Alberto Girri, Juan Gelman, Raúl González Tuñón, Juan José Hernández, María Negroni, Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik, Olga Orozco, Horacio Salas, Juana Bignozzi, María Elena Walsh, Julio Cortázar, Hugo Padeletti son sólo un puñado de nombres que da cuenta de la diversidad de estéticas incluidas en el libro. "El criterio de selección siempre fue la calidad. Como ocurre en toda antología, no se puede conformar a todo el mundo", comenta Julia Saltzmann, editora del libro, que define a la poesía como "el corazón de la lengua". El proyecto nació de un deseo: "Quise regalarle a un amigo del exterior un libro que le permitiera crear un vínculo significativo con la Argentina. Si, como se dice, la patria es la lengua, ¿Qué mejor homenaje en el Bicentenario que una antología de la mejor poesía argentina?". Paralelamente al proyecto de Alfaguara, también Eudeba decidió apostar a un libro de divulgación poética. La poesía argentina en sus antologías 1900-1950 , de Aníbal Salazar Anglada, es un recorrido por distintos repertorios poéticos editados durante la primera mitad del siglo XX, pensado para entender los criterios de construcción del canon literario en cada época.
Susana Reinoso
|
|
|
|
25 de mayo / No hay iniciativas para la reflexión
Bicentenario: sin un debate de fondo
Historiadores y académicos coinciden en que se corre el riesgo de que la conmemoración se vacíe de significado.
El Pabellón del Bicentenario, en el parque Tres de Febrero, se desarmará antes de lo previsto
Foto:Archivo / LA NACION
Raquel San Martín LA NACION
De una regata a un controvertido decreto que creó un fondo para pagar la deuda externa; del Festival de Cosquín a una colección de libros; de una exposición científica a una recreación del cruce de los Andes; de un homenaje a las mujeres argentinas a un chocolate: todo está este año etiquetado, inspirado, impulsado y teñido por el Bicentenario.
Pero, como señalan historiadores y académicos -y lo refuerzan el sentido común y el publicitario-, lo que se repite mucho tiende a vaciarse de significado. Más aún, para muchos, el ruido de tanta actividad con sello de los 200 años está dejando de lado las reflexiones y debates colectivos de fondo, con el riesgo de reducir la fecha -que llegará en algo más de dos meses- a una conmemoración que se parezca a cualquier otra.
Mientras tanto, el Bicentenario también es objeto de disputas políticas. Todavía no está claro cómo el gobierno nacional y el porteño se repartirán la ciudad para organizar los festejos centrales del 25 de Mayo, mientras en los últimos días hubo algunos síntomas de desorganización. La Casa del Bicentenario debió postergar su inauguración -prevista para el lunes 8- para el martes próximo, y el Pabellón del Bicentenario -la estructura que levantó el gobierno de la ciudad en el parque Tres de Febrero- se desarmará antes de lo previsto.
En paralelo, instituciones académicas, grupos de investigadores y editoriales privadas llevan adelante sus propias iniciativas, dispersas y sin articulación, que incluyen encuentros de debate, publicaciones y hasta una expedición al Paraná de artistas y científicos.
"No es sorprendente que la historia se use para fines comerciales, partidarios o políticos, porque siempre pasó. Lo lastimoso es que esto es lo único que hay", dijo a LA NACION el historiador Jorge Gelman, investigador del Conicet en el Instituto Ravignani de la UBA. "No me da la impresión de que se hayan tomado iniciativas estructurales para obras de infraestructura que preparen el país para el futuro, por ejemplo", apuntó.
"El pasado no es sólo una cuestión de curiosidad, sino la posibilidad de entender el presente y proyectar el futuro. El Bicentenario es una gran oportunidad de aprovechar el conocimiento histórico acumulado para generar un debate sobre la experiencia histórica", sintetizó Gelman.
La historiadora Hilda Sábato, profesora titular de la UBA e investigadora principal del Conicet, destacó "la debilidad o casi ausencia de una agenda del Bicentenario real, en el gobierno nacional y en el porteño". Y marcó dos aspectos de esta falta de debate.
"Hay una ausencia casi total en los discursos de referencias concretas al hecho que se está celebrando. Se habla más del Centenario que del 25 de Mayo. No hay pasado ni puesta en cuestión de ese pasado. Se podría aprovechar toda la renovación de la historiografía de los últimos años para ver, por ejemplo, qué imágenes del pasado hoy conviven", apuntó.
Sin mirada al futuro
La otra carencia visible está, para Sábato, en la mirada al futuro. "La fecha sirve para plantear proyectos futuros, ideales o bien concretos. Podría haber sido la anunciada concertación de sectores, que nunca se concretó", dijo.
Puestos a mirar responsables, las miradas varían. Para el historiador Luis Alberto Romero, investigador del Conicet y director del Centro de Estudios de Historia Política de la Universidad Nacional de San Martín, el Estado está en el centro del problema. "Falta la articulación estatal de todas las iniciativas, como falta en otras áreas del país", analizó. "Durkheim definió el Estado como el lugar donde la sociedad se piensa a sí misma. Uno no se imagina aquí a nadie pensando qué hacer más allá de 2011", dijo.
"Hay un clima de crispación política que no favorece ningún tipo de iniciativa colectiva. La situación del país no es catastrófica, pero el último siglo no parece haber dejado demasiado para festejar, al contrario de lo que sucedía en el Centenario. De 1810 a 1910, no cabían demasiadas dudas sobre ser optimista en la Argentina", apuntó Gelman.
Para Gabriel Vommaro, sociólogo, docente e investigador en la Universidad Nacional de General Sarmiento, "hace tiempo que la Argentina no se caracteriza por tener debates a largo plazo. Hay una lógica colectiva en la que esas cuestiones quedan atrapadas en rencillas coyunturales", afirmó. "Los proyectos de largo plazo que ha planteado el Gobierno quedan atrapados en la coyuntura, y los planteos de otras fuerzas políticas no cuajan en nada concreto."
"No hay un clima de debate profundo sobre el Bicentenario, como no lo hay sobre modelos de país. El Bicentenario debería servir para pensar proyectos de país de cara a las próximas décadas", apuntó Vommaro. El riesgo es que la fecha, literalmente, pase de largo. "Como sucede en los cumpleaños «redondos» de uno, hay que aprovechar esta fecha para que tenga sentido", alertó Sábato.
"Algo que ayuda a pensar para adelante es la idea de proyecto nacional, que hilvana la política, la cuestión social y la propuesta económica. Pero sin Estado es imposible pensar nada", sintetizó Romero.
|
|
|
|
|
|
|
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados | |
|
|