Matices del Bicentenario en América Latina
Analía Melgar
Durante 2010, México, Colombia, Venezuela, Ecuador, Argentina y Chile están festejando un tiempo que se nombra como Bicentenario. Se trata de la celebración, en cada uno de estos destinos, por los 200 años en que se inició la construcción de países independientes de la corona española, de la que dependieron desde 1492 y hasta entrado el siglo XIX.
Sin embargo, bajo esta circunstancia compartida y bajo los también compartidos discursos grandilocuentes de políticos en función pública y de medios de comunicación masiva, existen diferencias importantes en las causas y procesos que la Independencia tuvo en cada país.
Festejar o no festejar: ésa es la cuestión
El diálogo con la historiadora argentina Aurora Ravina, docente, coordinadora de publicaciones de Historia y miembro del sistema de investigadores CONICET, ilumina algunos de los principales matices que existen entre los acontecimientos independentistas en varios de los países de América Latina alrededor de 1810, y ayuda a reflexionar sobre el valor que cada uno de los ciudadanos puede darle a este año tan señalado en los calendarios públicos. La consigna es, fundamentalmente, desconfiar de los fuegos artificiales y, en cambio, encender el sentido crítico. Dice Ravina: “Este año, se puede recuperar una reflexión sobre el momento en que hicimos una elección por un sistema que tuvo muchas discusiones, pero un sistema por el cual la opción mayoritaria siempre se inclinó: la república. Entonces, cabe pensar en qué hemos hecho con esas decisiones, qué nos sigue atrayendo de ellas y en qué tenemos que corregir nuestros vicios de comportamiento social y político para que esto siga un mejor trayecto que el que tiene, pues en Argentina, al menos, hay grandes fallas, como las precariedades sociales y una fragilidad institucional que hace que la ambición de poder siempre vaya por encima de la ley”.
La perspectiva analítica y crítica, apoyada en la investigación histórica, acaso opaque las grandes afirmaciones, a menudo patrioteras, sobre los festejos del Bicentenario. Sin embargo, en la opinión de Ravina, tampoco se trata de ignorar la importancia de las fechas: “Creo que no hay que dejar pasar estas fechas como si nada. Hay ciertas fechas que son hitos de reflexión, como los cumpleaños. Además, los números redondos tienen una magia especial. Si la tienen para las personas, la tienen para las sociedades también. Entonces, este 2010 es una oportunidad. La cuestión es cómo se hace esa reflexión. Al respecto, ¿cuál es el papel de los historiadores? ¿Cómo se acerca el historiador al gran público para invitarlo a reflexionar de otra manera? Los historiadores –como dice Eric Hobsbawn– son esas personas que recuerdan lo que el resto de sus conciudadanos quiere olvidar. Son la memoria pasada por la reflexión. Pero en general al público le atrae más una novela histórica, un relato más liviano, que detenerse a pensar en múltiples factores. El historiador, incluso sin perder el rigor de su profesión, puede agilizar, alivianar y hacer más comprensible el discurso académico o erudito sobre situaciones complejas, y así vencer las explicaciones sencillas y cómodas. Creo que también la escuela debe cumplir un papel, porque lo que los chicos allí aprenden y lo que comentan luego en su casa puede movilizar mucho a los adultos. No alcanza solamente con ir a visitar el Cabildo y escuchar a la guía, sino que es necesario que los maestros adopten posturas comprometidas con lo que enseñan. Uno de los principales problemas que tenemos es que la escuela no contribuye a la formación de un conocimiento elemental de factores que influyeron en el país que somos. En Argentina, para muchos es impensable, por ejemplo, que la sociedad del Río de la Plata, en realidad, no cambió el 25 de mayo de 1810 por el hecho de que hubiera cambiado un gobierno. Los cambios de mentalidad, los procesos de los imaginarios sociales, todo eso lleva mucho tiempo, mucho tiempo”.
Factores compartidos por las Independencias en países de América Latina
Si varios países, en América del Norte, Central y del Sur, coinciden en que el año 1810 constató declaraciones y acciones de carácter independentista, no es algo que se deba al azar, sino a procesos que, por encima de sus notorias diferencias, compartieron rasgos. Ravina sintetiza algunas de estas coincidencias: “El hilo común en estos países tiene que ver con el cambio del principio de legitimidad y con el hecho de que la situación española se había modificado notablemente. Así como en España se planteó una crisis de la monarquí, en tierras americanas también se entendió que se había producido un cambio de época y que estos países habían llegado a punto en que tenían que optar por un gobierno propio, con o sin el rey, pero un gobierno propio al fin. Hay de las más variadas posiciones. Los investigadores en la materia indican que la palabra independencia podía tener muchos significados, según quién la usara y con qué pretexto. Independencia no necesariamente significaba cortar definitivamente y en ese momento específico el vínculo con España, sino alcanzar márgenes de autonomía y de presencia en el gobierno de cada uno de los sectores que componían ese enorme imperio, sectores que hasta entonces que no habían podido incidir sobre sus realidades locales. Estas inquietudes se concentran alrededor de 1809 y 1810; se produce la invasión francesa a España; el monarca desaparece; Carlos IV abdica a favor de su hijo; luego su hijo lo hará también… Para todas las sociedades de la colonia española, había desaparecido la cabeza y, por tanto, caían en entredicho las cabezas locales, los virreyes. Entraban en entredicho el de México, el de Nueva Granada, el de Perú y el del Río de la Plata… En ese momento, todos los virreinatos entran en crisis y sienten el derecho a opinar, elegir y decidir qué hacer. No todo se resuelve simplemente en focos de rebelión. Son, digamos, focos de decisión, de elección, de reflexión. Las noticias empiezan a correr de un lado al otro, a través de sectores oficiales, el comercio, la correspondencia, la prensa. Las noticias llegan. Una vez que se cae la cabeza en España, se descompone todo el panorama. Se consuma la quiebra final del Imperio”.
En este contexto, aparece de manera protagónica el concepto de soberaníía popular. O más bien, reaparece: “En este momento, se revisa la idea de dónde anida la fuente del poder. Se recupera una noción de origen medieval de acuerdo con la cual la soberanía emana del pueblo, que sumará tensiones a las polémicas del mundo político del Antiguo Régimen. Con distintos lenguajes políticos y distintos contenidos de ese lenguaje político, esta antigua noción se encuentra en América. Además, nosotros, en medio de Bicentenario, debemos advertir que todo esto es, a su vez, leído a través de las interpretaciones que, de las Independencias, hicieron los festejos de los Centenarios, a comienzos del siglo XX”.
La memoria y la historia funcionan de modos diferentes
Llegados a este punto, es fundamental distinguir entre memoria e historia. Aclara Ravina: “La memoria funciona con gente que está viviendo y actuando hoy; es más afectiva que racional. El uso de la memoria se constata en trayectos posteriores, con situaciones que nada tienen que ver con la Independencia o la Revolución. Las mezclas, los problemas de cada momento inciden sobre la memoria y sobre el modo en que se recuperan los hechos del pasado, sobre todo, cuando entran en juego palabras tan fuertes como revolución, libertad, independencia, soberanía popular. Cada país hace su propia lectura. Las memorias funcionan desde lo personal y desde ciertos colectivos a los que la gente se une por afinidad. Entonces, llegamos al Bicentenario y ¿qué vamos a recuperar: la Constitución, la República, la Democracia…? Advirtamos, por otra parte, lo que señala Elías Palti: que esos conceptos, el de democracia, por ejemplo, constituyeron verdaderos dilemas en los debates políticos de la época y no es posible atribuirles el significado que hoy resulta natural para nosotros. De todas maneras, lo cierto es que, al menos en Argentina, en materia de democracia y de funcionamiento republicano, nos quedan muchos deberes por hacer, porque aquí una de las cosas que mejor sabemos hacer es saltarnos la Constitución a las primeras de cambio: cuando no nos acomoda, hacemos otra cosa que lo que ella marca. Eso tiene larga data, porque está amparado en las prácticas de un Poder Ejecutivo tremendamente fuerte, y esto es un riesgo en los sistemas presidencialistas”.
Hidalgo, Bolívar, San Martín: héroes, países y procesos diferentes
No sólo las lecturas emotivas del pasado se sostienen sobre las particularidades de cada país; los hechos verificables acerca de las Independencias también están marcados por diferencias muy importantes. Aurora Ravina continúa explicando algunos casos particulares de las Independencias en países de América Latina, y cómo se configuró el panteón nacional de héroes patrióticos, según los sucesos de 1810 y los festejos posteriores: “Con un amplio consenso, la figura de Hidalgo en México prácticamente no es discutida. En cambio, en Argentina, no tenemos un personaje así. El que más adhesión tiene es Manuel Belgrano, y le sigue San Martín. En Chile, O’Higgins también es una figura muy respetada, pero muy discutida. Por su lado, Bolivia era parte del virreinato del Río de la Plata y del Alto Perú. Después, entra la discusión Sucre-Bolívar, y en ese marco, no es fácil definir quién es el personaje que se rescata. En Perú, a la hora de la Independencia, está la tensión entre San Martín y Bolívar. Ambos confluyeron en Perú: uno se retira, el otro queda; los dos han trabajado por la Independencia del Perú, pero ninguno de los dos es peruano. Colombia, Ecuador y Venezuela, los tres, tienen el problema de Bolívar. En la actualidad, donde está recuperada la figura de Bolívar es en Venezuela, como una apropiación política, ideológica; no así, en Colombia ni en Ecuador. Pero la figura de Bolívar es polémica: no se discute que es una presencia insoslayable en todo el proceso de la Independencia, pero no es venerada de la misma manera por todo el mundo; muchos lo consideran un político dictatorial. Otro caso de apropiación es el de San Martín en Argentina: Perón convirtió en apoteótico el año 1950, porque era el centenario de la muerte de San Martín, y le habilitaba un proceso de identificación de su propia figura con la del prócer y la posibilidad de colocarse a la cabeza del panteón nacional. Más tarde, el revisionismo nacionalista agregaría la figura de Rosas, y la tríada San Martín, Rosas, Perón simbolizaría la aceptación por el peronismo, como propia, de la interpretación del revisionismo nacionalista antiliberal de la Historia argentina. Ocasionalmente en esa tríada se intercalaría la figura de Hipólito Yrigoyen sobre la base de un hilo conductor de defensa de lo nacional”.
México, partiendo de su diferenciada ubicación geográfica, ofrece detalles muy propios respecto de su proceso de Independencia: “México integraba un virreinato consolidado desde los inicios de la presencia española y tuvo una economía muy distinta de la de los otros países. Era un virreinato rico, sobre todo por la abundancia de plata; ocupaba un lugar en la geopolítica española muy diferente y pertenecía a otro hemisferio, lo cual lo pone en una relación con Europa también muy distinta. Por otra parte, está muy próximo a los Estados Unidos, que, para ese momento, ya estaban casi por entrar en su segunda guerra de Independencia. Además, en México la actuación de los hombres de la Iglesia, a través del cura Hidalgo, es muy distinta al resto de América Latina. Hombres de la Iglesia actuaron en todos los procesos de Independencia, pero este cura guerrero que sale a la batalla no es igual a, por ejemplo, Manuel Alberti en la Primera Junta de Gobierno Patrio en Buenos Aires. Otra cosa específica de México es la fuerte presencia indígena y el peso del componente africano y del mestizaje. Son cuestiones de la sociedad mexicana que marcan diferencias respecto de otros países”.
2010 ya está aquí, ¿Entonces?
Con geografías y sociedades contrastantes, con panteones diferentes, con procesos de reinterpretación propios de cada Centenario y de cada Bicentenario, lo cierto es que 2010 no pasará inadvertido para mexicanos, colombianos, venezolanos, ecuatorianos, argentinos y chilenos. El tiempo no para, las obligaciones tampoco. Sin embargo, un alto en el camino se impone, fundamentalmente, para no ser llevados de las narices por consignas mediáticas y para poder poner en práctica la reflexión. Dentro de esta cartografía que hace 200 años comenzó a delinearse y que forma parte de lo que se conoce con el discutido nombre de América Latina, reflexionemos. Reflexionemos, no sólo este año, sino en los venideros también, sobre dos conceptos que –más allá de los matices locales– resuenan fuerte como parte de la Historia desde Tijuana hasta Ushuaia: libertad y soberanía popular.