La perpetuidad en el poder está asociada con formas de corrupción, con el desgaste, con una gestión que pone el piloto automático. ¿Le molesta la palabra perpetuidad?
-Es que hay cosas que se presentan como verdades absolutas y no son tales. Por ejemplo, si algo funciona, ¿por qué no seguir eligiéndolo? ¿Es democrático decir "usted tiene sólo dos períodos"? No quiere decir que yo quiera eso. Soy académico. Es algo conceptual. Creo que nadie busca perennizarse, o perpetuarse, en el poder.
Rafael Correa lo dice con espontaneidad, con la misma con la que asegura que incluso se iría a su casa si existiera alguien que pudiera continuar "con razonable éxito" su proyecto. Claro que el que lo dice es el mismo presidente ecuatoriano que gobierna desde el 15 de enero de 2007, luego de varios cataclismos políticos y económicos, y que impulsó una polémica reforma constitucional que le permitió, elecciones mediante, comenzar otro mandato en 2009 y así seguir gobernando hasta 2013, cuando, con su flamante reelección en la manga, podría aspirar a mantenerse en el poder hasta 2017.
Probablemente Sigmund Freud no perdonaría aquello de que "si algo funciona, ¿por qué no seguir eligiéndolo?", por más académico que se defina este gigantón nacido en Guayaquil, Ecuador, el 6 de abril de 1963, considerado uno de los exponentes de la "nueva izquierda latinoamericana", esa suerte de club espiritualmente dirigido por Hugo Chávez y que en sus heterogéneas filas incluye desde Lula (en realidad, dueño de su propio y decisivo club) hasta Evo Morales, pasando por Pepe Mujica e incluso por los Kirchner, habilitados por otros socios a militar en esas filas por esa espuma con olor a progresismo que logran destilar a veces ciertos dirigentes peronistas.
Correa es un típico exponente de aquel combo presidencial del continente, sobre todo cuando ataca al periodismo y menosprecia a sus opositores, pero por momentos parece inclasificable. Al escucharlo, nadie dudaría de que está en sintonía ideológica con Chávez, pero parece mucho más pragmático (o astuto) que su colega venezolano, sobre todo porque ha sido muy cuidadoso en dar más señales de respeto a la propiedad privada en su país y en diferenciarse de la izquierda clásica: por ejemplo, está en contra del aborto.
Esposo de una ciudadana belga, Anne Malherbe, que sigue trabajando como profesora de francés, y padre de tres chicos, Sofía (16 años), Dominique (13) y Miguel (8), el presidente ecuatoriano lleva la marca en el orillo tanto de una fuerte formación católica como de su condición como economista, reforzada con un máster en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, donde conoció a su mujer, y un doctorado en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, Estados Unidos.
Fue boy-scout, integró grupos de catecismo que se formaron alrededor de las ideas de un cultor de la teología de la liberación, monseñor Leónidas Proaño, vivió un año con indígenas en una misión lasallista de la provincia de Cotopaxi y llegó a la política de manera poco ortodoxa: dándole clases de economía al vicepresidente Alfredo Palacio, que en 1995 llegó a la presidencia de Ecuador cuando fue destituido Lucio Gutiérrez.
Por eso Palacio lo nombró ministro de Economía, donde duró apenas cuatro meses por su intento de dar un vuelco económico hacia la izquierda, pero que fue suficiente para consagrarlo como un dirigente carismático, cuyo discurso antisistema coincidía con una sociedad harta de la "partidocracia" que hacía crujir el sistema democrático en Ecuador. Y que le permitió ganar las elecciones de 2006 con su movimiento Patria Altiva i Soberana (Pais), con fuerte apoyo de indígenas, estudiantes, maestros y trabajadores.
Su perfil de líder caudillista, enrolado en ese "socialismo del siglo XXI" del que tanto habla el chavismo, se puso en evidencia cuando, en 2007, impulsó una reforma constitucional que fue avalada en una consulta popular con el 82% de los votos, pero cuya convocatoria fue posible gracias a la destitución de 57 legisladores rebeldes y su reemplazo por suplentes leales a Correa.
Con la reforma, se profundizó el estilo personalista del presidente y se llamó a nuevas elecciones generales. Así, el 26 de abril de 2009, Correa ganó con el 51,9% de los votos y comenzó su nuevo mandato para llevar adelante la "revolución ciudadana", como la llama este confeso admirador de Simón Bolívar y del "Che" Guevara.
Tras un año de gestiones, Correa finalmente recibió a Enfoques el martes último en Buenos Aires, en la visita que hizo a nuestro país con motivo del festejo del Bicentenario. En el lugar del encuentro, un pequeño salón del Hotel Alvear, el mandatario demostró que no toma a la ligera su interés mediático: la entrevista fue fotografiada, filmada y seguida de cerca por unas doce personas (que incluían funcionarios, asistentes, custodios y hasta el embajador en la Argentina).
-El socialismo del siglo XXI del que usted siempre habla a veces es criticado por ciertas formas, matices autoritarios. ¿Se puede hacer un socialismo en esta época sin caer en la restricción de ciertas libertades?
-Pero por supuesto. Le podría decir que el socialismo lo que busca es ampliar la libertad. Libertad sin justicia es lo más parecido a esclavitud. Por ejemplo, aquí hablamos de la libertad, pero ¿qué libertad tiene un obrero cuyo dilema es aceptar un salario de miseria o quedarse en el desempleo? Porque en países como Ecuador no hay subsidio para desempleo. ¿Eso es libertad? Eso es explotación. Libertad sin justicia es lo más parecido a la explotación. Creemos en la libertad individual, pero creemos en la justicia, y la justicia es una cuestión de acción colectiva. El Estado tiene mucho que decir para lograr la justicia social. Pero, ¿me podría decir cuáles son los rasgos autoritarios en Ecuador? ¿Qué libertad se ha restringido? Al contrario, han aumentado muchísimo las libertades. Como existe el imperio de la ley, ahora sí hay gobierno y los que estaban acostumbrados a hacer lo que les daba la gana ahora dicen "autoritarismo", "dictadura".
-Más que medidas autoritarias, usted tiene un estilo muy duro, combativo, que se asimila con una forma intolerante de gobernar.
-Si querían elegir a Mr. Simpatía, se equivocaron. Sobre todo la oligarquía del Ecuador. Podemos tener nuestro estilo, podemos tener firmeza, pero lo importante son las cosas concretas. No las percepciones. ¿Qué libertad se ha complicado? Por el contrario, por primera vez existe el imperio de la ley. Pero como ahora la ley es para todos y toca también a los poderosos, a los que nunca se les aplicó la ley, dicen que hay dictadura. Sí, la dictadura de la ley.
-Este modelo se le achaca a Chávez.
-¿Quién ha ganado más elecciones en este continente que Chávez? Podemos estar de acuerdo o no con lo que dice, pero decir que en Venezuela no hay libertad... Lo que pasa es que la democracia era buena mientras ganaban los que tenían que ganar. Ahora que ganan los pueblos, las grandes mayorías, ya las elecciones no sirven, tienen que mandar los perdedores. En democracia mandan las mayorías, con respeto a los derechos de las minorías. Pero mandan las mayorías.
-He tenido discusiones con algunos amigos por lo que sucede en la Argentina. Las formas de gobernar de los Kirchner son parecidas a la suya o a la de Chávez. ¿En la democracia importan más los contenidos o las formas? A veces, por llegar a ciertos contenidos, algunos gobiernos vulneran ciertas formas democráticas. ¿Qué es más importante?
-Los contenidos.
-¿No tanto las formas?
-También las formas. En cuanto no se atente contra el cumplimiento de la democracia. ¿Cuál es la máxima crítica que nos pueden hacer? A mí no me pueden acusar de ladrón, de perezoso, de antipatriota, y entonces dicen que le respondo a la prensa y que les digo mediocres. Y que me pongo enojado y que pierdo la paciencia. ¡Son formalismos, por favor! Uno es un ser humano. Y si usted nos compara con otros gobiernos, otros presidentes, trabajamos mucho más, nos preocupamos mucho más, entonces por supuesto que vamos a cometer errores, pero son errores de forma. Veamos el fondo. Alguna vez alguien dijo que la peor desgracia de un político es que no tengan de qué criticarlo. Porque se lo van a inventar. Ya le dije: el pueblo ecuatoriano me eligió para una misión, no para ser Mister Simpatía.
-Y algunos analistas lo ubican cerca de Chávez. ¿Se mira en ese espejo?
-Otros lo ubican a Chávez muy cerca de mí (se ríe). Somos líderes de izquierda, del nuevo socialismo, obviamente vamos a estar muy cerca.
-¿Qué lo diferencia de Chávez?
-Hay muchas cosas que nos diferencian y muchas en las que coincidimos. Por ejemplo, él viene de las fuerzas armadas. Yo vengo de la academia. Cuando conversamos, él tiene una concepción geoestratégica muy muy clara. Y yo no la manejo y, por el contrario, tengo conocimientos de economía que tal vez él no maneja. Pero en cuanto a visión, a objetivos, a intenciones, es muchísimo más lo que nos une que lo que nos separa.
-Lo que es cierto es que hasta sus críticos reconocen que usted fue más claro que Chávez en defender la propiedad privada. En Venezuela algunos dicen que está en peligro.
-No creo que esté en peligro en Venezuela. También Chávez cree en la propiedad privada, pero en democratizarla, que es lo que estamos tratando de hacer en Ecuador. Ha habido unos abusos terribles por parte de ciertas inversiones privadas y hay sectores donde la propiedad privada debe tener límites. Por ejemplo, en los recursos no renovables. El petróleo no se crea, se extrae. Es propiedad de nuestros pueblos. Tiene que haber una importante presencia del Estado en esos sectores. Y la excepción debería ser la participación de la empresa privada en esos sectores.
-¿Y considera a los Kirchner como parte de este "socialismo del siglo XXI"?
-Sí. Obviamente, dentro de la ideología del Partido Justicialista están en el espectro hacia la izquierda y tienen posiciones muy progresistas.
-Cuando lo entrevisté a Pepe Mujica me dijo que no sabía qué ideología tenían los Kirchner. ¿Le parece claro a usted?
-Por supuesto. Sobre todo a nivel de política internacional, la soberanía, la dignidad, la posición firme de la Argentina contra todos los abusos, la injerencia extrarregional, las Malvinas, etc.
-Néstor Kirchner no ha sido un dirigente demasiado preocupado por los temas internacionales, y hay incluso conflictos, como el que mantenemos con Uruguay, que no ha sido capaz de resolver durante su gestión y tampoco se resolvieron en la de su esposa. ¿Es la persona adecuada para estar al frente de la Unasur?
-Yo estuve unos 7 u 8 meses como presidente [de la Unasur] hasta que entró Néstor. Y sí... (se ríe) me acuerdo que pasaba el menor tiempo posible en las cumbres. Y le doy la razón: gran parte de las cumbres son bastante ineficientes y, como alguien dijo: cuidado que nuestros pueblos se cansan de que nosotros estemos en las cumbres y ellos en los abismos. Más allá de esto, Néstor siempre fue un impulsor de la unidad latinoamericana, muy eficiente y muy pragmático, de un gran liderazgo. Por eso creo que será un inmenso aporte para la integración sudamericana.
-Con el triunfo de la derecha en Chile quedaron en evidencia allí fisuras del modelo progresista. ¿Es una señal de alerta para la izquierda regional? ¿Puede preanunciar otros resultados similares en la región?
-La Concertación gobernó 20 años.
-¿Pero qué lecciones dejó esta derrota?
-Chile es un país bastante institucionalizado, al que le ha ido bien en el plano económico y social. En consecuencia, el gobierno que venga va a tener matices, pero la esencia del modelo va a continuar. Y con todo respeto a la Concertación y a mi querida amiga Michelle Bachelet, la política económica en Chile siempre fue de derecha. No cambió mucho con respecto a Pinochet. Cambió la política social. Y cualquier gobierno algo sensible de derecha o de izquierda va a continuar con esa política social. Nos preocupaba un poco el giro que podía dar Chile en el campo internacional, pero las participaciones de Sebastián Piñera a nivel de Unasur y en la cumbre Unión Europea-América latina han sido extraordinarias.
-¿No es de una derecha tradicional?
-No, de ningún modo, tiene una visión muy latinoamericanista, muy integracionista. Eso es muy importante. Es una grata sorpresa.
-Según la reforma constitucional de Ecuador, usted está en condiciones, si es que lo reeligen en 2013, de gobernar hasta 2017.
-No sé todavía, esperemos un poco.
-¿Piensa en ir a elecciones y seguir?
-Yo pienso el día a día, con objetivos de mediano plazo. No importan las personas, lo importante es el proyecto. Estamos bastante cansados. Algunos piensan que somos entes. Al menos, en mi caso, es una muy pesada cruz la que llevo encima...
-¿O sea que no reformó la Constitución para quedarse? Es la sospecha cuando se reforman las Constituciones para tocar el mandato...
-Es gracioso: tenemos exactamente el mismo sistema que en Estados Unidos, reelección inmediata una vez. Pero allá son demócratas y acá somos populistas que queremos eternizarnos en el poder. ¿Por qué esa reforma? En un período de cuatro años, éste sería mi último año de gobierno. Y me desespero cuando lo recuerdo. ¿Qué son las elecciones de medio período? Es como la ratificación o el rechazo de la acción de un gobierno. Eso es bueno para la democracia. La mediocridad en el sistema ecuatoriano era tal que había reelección indefinida para concejales, para alcaldes, prefectos y asambleístas, excepto para presidente y vicepresidente. ¿Qué sentido tiene? La mediocridad. Que todo el mundo quería su pedazo de la torta. Y su oportunidad también de acceder al poder, pero a costa del retraso del país. En cuatro años es muy poco lo que se puede hacer.
-¿Usted cree en la alternancia en el poder? ¿Es buena o no es un valor importante?
-La alternancia de personas es lo más relevante, pero esto que me hablan del juego democrático y de las categorías de derecha e izquierda será para sistemas que ya funcionan, pero así ha funcionado el sistema en nuestro país durante 200 años y hemos perdido. Si un economista hubiera venido con Cristóbal Colón -en ese tiempo no existían los economistas, gracias a Dios-, hubiera dicho que América latina era la que iba a desarrollarse más rápidamente que Norteamérica: acá tenemos civilización y adelanto tecnológico, allá tenían tribus nómadas. Y fue todo lo contrario. Debemos reflexionar los pueblos latinoamericanos. Cuando nos vienen a repetir los mismos discursos gastados de la alternancia de la democracia, eso es para los países del Primer Mundo donde les ha funcionado el sistema. A nosotros no nos ha funcionado. Si vamos a hacer lo mismo de siempre, vamos a tener los mismos resultados. Algo tenía que cambiar. Creo en la alternancia de personas, nadie es indispensable. Pero vamos a hablar de alternancia en el proyecto político, al menos en Ecuador, porque el país necesita irreversiblemente rumbearse hacia más justicia social, mayor equidad, eficiencia, mayor seguridad, mayor dignidad. Y si apuesto a la alternancia para que mañana venga un gobierno de derecha y malentregue el petróleo, ponga bases militares, etc., sería un retroceso lamentable.
-Igual, el veredicto lo tiene la gente.
-Por supuesto, pero la bombardean con esos discursos, con la alternancia. La prensa es un actor político. Ocupó en Ecuador el espacio que dejaron los partidos políticos tradicionales
-¿Ahora vamos a hablar de ese tema?
-Si viera el bombardeo publicitario que hicieron antes de las elecciones de abril del año pasado. Entre otras cosas, con doctrinas como éstas, que es bueno para la democracia que el presidente tenga oposición en el Congreso.
-Eso no evitó que usted ganara.
-¡Pero cómo habríamos ganado si no hubiéramos tenido esa prensa mentirosa! Como sabían que iba a ganar, la democracia entonces es tratar de quitarme la mayoría en el Congreso. O sea, cuando [George W.] Bush tuvo mayoría en las dos cámaras era un dictador...
-En la región también tenemos a Lula y a Bachelet. Uno dejará el gobierno y propone una sucesora. La otra ya lo dejó...
-Son países mucho más institucionalizados. Recuerde que en los últimos diez años en Ecuador hubo siete presidentes. Y ningún gobierno en el siglo XX acabó su período. Estamos en un proyecto político fuerte, con apoyo mayoritario. Es bueno para el país. Para tratar de perjudicarnos dijeron que era malo y que para que hubiera democracia debíamos tener un Congreso opositor.
-La perpetuidad en el poder está asociada con formas de corrupción, con el desgaste, con una gestión que pone el piloto automático. ¿Le molesta la palabra perpetuidad?
-Es que hay cosas que se las presenta como verdades absolutas y no son tales. Por ejemplo: si algo funciona, ¿por qué no seguir eligiéndolo? ¿Es democrático decir "usted tiene sólo dos períodos"? No quiere decir que yo quiera eso. Soy académico. Es algo conceptual. En todo caso, no hay gobierno que haya sido más escrutado que el nuestro, nos expurgan por todos lados. Ahí está todo publicado. Creo que, primero, nadie busca perennizarse en el poder, o perpetuarse, y segundo, sobre todo los gobiernos alternativos son los más fiscalizados en el siglo XXI y hay muchísimos mecanismos para evitar lo que usted dice, que tal vez por ser muy exitosos en las elecciones o por tener mucho apoyo alguien puede abusar del poder o cometer deshonestidades.
-Por lo visto, entonces, se va a quedar hasta 2017 si los ecuatorianos lo deciden...
-Créame: si hay alguien que pueda seguir con razonable éxito el proyecto, me iría a mi casa.
-Con su estilo tan fuerte, tan personal, ¿Hay alguien en condiciones de heredarlo?
-No creo que para llevar adelante el socialismo del siglo XXI se necesite una personalidad parecida a la mía. Es más, creo que por esa personalidad he cometido muchos errores. Pero no hay "una" persona: estamos formando generaciones de jóvenes. Tenemos varios ministros de 30 años. Apostamos muchísimo a los jóvenes.
-Con respecto al periodismo, ¿Por qué está tan preocupado por la postura de los medios? Eso no le ha impedido ganar elecciones.
-Es que nuestra mayor oposición son los medios. No es que me preocupen tanto, tampoco. Pero sí es molesto porque todos los días es levantarse y decir: a ver qué inventaron los medios. Y de repente pueden inventarse una mentira creíble, como ya lo han hecho. Buscan lo que quieren escuchar y crear conflicto porque la prensa vive del conflicto. Si no hay conflicto, no hay noticia. Las buenas noticias no son noticias. Una propuesta que tengo a nivel de Unasur es parte de lo que le decía: la sociedad debe controlar toda clase de poderes, poderes de mercado, poder económico, pero poder mediático también. ¿Cuál es el contrapoder de los medios de comunicación?
-¿No lo controla la gente cuando apaga la TV o la radio o deja de comprar un diario?
-Mire la contradicción: usted dice tiene que haber un control del poder político, pero yo no controlo a la gente, cada cuatro años voy a elecciones. Entonces, es igualito. La gente puede ser engañada. ¿En función de qué decide y juzga? De lo que le transmiten los medios. Debe haber un contrapoder, tal vez de la ciudadanía. El remedio puede ser más caro que la enfermedad si es del Estado. No me diga esto de que la gente puede apagar o no comprar: sabemos que no funciona.
-¿Cómo le cambió la percepción del mundo su formación en EE.UU. y en Europa?
-Muchísimo. Más que un máster en economía he hecho un masterado en Europa. Estuve allá cuando cayó el muró de Berlín, veía el alivio de esa gente. Fue muy útil. Así como conocer la mentalidad norteamericana. Quiero mucho al pueblo norteamericano. En eso me diferencio un poco de Hugo [Chávez], porque él pone mucho énfasis en los sistemas, capitalismo-socialismo, y yo creo que sin cambiar el corazón del hombre pocas cosas van a funcionar. Hay valores muy importantes de la cultura anglosajona de los cuales deberíamos aprender. Por ejemplo, el amor por la verdad. En América latina, todo el mundo miente y a nadie le sorprende. Mientras nadie se enamore de la verdad va a ser muy difícil salir adelante.
-¿Su mujer sufre por su actividad política?
-La familia es la que más sufre. Mi esposa vive estresada por la seguridad. No le gusta la vida pública. Nosotros tuvimos una vida sencilla. Y ahora tenemos seguridad por todos lados. Hay gente que cree que eso es bonito y critica a los políticos por el poder y los abusos. ¡Cómo quisiéramos poder recuperar la vida privada!
-¿Su mujer le pide que no se presente a otro período? Debe de estar presionando, ¿No?
-(Se ríe) Si fuera por mi esposa, no.
-¿Y le va a hacer caso a su mujer?
-Hay que ver. Lo digo por mí también, para regresar a la vida familiar y a la vida de la academia. Pero uno tiene un deber con el país. Ojalá haya alguien que pueda tomar la posta.
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MANO A MANO
Acostumbrado (o no tanto) a los Kirchner, Rafael Correa no me sorprendió. No sale del molde de un mismo tipo de presidentes sudamericanos, con el sello de liderazgos fuertes, a veces al borde de la arbitrariedad. Pero sí escapa a ciertos rótulos que han servido para encasillarlo, en su país y en el extranjero. "¿Angel o demonio?", se preguntó sobre él un medio colombiano. Quizá ni una cosa ni la otra, aunque es cierto que en los 47 minutos de charla mostró dos caras. En algunos momentos, a tono con el estereotipo del Correa que estudió en universidades europeas o norteamericanas. En otros, con el Correa del discurso de barricada, inflamado y, curiosamente, más orientado en atacar a sus enemigos internos que a los externos. Quizá me haya dejado algunas dudas porque no vivo en Ecuador y el presidente, tan preparado como sagaz, se mostró conmigo extremadamente cordial. Fue un diálogo fluido, intenso, donde me confirmó que debe de ser un verdadero suplicio tenerlo de rival. Y también como aliado. Recogió el guante ante cada alusión crítica y me desafió sin tregua. Sonó sincero en muchas definiciones, pero no le creí que no piense seguir en el poder. Nadie avanza tanto en política para entregar mansamente lo que construyó. Y más si, como él, está convencido de que llegó para dar vuelta la historia de su país, no busca sucesores, descalifica al contrario y se queja del periodismo mientras pilotea desde el Estado un conglomerado de canales de TV, radios y diarios. ¿Acaso no es lógico que se lleve tan bien con colegas como los Kirchner?