Hay historias personales ligadas a un lugar o a una actividad. La de Luis María Firpo no puede separarse del campo ni de la cría de vacunos para presentar en Palermo. Sin duda su experiencia de familia le dio una buena formación para convertirse en cabañero, porque su abuelo José, su padre Ricardo, y su tío Raúl fueron ejemplos de emprendedores.
Cuenta, entre otras anécdotas, que en las casi cinco horas de viaje al campo su tío le hacía leer artículos publicados por universidades e institutos de investigación norteamericanos, y después le preguntaba su opinión sobre los adelantos propuestos. La rigurosidad de esos diálogos y la posibilidad de conocer de ese modo estrategias de avanzada condicionaron su futuro profesional.
Admite Firpo que la cercanía con su tío Raúl, destacado en su época como técnico y empresario, fue un privilegio. De hecho, con él como jefe de equipo la empresa familiar "estaba más adelantada en tecnología que el INTA y los grupos CREA". Algunos datos: la estancia La Danesa fue la primera en aplicar inseminación artificial a fines de 1940 y fue pionera en la cosecha anticipada de maíz y en la producción de maní bajo riego por aspersión. La otra estancia de la familia, La Paz, fue sede de una de las primeras exposiciones dinámicas hechas en el país.
Hoy, Luis María Firpo es directivo de la Sociedad Rural y tiene a su cargo los laboratorios de genética de la entidad. Su cabaña, La Paz, se presentó en la Rural en setenta ediciones consecutivas y logró 17 grandes campeones.
De las imágenes que retiene de chico, Firpo dice: "Yo tenía cinco años. Recuerdo un toro de la cabaña que había sido elegido gran campeón, elevado sobre una plataforma en el pabellón; había mucha gente. También tengo la imagen de las escarapelas en el box". Como testimonio de su temprana presencia en Palermo guarda un catálogo de 1951 con sus anotaciones ("letra de un niño de primero inferior", dice).
Entre los momentos importantes de su historia hay que mencionar su papel en la fundación de la Asociación Argentina de Brangus, pues a fines de los 60, con el cambio de tipo en los Angus, decidieron cruzar la mitad de su rodeo de vacas de pedigree con Brangus. Entre 1982 y 1986 fue el 2° presidente de esa entidad.
Además, dirigió la Asociación Argentina de Angus entre 1992 y 1996. Desde ese año y hasta 1999 fue vicepresidente del INTA, cargo en el cual trajo de Gran Bretaña y de Francia la idea de incubar empresas dentro de las experimentales del INTA, adonde estas podrían recibir apoyo técnico. "Nos interesaba un modelo que funcionaba en red", detalla. Cuando dejó su puesto esas iniciativas se diluyeron, dice con cierta pena.
Quienes conocen a este ingeniero agrónomo saben de su vocación docente. Se le nota en el discurso la consideración de los otros como interlocutores y su generosidad por compartir el conocimiento. El miércoles pasado, por ejemplo, se lo veía en la sala de ventas explicando al público las características de un macho y una hembra Angus. En ese tipo de situaciones manifiesta su interés por difundir la importancia de la ganadería, la satisfacción del trabajo de cabaña y el privilegio de poder compartirlo en familia.
Conoce la arena de la pista central, las emociones que año tras año viven allí los ganaderos, observa el cambio que va tomando el standard de las razas y valora el esfuerzo humano detrás de los logros ganaderos. A lo largo de sus años, sin duda Firpo ha sabido sintetizar en él las virtudes de los hombres de campo que lo precedieron, y como padre, según él mismo dice, espera que deje frutos su pasión por la ganadería.
Por Analía H. Testa
De la Redacción de LA NACION