SEGUIDILLAS DE OTOÑO
José Luis Muñoz
Dicen que viene el frío por la alameda, que se acortan los días, y que en la sierra llora el romero, y que el brezo y la encina se están durmiendo.
Que las piedras del río visten de blanco sus lisuras de sombra; y el musgo opaco, junto al sendero, entre acebos y jaras se va escondiendo.
Compás recio de otoño, - pintor sereno - tinte que en su paleta dibuja un sueño. Sueño que espera un álamo sin hojas que inerme sueña.
Tercos colores. Tierra. Tarde dorada, ocre, ambarina y nieve. Y en la montaña hielo y recuerdo que entre maraña y pinos esboza el tiempo.
Dicen que viene el frío por la alameda, que la jara del río inerme sueña; y que el sendero, entre acebos y encinas, huele a romero.
|
Canción Otoñal
Hoy siento en el corazón un vago temblor de estrellas, pero mi senda se pierde en el alma de la niebla. La luz me troncha las alas y el dolor de mi tristeza va mojando los recuerdos en la fuente de la idea.
Todas las rosas son blancas, tan blancas como mi pena, y no son las rosas blancas, que ha nevado sobre ellas. Antes tuvieron el iris. También sobre el alma nieva. La nieve del alma tiene copos de besos y escenas que se hundieron en la sombra o en la luz del que las piensa.
La nieve cae de las rosas, pero la del alma queda, y la garra de los años hace un sudario con ellas.
¿Se deshelará la nieve cuando la muerte nos lleva? ¿O después habrá otra nieve y otras rosas más perfectas? ¿Será la paz con nosotros como Cristo nos enseña? ¿O nunca será posible la solución del problema?
¿Y si el amor nos engaña? ¿Quién la vida nos alienta si el crepúsculo nos hunde en la verdadera ciencia del bien que quizá no exista, y del mal que late cerca?
¿Si la esperanza se apaga y la babel se comienza, qué antorcha iluminará los caminos en la tierra?
¿Si el azul es un ensueño, qué será de la inocencia? ¿Qué será del corazón si el amor no tiene flechas?
¿Y si la muerte es la muerte, qué será de los poetas y de las cosas dormidas que ya nadie las recuerda? ¡Oh sol de las esperanzas! ¡Agua clara! ¡Luna nueva! ¡Corazones de los niños! ¡Almas rudas de las piedras! Hoy siento en el corazón un vago temblor de estrellas y todas las rosas son tan blancas como mi pena.
Federico García Lorca
|
Otoño, 1974
Tan hermosa es la tarde, tan de cristal el cielo, que en mi frente se aniña la tristeza que llevo.
Raya un pájaro al aire con su pico de fuego... en mis manos, sus alas me derrama un momento.
Los árboles, al fondo de la luz, mudos, quietos, dejan caer sus últimas alhajas en silencio.
Es otoño el motivo de la hermosura. Siento su pulso rumoroso señoreando el viento.
Si yo pudiera ahora ser como fui otro tiempo... latido del paisaje, total advenimiento
de la tarde que cruzo ¿Hacia dónde? No tengo ni siquiera caminos... Los ha borrado el miedo
ANGELINA GATELL
|
|