Erróneamente,casi siempre, colocada como poesía de primavera ahí va una hermosa de Rubén Darío.
Autumnal
Eros, Vita, Lumen
En las pálidas tardes yerran nubes tranquilas en el azul; en las ardientes manos se posan las cabezas pensativas. ¡ Ah los suspiros ! ¡ Ah los dulces sueños ! ¡ Ah las tristezas íntimas ! ¡ Ah el polvo de oro que en el aire flota, tras cuyas ondas trémulas se miran los ojos tiernos y húmedos, las bocas inundadas de sonrisas, las crespas cabelleras y los dedos de rosa que acarician !
En las pálidas tardes me cuenta un hada amiga las historias secretas llenas de poesía: lo que cantan los pájaros, lo que llevan las brisas, lo que vaga en las nieblas, lo que sueñan las niñas.
Una vez sentí el ansia de una sed infinita. Dije al hada amorosa: --Quiero en el alma mía tener la aspiración honda, profunda, inmensa: luz, calor, aroma, vida. Ella me dijo: -- ¡ Ven ! -- con el acento con que hablaría un arpa. En él había un divino aroma de esperanza. ¡ Oh sed del ideal !
Sobre la cima de un monte, a medianoche, me mostró las estrellas encendidas. Era un jardín de oro con pétalos de llama que titilan. Exclamé: -- ¡ Más ! ...
La aurora vino después. La aurora sonreía, con la luz en la frente, como la joven tímida que abre la reja, y la sorprenden luego ciertas curiosas mágicas pupilas. Y dije: -- ¡ Más ! ... Sonriendo la celeste hada amiga prorrumpió: -- ¡Y bien ! ¡ Las flores ! Y las flores estaban frescas, lindas, empapadas de olor: la rosa virgen, la blanca margarita, la azucena gentil y las volúbiles que cuelgan de la rama estremecida. Y dije: -- ¡ Más ! ...
El viento arrastraba rumores, ecos, risas, murmullos misteriosos, aleteos, músicas nunca oídas. El hada entonces me llevó hasta el velo que nos cubre las ansias infinitas, la inspiración profunda, y el alma de las liras. Y lo rasgó. Allí todo era aurora. En el fondo se vía un bello rostro de mujer.
¡ Oh, nunca, Piérides, diréis las sacras dichas que en el alma sintiera ! Con su vaga sonrisa: -- ¿ Más ?... -- dijo el hada. Yo tenía entonces clavadas las pupilas en el azul; y en mis ardientes manos se posó mi cabeza pensativa ...
[1887]
Ésta es la primavera de Darío :
Mes de rosas. Van mis rimas En ronda, a la vasta selva, A recoger miel y aromas En las flores entreabiertas. Amada, ven. El gran bosque Es nuestro templo, allí ondea Y flota un santo perfume De amor. El pájaro vuela De un árbol a otro y saluda Tu frente rosada y bella Como a un alba; y las encinas Robustas, altas, soberbias, Cuando tú pasas agitan Sus hojas verdes y trémulas, Y enarcan sus ramas como Para que pase una reina. ¡Oh, amada mía! Es el dulce Tiempo de la primavera.
Mira en tus ojos, los míos, Da al viento la cabellera, Y que bañe el sol ese oro De luz salvaje y espléndida. Dame que aprieten mis manos Las tuyas de rosa y seda, Y ríe, y muestren tus labios Su púrpura húmeda y fresca. Yo voy a decirte rimas, Tú vas a escuchar risueña; Si acaso algún ruiseñor Viniese a posarse cerca, Y a contar alguna historia De ninfas, rosas o estrellas, Tú no oirás notas ni trinos, Sino, enamorada y regia, Escucharás mis canciones Fija en mis labios que tiemblan. ¡Oh, amada mía! Es el dulce Tiempo de la primavera.
Allá hay una clara fuente Que brota de una caverna, Donde se bañan desnudas Las blancas ninfas que juegan. Ríen al son de la espuma, Hienden la linfa serena, Entre polvo cristalino Esponjan sus cabelleras, Y saben himnos de amores En hermosa lengua griega, Que en glorioso tiempo antiguo Pan inventó en las florestas. Amada, pondré en mis rimas La palabra más soberbia De las frases, de los versos, De los himnos de esa lengua; Y te diré esa palabra Empapada en miel hiblea... ¡Oh, amada mía! en el dulce Tiempo de la primavera.
Van en sus grupos vibrantes Revolando las abejas Como un áureo torbellino Que la blanca luz alegra; Y sobre el agua sonora Pasan radiantes, ligeras, Con sus alas cristalinas Las irisadas libélulas. Oye: canta la cigarra Porque ama al sol, que en la selva Su polvo de oro tamiza Entre las hojas espesas. Su aliento nos da en un soplo Fecundo la madre tierra, Con el alma de los cálices Y el aroma de las yerbas.
¿Ves aquel nido? Hay un ave. Son dos: el macho y la hembra. Ella tiene el buche blanco, Él tiene las plumas negras. En la garganta el gorjeo, Las alas blandas y trémulas; Y los picos que se chocan Como labios que se besan. El nido es cántico. El ave Incuba el trino, ¡oh, poetas! De la lira universal, El ave pulsa una cuerda. Bendito el calor sagrado Que hizo reventar las yemas, ¡Oh, amada mía, en el dulce Tiempo de la primavera!
Mi dulce musa Delicia Me trajo una ánfora griega Cincelada en alabastro, De vino de Naxos llena; Y una hermosa copa de oro, La base henchida de perlas, Para que bebiese el vino Que es propicio a los poetas. En la ánfora está Diana, Real, orgullosa y esbelta, Con su desnudez divina Y en su actitud cinegética. Y en la copa luminosa Está Venus Citerea Tendida cerca de Adonis Que sus caricias desdeña. No quiero el vino de Naxos Ni el ánfora de esas bellas, Ni la copa donde Cipria Al gallardo Adonis ruega. Quiero beber el amor Sólo en tu boca bermeja. ¡Oh, amada mía!, en el dulce Tiempo de la primavera!
Rubén Darío | |
El poema de amor Éxtasis de Amado Nervo se adapta muy bien a la primavera :
Extasis
de Amado Nervo
Cada rosa gentil ayer nacida, cada aurora que apunta entre sonrojos, dejan mi alma en el éxtasis sumida... ¡ Nunca se cansan de mirar mis ojos el perpetuo milagro de la vida !
Años ha que contemplo las estrellas en las diáfanas noches españolas y las encuentro cada vez mas bellas. ¡ Años ha que en el mar, conmigo a solas, de las olas escucho las querellas, y aun me pasma el prodigio de las olas !
Cada vez hallo la Naturaleza más sobrenatural, más pura y santa, Para mí, en rededor, todo es belleza; y con la misma plenitud me encanta la boca de la madre cuando reza que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal, con sed intensa, porque es maravilloso el panorama con que nos brinda la creación inmensa; porque cada lucero me reclama, diciéndome, al brillar: «Aquí se piensa, también aquí se lucha, aquí se ama». | | |