Poemas
Bek Soy el débil vestigio que olfatea mi perro sin cesar, como en lectura de texto arcano, de acepción oscura, a cuya exégesis tenaz se emplea.
Sólo un rastro en el aire, que espolea su condición de amigo, y lo apresura a suspender la nueva travesura con que en mi ausencia a solas se recrea.
Orienta las orejas hacia el ruido que sólo él oye, a punto de ladrido, inmóvil, la nariz inquisitiva.
Abro la puerta y entro; y se abalanza sobre mí con la fuerza y confianza de su naturaleza primitiva.
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FranciscoÁlvarez Hidalgo
Mishka
Pobre Mishka, tan bella, tan celosa…, perenne reina del hogar, sujeta sólo a normas que implanta o interpreta de acuerdo a su aquiescencia caprichosa.
Fue la niña mimada, mariposa de giros súbitos, de mente inquieta, maniobrando su ardid de marioneta sobre cualquier humano que la acosa.
Pero Bel-la llegó, con el embrujo de quien se sabe bella, y le redujo las horas de atención, que no el cariño.
No hay animadversión ni hostilidades, sólo un cierto bagage de ansiedades, como al nacer en casa un nuevo niño.
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FranciscoÁlvarez Hidalgo
Bel-la
¿Qué prisa tienes de crecer, chiquilla? Siete meses atrás, tan diminuta, y hoy casi adolescente, que permuta continuamente cuna y escudilla.
Al fondo de tus ojos, a la orilla de tu arsenal de trucos, tan astuta, se fragua cada treta, y se ejecuta de acuerdo al plan que en tus retinas brilla.
Trato de anticiparme a tus acciones, mas siempre llego tarde; no hay ladrones con mayor ejercicio de destreza.
Cuatrera de mi vida, atracadora de mi atención y tiempo: Se te añora cuando cierra tus ojos la pereza.
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FranciscoÁlvarez Hidalgo
Ben
Voluminoso gato, vagabundo de porte señorial, que me visitas tan cumplido a diario, y solicitas discretamente tu ración. Oriundo
de cuatro casas más allá, tu mundo es el nido adoptado a que te invitas, el estante alfombrado en que dormitas, o tu sosiego al sol, meditabundo.
Llevas la calma de quien desconoce la faz del miedo, y aunque abierto al roce, sabes alzar la zarpa del castigo.
Y has escogido a Bek, gentil gigante, camarada de tacto, tan galante que nunca encontrarás mejor amigo.
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FranciscoÁlvarez Hidalgo
Elliot
No seguiría usanza ni costumbre si tuvieras que ser rebautizado; gato tal debería ser nombrado, por su rasgo primario, ‘mansedumbre’.
Tal vez tiene sabor a servidumbre, por no ser más viril o inusitado; pero es que la dulzura te ha marcado, sobresaliendo entre la muchedumbre.
Ni un solo gesto adverso, ni un indicio de enojo o tirantez si te acaricio, rosa de piel en orfandad de espinas.
Estrecho tus patitas en mi mano sin percibir tus garras, y en tu arcano lenguaje de ojos me hablas y examinas.
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Logan Todavía te extraño, mi pequeño, partido años atrás, como quien deja su cuerpo, roto ya, sin una queja, y hacia campos de azul orienta el sueño.
Ignoro hasta qué punto fui tu dueño, o si enredó tu astucia la madeja de mi propia razón, que aún hoy refleja cierta inseguridad. Tan hogareño,
tú, mi negrito, tan gentil y blando, con qué destreza te arrogaste el mando de nuestra afectuosa convivencia.
Nunca fui tu señor, tú fuiste el mío; y fue tu voluntad el labrantío que laboré feliz… hasta tu ausencia.
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FranciscoÁlvarez Hidalgo
El gato
No tuvo nombre. Simplemente ‘el gato’. Ni origen familiar. Advenedizo. Llegó de noche, entrando al cobertizo a través del ventano. Era el retrato
del hambre y el temor, y sin contrato se incautó del lugar. Viento y granizo lidiaron en la noche, y el hechizo de un alba espléndida tocó a rebato.
Lo sorprendió la dueña a la mañana, y una fuga inicial, pero cercana, sugirió interacción de voluntades.
Fue el precio una escudilla de alimento, y el gato sin bautismo, lento, lento, progresó de recelo a afinidades.
Princess
Lucía gargantilla de diamantes que al sol lograban parecer genuinos; gentil exploradora de caminos inverosímiles, mas no distantes.
Sus pasos eran rítmicos, galantes, sobre el muro, a la sombra de los pinos, observando en acción los estorninos meciéndose en los cables ondulantes.
Saltaba junto a mí, coqueteaba rozando mis tobillos, y maullaba con acento de gata seductora.
Elliot y Ben fijaron residencia un día en mi jardín, y su presencia ahuyentó a la princesa trepadora.
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