Para hoy hemos forjado el pensamiento,
para ayer se nos dio la remembranza;
para mañana un doble enfrentamiento
de desesperación y de esperanza.Andar, andar.
He llegado hasta aquí. No lo esperaba.O tal vez sí.
Caminos azarosos también tienen su fin,
y desembocan sin opción de retorno.
Tantos murieron antes de su tiempo
sin saber que morían; en los ojos,
clavados en el techo,no flotaban porqués,
ni había fondo de sombras en que nada
la zozobra,ni sonrisas había, ni sollozos.
¿Tal vez serenidad? No, inadvertencia.
Morir era algo que sucede a otros.
Para uno mismo sólo era dormirse,
internarse en parajes nebulosos, entrar ciego
en la noche,con transitoriedad, sin protocolo.
Pero cuantos entraron no volvieron,
ni a los balcones tibios, luminosos
de la mañana, ni al agreste aroma
de los eucaliptales, ni al sonoro
despertar de la fronda renacida.
Inmóviles quedaron, en reposo.
Y los demás seguimos caminando;
sin saber hacia dónde, ni tampoco
con qué finalidad, sólo adelante,
a veces descansando entre los olmos,
combatiendo enemigos invisibles,
o acariciando cúpulas de gozo.
Los hubo que se fueron rezagando,
quizá despedazados por los lobos;
nunca se sabe quién se va perdiendo
por el sendero, no se vuelve el rostro;
cada cual, solitario, avanza al ritmo
de sus alas de pluma o pies de plomo.
Yo he llegado hasta aquí. Mi recorrido,
parece a veces largo, a veces corto.
Aún me queda camino, no sé cuánto.
Tampoco importa mucho, pues no somos
dueños del paradójico destino,ni del tiempo
que impone sus antojos.
Me tomaré un descanso en este oasis
que no me ofrece ni porqués ni cómos,
y quizá luego, al reanudar la marcha,
me acompañe tu brazo sobre el hombro.
Francisco Álvarez Hidalgo