Un día como el de hoy, pero del año 1600, en Campo dei Fiori (Roma) Giordano Bruno fue ejecutado en la hoguera por la Inquisición que lo había declarado herético, impenitente, pertinaz y obstinado. Fue perseguido, arrestado, recluido, juzgado y asesinado por sus ideas y opiniones acerca de la pluralidad de los mundos y los sistemas solares, el heliocentrismo, la infinitud del espacio y el universo, y el movimiento de los átomos. Antes de ser quemado vivo, uno de los monjes que le acompañaban le ofreció un crucifijo para besarlo, pero Bruno lo rechazó, diciendo que moriría como un mártir y que su alma subiría con el fuego al Paraíso. Religioso, filósofo, astrónomo y poeta, Giordano Bruno, fue un pensador independiente de espíritu atormentado y uno de los personajes más trágicos de la historia de Italia. Se lo considera un símbolo del pensamiento libre rebelado frente al dogma de la Iglesia : vuelve alegremente al naturalismo antiguo “renacido” en los nuevos tiempos, sostiene opiniones en toda Europa ante los poderosos y doctos, y finalmente, después de 8 años de cárcel, prefiere la muerte a la retractación. Bajo este aspecto, aparece como héroe sublime de una humanidad resuelta a reivindicar y defender, a costa de la vida, el derecho a pensar de acuerdo con una razón autónoma y meramente filosófica. En el siglo XIX se erigió una estatua dedicada a la libertad de pensamiento en el sitio donde tuvo lugar el martirio. Y en el 2001, Juan Pablo II pidió perdón, en nombre de la Iglesia Católica, por lo ocurrido, lamentando que el Santo Oficio hubiese ordenado su ejecución.