Vejez
Siguen los años curso irreversible,
fuente, arroyo, torrente, y al fin río,
manso, grácil, brioso y apacible,
con desembocadura en el vacío.
La vida está endeudada con la muerte,
yéndose paso a paso amortizando,
el vigor en fatiga se convierte, y aún
con la mente firme, el cuerpo es blando.
Oh si la primavera conociera
en proporción de su virilidad;
y el invierno, que sabe, así
pudiera
transformar tal impulso en realidad.
Que aunque la nieve duerma en el tejado,
crepita en el hogar fuego constante,
tan voraz como fuera en el pasado,
tal vez más lento, pero más galante.
Pero si queda en soledad la llama
por razones de ausencias o rechazos,
la última edad declinará en programa
de inevitable y triste muerte a plazos.
Francisco Álvarez Hidalgo
Los Angeles, 31 de agosto de 2000
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