Volver al barrio siempre es una huida,
casi como enfrentarse a dos espejos,
uno que ve de cerca otro de lejos
en la torpe memoria repetida.
La infancia la que fue sigue perdida
no eran así los patios son reflejos,
esos niños que juegan ya son viejos
y van con más cautela por la vida.
El barrio tiene encanto y lluvia mansa
rieles para un tranvía que descansa
y no irrumpe en la noche ni madruga.
Si uno busca trocitos de pasado
tal vez se halle a sí mismo ensimismado
volver al barrio siempre es una fuga.