LAS COMADRES
Aquellas señoras de antes, siempre vestidas de negro ... aquellas señoras pilares de hogares; si, mi bisabuela - mi abuela y no tanto mi madre pues ya eran otros tiempos; pero quien no las recuerda; mejor dejo que un poeta hable de ellas:
Como viven distanciadas
se encuentran de tarde en tarde,
porque ver a la comadre
no es visita escapada;
se anticipan las llamadas
entre almacén y almacén...
porque es muy feo, también,
el costearse para nada.
Llega el día señalado
y comienzan los festejos;
el piso como un espejo,
y los muebles repasados,
a la entrada a colocado
la silla que esta mejor,
y al lado del velador,
el cuadrito del "finado".
Las cortinas adornadas
con dibujos de angelitos
las tiran cuatro clavitos
para evitar las miradas
que dirige la encargada,
ansiosa de curiosear,
y que no hace más que pasear,
ni que estuviera invitada.
La otra le dio al marido
un bife con ensalada,
por no verse demorada
con fregados ni barridos;
se puso el mejor vestido
y le encargo a la de al lado,
que si ve que ha demorado,
le saque lo que ha tendido.
Alzó en la panadería
la factura que encargó,
porque nunca acostumbró
llevar las manos vacías,
y al bajarse del tranvía
se pelea con el guarda,
que le protesta que tarda...
"si por poco se caía"...
La comadre, que la vio,
la recibe en la vereda,
y le tasa la cartera
que la otra se estrenó,
"Para qué se molestó!"
dice al ver el paquetito
y se fija en el palito
para ver cuánto gastó.
No es lógico que de entrada
empiecen con la tijera,
aparece la yerbera,
la pavita bien lustrada,
pero lista la "cebada",
a los chicos dos masitas,
y al "patio...porque hay visitas"
y "campana de largada".
y empiezan a murmurar,
entre un "Dios mío...y fijate"
y la que está con el mate,
como no puede charlar,
se lo empieza a despreciar
con la cosa "que no tira"...
ni una curtiembre tendría
tantos cueros a secar.
Cuando va aflojando el tema,
y para entrar en calor,
va apareciendo licor...
ese que hizo la nena,
que tiene el color a yema
y el gusto del aguarrás,
y que al primer trago que das,
hasta el alma te quema.
Cuando han dejado de hojear
el libro de los "chimentos",
lamentan el poco tiempo
que han tenido para hablar,
y se empiezan a acordar
que haya gente que murmura,
porque Dios gracias que a una,
no le gusta criticar.
Con dos besos bien plantados,
en la calle se saludan,
y mientras las dos se juran,
reserva por lo contado,
cada una por su lado,
tratará de recordar,
para poderlos contar
corregidos y aumentados.
Héctor Gagliardi
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