María la Grande, María la Vieja o simplemente la Reina fue una cacique tehuelche a comienzos del siglo XIX. Su poder abarcó practicamente toda la Patagonia, desde Punta Arenas hasta el Carmen de Patagones y el Río Negro. Fue llamada "la Grande" por Luis Vernet en alusión a la zarina rusa Catalina II de Rusia, cuando la conoció en Península Valdés en 1823.
Las primeras referencias de la cacique María datan de 1792 cuando el teniente Juan José Elizalde desembarcó en Santa Cruz.
En 1820 James Weddell conoció a María mientras viajaba cazando focas. Creyó que María era mestiza y asegura que era una gran oradora que apaciguaba los ánimos de sus guerreros, e inmediatamente la identificó como líder de los tehuelches.
El marino Robert Fitz Roy también se refirió a ella, al conocerla, María estaba acompañada por su esposo, un tehuelche muy alto, y cinco de sus hijos. María era la única que hablaba español y sabía relacionarse con los extranjeros. Era una excelente jinete y usaba aros de medallas de la Virgen María y prendedores que le sujetaban la manta sobre el pecho.
Demostrando un gran poder económico María intercambiaba carne, pieles, mantas de guanaco y plumas de ñandú por espadas, cuchillos, tabaco, yerba mate, frenos, monturas, fusiles, plomo para balas, paños, cuentas, harina, azúcar y alcohol, entre otros codiciados bienes del blanco. Alrededor de quince toldos rodeaban al de María, de dimensiones más grandes, ubicado en el centro, junto a otro más pequeño utilizado como depósito. Unos 120 guerreros le respondían.
María tenía muchos refugiados en sus tolderías, desertores de buques loberos o prófugos de la justicia, algunos fueron sus protegidos y otros sus enemigos.
María mostraba gran generosidad con los misioneros regalandole un quillango de cuero de guanaco pintado.
Fitz Roy, quien regresó a la toldería para aprovisionarse de alimentos en una segunda expedición, tuvo oportunidad de presenciar la ceremonia religiosa oficiada por la cacica y la devoción que le profesaban sus seguidores. Usando una pequeña figura de madera, que María llamaba “su Cristo”, con quien decía hablar, realizaba, en un interesante sincretismo religioso, una ceremonia donde se mezclaban ritos indígenas y cristianos –esto le habría valido el nombre de “Santa María” que le puso Charles Darwin.
El encuentro con Vernet en la península Valdés en 1823, muestra el fuerte concepto de territorialidad de María al defender la posición respecto a que los ganados cimarrones eran de los tehuelches por el sólo hecho de ocupar sus tierras:
El gran jefe tehuelche arribó… una mujer que, acompañada por más de mil indios, lo invitó a negociar y conocer los derechos que su pueblo tenía sobre ese territorio.
Más tarde, en 1829, siendo Gobernador de Malvinas, Vernet la invitó a visitar Puerto Luis, reconociendo su poder, con el propósito de concretar la creación de una factoría en la Bahía San Gregorio que gozaría de la protección de la cacica. La iniciativa de la colonia quedó en nada debido a los sucesos que ocurrieron en la islas poco después (en 1833 las islas Malvinas fueron ocupadas por los ingleses).
El aparentemente extenso período de su reinado se comprueba con las primeras menciones de su presencia como jefa reconocida de los tehuelches meridionales a comienzos de la década de 1820, cuando Vernet la llamó “Reina María”, hasta su muerte a comienzos de la década de 1840, cuando aparece mencionada como “María la Vieja”.
Mientras María vivió, no hubo guerras tribales en la región y ninguna tribu tomaba decisiones de importancia sin previamnete consultarla. Cuando murió en 1840, en toda la Patagonia se encendieron hogueras de homenaje durante tres días; sus mantas, su quillango de piel de zorrino, sus arreos, todas sus pertenencias fueron quemadas. Se calcula que a su muerte tendría cincuenta y tres años de edad. Otros relatos, no muy precisos, sostienen que falleció alrededor de 1848.