Un 20 de mayo, pero de 1616, en Buenos Aires se difundió un bando con un decreto que prohibía terminantemente tomar mate o la posesión de yerba .
La orden provenía del gobernador del Río de la Plata y del Paraguay, Hernando Arias de Saavedra, conocido como Hernandarias. Quien infringiera la ley recibiría una multa si era español o, si se trataba de un aborigen, lo castigarían con cien azotes.
La costumbre era propia de los guaraníes, que llevaban pequeñas bolsas con hojas de yerba tostadas y trituradas. Las usaban para preparar la infusión, que bebían de una calabaza, o las mascaban. Muchos españoles también adoptaron el hábito .
La de Felipe III, quien reinó en España entre 1598 y 1621, fue la reacción a una delación que le llegó después de un largo viaje en barco a través del océano. El antecesor de Hernandarias, Diego Marín de Negrón, le había escrito en 1610 para advertirle acerca de ese "vicio abominable y sucio que es tomar algunas veces al día la yerba con gran cantidad de agua caliente"
En su carta, Marín de Negrón le afirma al rey : "Tomar mate hace a los hombres holgazanes, que es total ruina de la tierra". Y lamenta que como el vicio es "tan grande, temo que no se podrá quitar si Dios no lo hace".
La Iglesia también cuestionaba al mate, que hasta fue denunciado ante el Tribunal de la Santa Inquisición de Lima. Es que la yerba era usada en sus rituales por los chamanes.
Pero ni una "orden divina" pudo contra esta costumbre, que forma parte del ADN de Argentina Uruguay y Paraguay